¡Volem una Ayuso!

¡Volem una Ayuso!

Si PSOE y Podemos hubieran tomado nota de lo que el 27 de enero de este año pasó en Barcelona, habrían tenido alguna opción en las elecciones madrileñas celebradas el martes. Si hubieran analizado el por qué en el barrio más separatista de la capital catalana, Gracia, un grupo de hosteleros se empeñó en manifestarse por sus calles gritando “volem una Ayuso” o “Ayuso ven aquí”, hubieran conseguido las claves para evitar una derrota tan humillante cómo la que han sufrido.

Pero no asumieron que buena parte de su posible electorado, los trabajadores de la hostelería, los ciudadanos que consideran a los bares una parte importante de su vida social o los autónomos que han montado un pequeño restaurante o un comercio como medio de vida, estaban pidiendo ayuda para sobrevivir. Al contrario, se dedicaron a insultarles. PSOE y Podemos llevan meses estigmatizando a todos aquellos que pensaban votar a Ayuso hartos de que estos dos partidos les intentaran llevar a la ruina con unas políticas insensibles hacia los pequeños negocios y sus empleados.

Tanto llamar “fascistas” y “tabernarios” a los posibles electores de Ayuso ha conseguido el efecto contrario: una participación récord en Madrid, un 76,25% en plena pandemia. Recordemos que en las catalanas que se celebraron el 14-F fue de un 53,6%. La mejor manera de perder votos es insultar a los posibles electores. De la misma manera que Hillary Clinton cavó su fosa cuando en 2016 llamó “deplorables” a buena parte del electorado del Partido Republicano, y facilitó que Donald Trump ganara mientras millones de votantes demócratas se quedaron en su casa y no acudieron a las urnas, Sánchez e Iglesias están recogiendo la cosecha tras sembrar ofensas.

Si llamas “ultraderechista” o insinúas que son “nazis” el 54% de madrileños que han apoyado a PP y a VOX, como hizo Carmen Calvo, te estás asegurando que esos ciudadanos nunca se vayan a replantear su voto. Y cuando Ayuso y Monasterio han cosechado buenos resultados en tradicionales bastiones de la izquierda, los dirigentes de PSOE y Podemos deberían pensar que igual que hay votantes que se te han ido, si lo haces bien podrían volver. Salvo que les insultes tanto que decidan que antes que apoyarte a ti de nuevo preferirían depilarse con ácido sulfúrico.

Es el ‘efecto facha’ que tanto conocemos en Cataluña. Los catalanes no separatistas estamos tan acostumbrados a que los seguidores de la CUP, Junts o ERC nos llamen “fascistas” o “ultraderechistas” que ya nos resbala lo que nos digan y jamás se nos ocurriría darles la razón. Al contrario, queremos confrontación de ideas y actitudes firmes. Todos los madrileños que estaban hasta las narices que Sánchez e Iglesias cargaran contra la Comunidad de Madrid para destrozar a Ayuso han preferido que les tachen de “tabernarios” y enviar un mensaje muy claro a los actuales inquilinos del banco azul: no os queremos, y vamos a recompensar a quién os ha plantado cara.

De hecho, en Cataluña nos haría falta una Ayuso. Porque el PP catalán se dedicó a hacer campañas por la “convivencia” con gatitos y perritos, y a intentar apaciguar al nacionalismo – la entrevista de Pablo Casado en RAC1 en plena campaña electoral es una antología del disparate- y así les fue. Por no hablar de Ciudadanos, que tanto exportar dirigentes a Madrid, olvidando que en 2017 más de un millón de catalanes confiaron en ellos para liderar la oposición al separatismo, que se quedaron en cuadro. El “volem una Ayuso” solo lo ha tenido claro VOX, y por eso consiguieron once diputados en el Parlament, frente a los seis de los naranja y los tres de los populares.

Ayuso no ha ganado por “populista”. Lo ha hecho porque ha tomado decisiones para que la economía no se hunda y porque ha plantado cara a aquellos que, en vez de ayudar para salvar empleos en Madrid, se han dedicado a torpedear los esfuerzos del gobierno autonómico. Ir de cañas está bien, pero poder pagarlas es la clave. Y en Madrid puedes pedir tapas y cuando llega la cuenta hay saldo en la tarjeta. Por eso el centro-derecha ha ganado en todos los distritos de la capital y en el 99% de los ayuntamientos de la Comunidad.

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