El vampiro no tiene quien le defienda

Cristobal Montoro, Gobierno, PP, Pedro Sánchez

Lo del Estudio Económico es una actividad lobista no muy diferente de la que han hecho y hacen otros despachos, consultoras o bufetes de naturaleza más política que mercantil, jurídica o financiera. Despachos creados o asesorados por políticos que están más o menos en activo, pero que sí mantienen intacta su capacidad de influencia.

El caso de Montoro va de eso, y su investigación e imputación parece estar muy justificada porque el despacho era o había sido suyo y porque esas actividades que comentamos las llevaron a cabo siendo él ministro. Que se pueda probar su intervención activa o pasiva y se pueda sustanciar su responsabilidad penal es una incógnita, pero, en cualquier caso, la cosa merece toda la reprobación moral. Ya que, si no fuera culpable, al menos podía haber dicho aquello de Don Mendo: ‘ese magreo delante de mí está algo feo’.

Qué hay otros muchos políticos y expolíticos que hacen golfadas parecidas…, pues seguramente sí; ahí están consultoras como la que en su día montó Carlos Solchaga y por ahí maniobran personajes como los Pepes, Bono y Blanco, que han amasado auténticas fortunas a partir de su carrera política (Pepiño pasó del prêt à porter de saldo a sentarse en el Consejo de Enagas con trajes de seis mil euros). Pero es verdad que lo de Montoro fue muy descarado y la experiencia nos ha enseñado que la apariencia no suele engañar y que con la corrupción de nuestros políticos lo que parece, es.

Pero, además, es que mucha gente le tenía muchas ganas; la arrogancia y chulería de cuando era súper ministro han actuado como un retardado inflamante, y al chispazo que ha saltado en el Juzgado de Tarragona esos muchos han acudido con su bidón de gasolina. En una extraña unanimidad, nadie ha dicho ni parece que vaya a decir una palabra para defenderle.

Otra cosa es que desde el Gobierno y desde todas las terminales del régimen se quiera dar al tema una importancia mayúscula y se utilice el caso como una cortina de humo que nos distraiga de sus propios incendios (ayer el Telediario de TVE dedicó más de 15 minutos al ‘caso Montoro’; sin haberse producido ninguna novedad noticiosa). Y, sin embargo, no parece que el procedimiento vaya a avanzar mucho: no se ha encontrado ninguna pista de pagos o movimientos de dinero fraudulentos, y el Juez ya no podía mantener más tiempo el secreto del sumario, resultando difícil que, para empitonar a Montoro, se evidencien ahora pruebas que no se han encontrado en siete años de pesquisas secretas.

No debe tener el asunto muchas agarraderas, más allá del sobrevuelo del vampiro, y, aun tratándose de gases fétidos, se ventilan en un juzgado de instrucción, sin haberse podido elevar a un tribunal superior. Tampoco se esperan informes incendiarios de la UCO o de los investigadores y no hay morbosas y abochornantes grabaciones de los implicados, por lo que, por mucho que se empeñen, será difícil mantener el prime time. Nada que ver con las corrupciones del Gobierno, del PSOE y del entorno del presidente, que se mantienen en ebullición en el Tribunal Supremo y en la Audiencia Nacional.

Y por eso resulta hasta patético que todo el sanchismo se haya lanzado a responsabilizar a Feijóo por las presuntas trapacerías del antiguo ministro de Hacienda. Especialmente cuando no consideran responsable a Pedro Sánchez por las cometidas por sus ministros, sus secretarios de Organización, sus altos cargos de diferentes ministerios y empresas públicas, su fiscal general del Estado o su mujer y su hermano.

En definitiva, a la hora de reconocer trascendencia y anticipar influencia sobre la política actual habría que tener en cuenta que Montoro no tiene responsabilidad o cargos políticos desde hace muchos años y que Rajoy, que es quien le hizo ministro y le dio competencias y autoridad, es un registrador de la propiedad que no se presenta a las elecciones. Lo de Sánchez es otra cosa; con independencia de su evidente influencia en los casos de corrupción, la suya es una responsabilidad que va más allá de la que se exige en un tribunal penal, se expía en una cárcel o incluso se castiga en unas elecciones. Sus engaños y sus traiciones le harán pasar a la historia como un infame que no se redimiría aunque terminara con todas las guerras, acabara con el hambre en el mundo o descubriera una vacuna contra el cáncer.

Ayer salieron en tromba acusando de vender el BOE los que preparan la financiación singular y firmaron para los golpistas los indultos, la eliminación del delito de sedición y la Ley de Amnistía. ¡Dios mío, pero si eso es otra liga!

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