¡Viva el Pacto del Ventorro!

Las mentes pensantes de Moncloa han decidido llamar el pacto del Ventorro al acuerdo entre PP y Vox con la esperanza de que alguien se escandalice. Después de cinco meses hablando de que Mazón se fue a comer a la hora de comer un día en el que no tenía agenda (¡válgame Dios, semejante traición!), parece que aún no han entendido que cada nueva encuesta que se publica demuestra que el PSOE está más cerca de convertir al presidente de la Comunidad Valenciana en mártir mucho antes que en verdugo. Una obviedad que en OKDIARIO llevamos denunciando desde hace meses, lo que nos lleva a congratularnos de que la sociedad valenciana no sea tan manipulable como piensa mucha opinión publicada.
En cualquier caso, más allá del tema de la DANA, lo cierto es que PP y Vox han llegado a un acuerdo de presupuestos como llegaron en su momento a acuerdos de gobierno en toda España sin que pasara absolutamente nada. Ni las mujeres nos convertimos en vasijas humanas ni los homosexuales tuvieron que volver al armario, ni los inmigrantes legales tuvieron que volver a sus países. Como mucho, los pactos conllevaron que hubiera más libertad en los territorios bilingües y menos chiringuitos en las regiones mesetarias. Es decir, todo bien.
Hace tres años, Alfonso Fernández Mañueco configuró el primer gobierno de coalición entre ambas formaciones, con Juan García Gallardo como vicepresidente. Un perfil, digamos, poco alineado con el centro centrado. En aquella época muchos de los barones territoriales del PP trataron al salmantino como un auténtico apestado. Tanto es así que muchos de ellos no quisieron que el presidente de Castilla y León fuera a hacer campaña en sus territorios, por miedo al efecto contagio. Nadie quería hacerse una foto con Mañueco ni nadie quería que su olor a “extrema” derecha inundara los territorios aún vírgenes en los que nunca nadie jamás iba a pactar con Abascal. Spoiler 1: lo hicieron todos. Spoiler 2: lo van a volver a hacer. Spoiler 3: ¡y a nadie le importará!
Las ciertas reticencias de un sector del PP por volver a aprobar los presupuestos con Vox son un tiro en el pie para su futuro. Feijóo tendrá que ser presidente con el apoyo de Abascal y cuanto antes se naturalicen los pactos menos miedo dará llevarlos a cabo a nivel nacional, que es lo que necesariamente ocurrirá cuando Sánchez convoque las que serán sus últimas elecciones.
Los blanditos de Génova creen que lo mejor que le puede pasar al PP es alejarse de Vox, y en realidad es todo lo contrario: lo único que da miedo es lo desconocido, y cuanto antes blanqueen a su aliado natural menos activo electoral será para la izquierda la perspectiva de que pacten. ¿O acaso creen los barones que no quieren presupuestos que su negativa a aprobarlos ayuda a Feijóo? ¿Piensan que lo que ellos repudian, pero Génova va a tener que tragar, les deja en una posición privilegiada? ¿No entienden que son precisamente ellos, con sus actuales mayorías parlamentarias, los que tienen que abrir el camino para que cuando llegue la batalla final la colaboración ya esté engrasada?
El año que viene serán las próximas elecciones del calendario, que son, otra vez, las de Castilla y León. Por ahora ninguna encuesta le da mayoría absoluta al PP, y en caso de que esa tendencia se mantenga VOX volverá a pedir entrar en los gobiernos y en Valladolid tendrán que decir que sí. Y asumirán el pacto verde, la inmigración y hasta a Abascal subido a caballo si hace falta. ¿Significará eso la sumisión del PP a la extrema derecha? Si algún listo recordara que la única extrema derecha que condiciona gobiernos en España es Junts, probablemente ya sabrían la respuesta.
La vía más rápida de que Feijóo llegue a Moncloa es que a nadie le dé miedo que el PP pacte con Vox. Y para eso es necesario que antes lo hagan en el Ventorro, en Murcia, en Aragón o en la China popular, que diría el amigo Carod. A ver si es que vamos a ponernos más exquisitos con Valencia que con ETA. Estamos a un pasito de conseguirlo.