La tradición lunática de Esquerra

ERC

Los que quieran entender a Esquerra Republicana lo mejor que pueden hacer es matricularse en un curso de macramé y así llenar su hogar, y el de todos sus amigos y familiares, de bonitos maceteros. Porque analizar a un partido tan lunático como el que actualmente se van a merendar Marta Rovira y Oriol Junqueras requiere de un doctorado mixto en psicología clínica, astrología, ciencia política rama totalitarismos y saber jugar al mus. Hablamos de una formación fanática, que en sus orígenes en los años 30 del siglo pasado sus antecesores de Estat català, imitaba a las juventudes hitlerianas y que ha proporcionado algunos de los políticos más extravagantes de la historia contemporánea de España.

Recordemos que uno de sus referentes, que sigue siendo objeto de homenaje, es Heribert Barrera, que fue el primer presidente de la cámara autonómica catalana tras la restauración democrática y el secretario general que hizo con sus votos presidente de la Generalitat a Jordi Pujol. Barrera era un racista de manual, que dijo frases tan contundentes como que «hay una distribución genética de la población catalana que estadísticamente es diferente a la población negra subsahariana» o que «en América, los negros tienen un coeficiente inferior al de los blancos». También defendía que «se debería esterilizar a los débiles mentales de origen genético».

Hablemos de Josep Lluís Carod-Rovira, otro dirigente de ERC que también llegó lejos en la política catalana. Como vicepresidente de la Generalitat, aprovechando que Pasqual Maragall estaba de viaje oficial –y, por lo tanto, era presidente en funciones de la Generalitat– se reunió en Perpiñán –la capital de lo que los separatistas consideran Catalunya Nord- con representantes de ETA para pactar que la banda terrorista no cometiera atentados en Cataluña. Unos meses después acompañó a Maragall a un viaje a Jerusalén y, en su estilo lunático habitual, faltó al respeto a los creyentes poniéndose una corona de espinas en la cabeza. Otro dirigente de la época, Xavier Vendrell, que llegó a consejero de Gobernación de la Generalitat, había militado en la banda terrorista Terra Lliure.

Sigamos con los personajes que han llegado lejos, como Carme Forcadell, que cuando era presidenta de la ANC, en un alarde de fanatismo, soltó en un mitin que los que apoyaban al PP o a Ciudadanos no formaban parte del «pueblo catalán», condición que, por cierto, sí tenían los socialistas. Y no nos olvidemos de Roger Torrent, uno de los eternos presidenciables, y actualmente consejero de Empresa en el gobierno catalán, que en un mitin soltó que «lo vamos a hacer, y los que tengan dudas que se aparten», mientras aseguraba que «si el presidente Puigdemont o el vicepresidente Junqueras se echan para atrás les cogeríamos de una parte de su cuerpo y les diríamos ‘haced el favor de cumplir lo que habéis prometido’».

El mismo Oriol Junqueras, en un artículo publicado en 2009 en el diario Avui, se hizo eco de un estudio que aseguraba que «los catalanes tienen más proximidad genética con los franceses que con los españoles; más con los italianos que con los portugueses; y un poco con los suizos». Y añadía que «mientras que los españoles presentan más proximidad [genética] con los portugueses que con los catalanes y muy poca con los franceses. Curioso». Su rival por el control de ERC, Marta Rovira, en noviembre de 2017 acusó al Gobierno de Mariano Rajoy de haber previsto «un escenario de violencia extrema» con el envío del Ejército y la entrada de «armas» en Cataluña, con «muertos en las calles», «sangre» y con el uso de «balas» y «no de pelotas de goma contra la población civil». Éste es el material humano que ha conformado la Esquerra Republicana de hoy en día. ¿Qué puede pasar con Salvador Illa? Cualquier cosa, porque cuando ERC entra en ebullición, este tipo de personal puede sorprender a diario.

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