En todas las pantallas hasta el 28: «¡Que te vote ‘Txapote’!»
Sánchez es lo peor que le ha pasado a la democracia española desde la Transición. El que ha arrastrado a su país a la situación más ignominiosa que se podía imaginar. Situación en la que, cuando pensamos que hemos tocado fondo, siempre hay un escalón más que el infame personaje no duda en bajar por mor de su implacable ambición política.
Es urgente: parémoslos en todas partes, tanto en ayuntamientos como en autonomías. Porque Sánchez no es un problema en sí: es un síntoma. Si el PSOE le ha parido es porque está podrido hasta la médula. No se dejen engañar por los aspavientos de algunos cargos socialistas. Sólo reaccionan ante el peligro de perder el poder. Cuando han tenido que votar infamias, lo han hecho sin despeinarse. Ahora fingen alarma ante la crudeza exhibicionista de los herederos de ETA. De su socio Bildu. Pero si Covite no hubiera desvelado que en las listas del País Vasco iban terroristas no arrepentidos, no habrían ni chistado. Dos días tardaron en reaccionar esperando que pasara un poco desapercibido.
Que se anuncie que los siete etarras candidatos condenados por crímenes de sangre no serán concejales es una maniobra cínica. Y, gracias a Sánchez, encima tenemos que aguantar que los bilduetarras se presenten casi como empáticos contemporizadores. ¡Ellos, que tanto saben de temporizadores! Un Otegui que osa hablar de esa renuncia como ofrenda a un compromiso «con la paz y la convivencia». Y, por favor, déjenme el Otegui porque en español los apellidos se escriben como se pronuncian, y no me da la gana de participar en las fantasías nacionalistas de nadie. Y menos de los que fingen una extranjería espuria, siempre con raíces en la xenofobia criminal.
Además, sigue habiendo 34 condenados por terrorismo que recogerán las actas si son elegidos. Y que colaboraron en atentados, dando información, proponiendo objetivos y señalando a potenciales «ejecutables». Los terroristas jamás se legitimarán por renunciar a ser concejales. Es simple táctica y blanqueo indecente por parte del Gobierno. ¡De verdad, alguien piensa que lo han hecho por algo medio próximo a la humanidad? Ni arrepentimiento, ni compasión, ni una duda en el alma. Puro cálculo de alimaña. Repugna ver a Otegui reclamándose víctima de una campaña de la «ultraderecha». Una «ultraderecha» que, por cierto, siempre fue para ellos un objetivo criminal preferente, y seguramente lo seguiría siendo si aún les fuera rentable empuñar las armas.
Embarrado hasta el cuello, Sánchez y su Gobierno se atreven a proclamar que las listas de Bildu son ahora una excusa para que el PP introduzca a ETA en la campaña. Porque quieren hacernos creer que ETA ya no existe y que Bildu no tiene nada que ver con ella. Pero, como dice Consuelo Ordóñez, si Bildu no es ETA, ¿por qué los llevan en sus listas? Ya han venido homologando a Bildu con una agenda de proyección nacional, capitalizando leyes sociales, presentando la ley de la vivienda o participando en la reescritura fratricida de la «memoria histórica». Pronto, además, verán a socialistas y bilduetarras estrechando lazos en Navarra.
Insisto, es gravísimo que el Gobierno no haya puesto en duda ni con esto la continuidad de los pactos con Arnaldo Otegui. «Que te vote Txapote», ha de ser nuestra jaculatoria hasta las elecciones. Porque el PSOE es capaz de pactar con quien sea menos con lo que llama «la derecha». Recuerden el «con Rivera, no» de cuando pudo hacerlo con Ciudadanos. Ese tabú al que no quieren renunciar es la herencia envenenada del mortífero «frente popular» de la República. Tanto unos como otros se dedicaron a matarse entre ellos, pero solamente el PSOE ha mantenido el odio intacto. Hay que echarlos.