Un torero rezando en Ferraz

torero Ferraz, Paula Ciordia
Paula Ciordia

Conozco a un torero que lleva 500 días seguidos trenzando el paseillo. Él torea en Ferraz, en una plaza mitad Madrid, mitad mundo. Es un torero revelación. Un día se puso delante, cogió los trastos, entró en la capilla, reconoció la grandeza de Dios, y se puso en la arena de rodillas esperando los demonios para darles muerte.

Es de corte clásico, a lo Joselito o Morante. Le han salido los dientes en el tendido siete, a donde lleva sin volver 500 días, camino ya de dos San Isidros, por mantenerse fiel a su compromiso cada tarde con Ferraz. Porque si algo ha demostrado es el sentido de responsabilidad a su compromiso. De hecho, el frío, el calor sofocante, la lluvia han permitido ver el mérito de su pureza, acrecentando la sinceridad de los subalternos y la admiración de la afición.

Tiene nombre de carpintero pescador, sus apellidos recuerdan a los tiempos mejores de España, entre el sueño de Calderón y la vitalidad de un Rojas.

El torero de Ferraz torea a las siete y media cada tarde, en mitad de la calle, sobre un templo que huele a romero con tres escaleras al cielo. Al festejo no faltan los aguaciles monclovitas que abren plaza en Navidad, verano y fiestas de guardar.

El caballero de la larga figura, de mirada de hombre y sonrisa de niño, ha emprendido una revuelta quijotesca contra el minotauro, su enemigo a batir con el arma más poderosa. Su muleta de hierro se llama Padre Nuestro, su capote de seda Ave María, y su espada infalible Rosario.

En su traje de luces lleva bordada una cruz con el Sagrado Corazón de María, en su montera, a la que le reza, una estampa de San Miguel Arcángel, y en el capote de paseo luce la Virgen Inmaculada de Murillo, que se coloca sobre sus hombros para protegerle con su manto una rosa maternal.

Para brindar sus toros, siempre va al centro del ruedo, y desde ahí cita a España y al mundo entero, proclama el amor al Santo Padre, a los obispos, a los niños que están por nacer, a los cristianos que sufren y a una intención particular, que pronuncia en voz alta para misterio de todos. El Salve Regina es su pasodoble favorito, que resuena hasta los confines del cielo entonándolo a coro toda la plaza.

Quienes seguimos al torero de Ferraz lo hacemos porque su firmeza en la fe nos ha hecho creer en lo imposible si confiamos en Ella. Por eso, en estos 500 días, y en el último tramo, ha permanecido a puerta gayola con su legión de fieles, bajo los truenos, la tempestad o la canícula, sin inmutarse, sin dolerte, aguantando el enviste.

Como es una plaza difícil, de toros retorcidos, y él no se arruga ante las acechanzas del que ya sabemos, sus faenas ni se mentan en las rotativas por muchos pañuelos blancos que se ondeen cada tarde, y cada primeros sábados de mes en las principales ciudades del orbe.

Y tiene gracia el asunto, pues por mor de no contarlas en las páginas del día, el torero de Ferraz ha cultivado cualidades de Sánchez Mejías, y escribe crónicas muy leídas, haciendo inevitable que los figurillas noten en sus talones sus puertas grandes, porque nació torero (qué le vamos a hacer, ser torero, como ser artista, no se puede ocultar).

Hacía tiempo que no salían espontáneos templados en los mimbres de la brega. De los que están dispuestos a morir antes que renunciar a su credo de libertad. Porque esos son los que crean afición, los que inspiran, los que despiertan vocaciones, los que levantan plazas y hacen olvidar el miedo en el coso. En definitiva, los que hacen creer que la existencia del hombre es fruto del milagro.

En 500 días de alternativa reconoció que dar un paso al frente en Ferraz le supuso morir en cierta manera. ¿Pero es que acaso hay torero que no muera si quiere vivir? Un torero es un cruzado que pasa la raya, pisa el terreno, donde se ganan las batallas para el bien.

«Hay llamadas que cuando llegan, sólo vale un sí». «No hay motivo humano, simplemente te entregas». «Es cierto que me jugaba mucho, pero no pude decir no a la Virgen». «Tenemos el ejemplo de los mártires». «Contra la tiranía sólo cabe el derecho de la resistencia». Fue lo que dijo con sus pases de pecho la tarde jubilosa de los 500.

¿Y ante esto? Yo ante esto me descubro y me saco el abono de cuentas de vidrio, madera y marfil por un torero que rezando torea como lo haría Morante en Sevilla o Joselito en Madrid. Sin miedo a nada ni a nadie. Sin dar un paso atrás, porque los toreros como él saben que quien vence, reina e impera.

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