Tellado y el despertar del PP
Teniendo en cuenta que este fin de semana Hamás ha erigido a Pedro Sánchez como su líder mundial favorito podemos decir que ya no queda delincuente en el planeta que no muestre su admiración expresa por nuestro presidente del Gobierno. Un mérito como cualquier otro: los hay que aspiran al Nobel de la Paz y otros que se sienten realizados con las alabanzas de potenciales presidiarios. Al fin y al cabo en esto de satisfacer el ego no hay enmienda: mientras que a uno le llamen guapo, qué más dará que lo hagan los millones de españoles a los que dice representar que un grupo cualquiera de islamistas radicales, de etarras y conniventes, de golpistas sediciosos, de corruptos malversadores o de violadores que pululan libres como el viento en esta España feminista y resiliente.
Cuando ni siquiera la hipérbole retórica es capaz de dar cabida a la realidad, es sumamente importante que todos entendamos nuestra responsabilidad para hacerle frente al desastre del presente y, sobre todo, a las consecuencias del futuro. Los medios de comunicación que no vivimos subyugados al equipo de opinión sincronizada que emana de Moncloa tenemos que ejercer de altavoces de la realidad para que los ciudadanos decidan, con toda la información en su mano, qué tipo de España prefieren: si aquélla en la que nos enorgullecemos de ser españoles, entre otros motivos esenciales, porque aquí todos somos libres e iguales ante la ley, o ese otro país que esconde sus colores porque rige sus designios capitaneados por los que quieren destruirnos. En la primera gobiernan el centro y la derecha y en la segunda la izquierda y la extrema derecha supremacista. Ese es el inconveniente… o la ventaja, según decidan.
La prensa tiene responsabilidad en lo que ocurra y la sociedad civil también, pero los partidos políticos son los que tienen la obligación de representar a los ciudadanos en la batalla diaria contra el golpe. El Partido Popular ha navegado el desastre oscilando entre varias tesis a lo largo de estos meses: había quienes defendían que perdieron la Moncloa por culpa de los pactos con Vox y otros que argumentaban que había sido precisamente su demonización la que había conllevado el despertar evidente de la izquierda nacional. La verdad sólo es una, pero en cualquier caso ya da igual. La nostalgia de lo que pudo ser y no fue el 23J ya no es útil para nadie.
Lo que sí es capital es la estrategia a futuro, y los cambios internos en el partido son la primera fase para encarrilar lo que viene. No es responsabilidad de ningún medio dilucidar si es buena o mala la gestión orgánica de los afiliados del PP, de Vox, del PSOE o incluso de Podemos, si es que aún queda algún inscrito, inscrita o inscrite después de la masacre del matrimonio Montero-Iglesias. El portavoz parlamentario, en cambio, sí que es toda una declaración de intenciones, y la elección de Miguel Tellado es un hilo de esperanza que demuestra que por fin Génova ha entendido qué momento vivimos y cómo podemos combatirlo.
Dicen en ciertos mentideros de la villa que en el PP hay más gallegos que personas, pero este gallego recuerda más al mejor Rajoy parlamentario que al peor Rajoy indefinido. Un político que cree en la verdad y le otorga el valor que merece, por ejemplo, explicando con esta terminología literal que Pedro Sánchez prostituye la democracia, mientras Ana Pastor 2.0, que responde al nombre de Silvia Intxaurrondo, intenta cortarle en RTVE pidiéndole decoro a la oposición por utilizar palabras gruesas no vaya a ser que algún terrorista confeso cualquiera se incomode con la retórica de la no izquierda. Él, por supuesto, no se calló. Tellado es un señor que se atreve a confrontar a Óscar Puente cuando enarbola la alerta antifascista y bloquea las infraestructuras nacionales porque un tipo le ha dicho tonto en un tren, es un político que vino a Madrid a ser el quinto de la fila y en dos meses no quedaba nadie en el partido que le respetara al menos tanto como al primero. Un hombre valiente, un gallego que no le pide perdón a la izquierda y una apuesta del PP por una forma de hacer oposición a la altura de lo que necesita España.
Para decepcionarnos con él siempre estamos a tiempo. Al menos hoy celebremos que en Génova 13 la oposición ha despertado.
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