Yo voto a Marchena

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Indiscutiblemente, yo voto a Marchena. En este páramo miserable de mediocridad en que se ha convertido la sociedad española, qué decir de la política con individuos como Sánchez, como Iglesias, como Rufián, o como alguno de los de los mindundis uniprovinciales autonómicos que pululan por España, el juez Marchena destaca por todo: por su sobriedad, por su naturalidad, por su impecable juridicidad. Marchena va a ser el ponente de las sentencias sobre los complotados de octubre de 2017 en Cataluña. ¿Y qué se espera de él? Una sentencia justa, apegada –como no podía ser de otra forma– al Derecho, que prima en España sobre cualquier otra circunstancia, sobretodo en su vertiente constitucional.

Marchena es un ídolo ahora mismo para gente que hace mucho tiempo se fijaba en idolillos cómo Mario Conde u otros políticos de medio pelo. Marchena ha reconciliado a la sociedad española con este tipo de hombres que nacen aquí. Fíjense ustedes con lo que está pasando en muchas clínicas de España, pioneros en tantos tratamientos oncológicos. Ellos son los que valen. No lo que estamos viendo en la política española, repleta de una mediocridad verdaderamente alarmante.

Pero ojo, que Marchena lo que va a hacer es pronunciar una sentencia. Otra cosa es como se interprete la sentencia y lo que se haga con la sentencia. La última noticia que yo tengo es que ni siquiera van a tener que pedir el indulto los complotados de octubre de 2017. Incluso antes, Sánchez va a reformar el código penal para que las penas, si se producen, sean prácticamente nimias. Ojo, que ya digo; a Marchena no se le puede pedir más. A los políticos se les puede pedir, digo yo, que el indulto no sea la manifestación de una impunidad que en estos momentos restaña la evidencia de que en España ha habido un asalto al poder, un golpe de Estado en toda regla.

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