Tamames, undécimo curso de supervivencia

Tamames
Tamames, undécimo curso de supervivencia
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Empezó por sobrevivir en la cárcel. Eran los tiempos del hotel de los políticos de Franco, así llamado por sus sucesivos habitantes. Hablamos a partir de febrero de 1956 -¡que ya ha llovido!- cuando en una revuelta estudiantil inaugurada en el antiguo caserón del San Bernardo madrileño, cayó herido un estudiante falangista, Miguel Álvarez. Allí fue Troya y la Brigada Político-Social del Régimen desató la represión que dio con los huesos del propio Tamames; Enrique Múgica, entonces comunista empedernido; Javier Pradera, de honda raigambre franquista; Ruiz Gallardón Sr., a la sazón conspicuo monárquico, y otra recua más de alteradores del orden, en Carabanchel. Allí se personó también Fernando Sánchez Dragó, que tanto ha influido ahora en la promoción de su colega de barrotes como aspirante a la moción de censura de Vox.

Sobrevivió Tamames a los Planes de Desarrollo que los ‘López’, básicamente Laureano López Rodó, ingeniaron para salir de la autarquía que Franco exigió hasta 1959. Tamames colaboró en aquel programa de reorganización económica del país, al que luego calificaría de «muy positivo». Además, también por entonces sobrevivió con sus propias críticas al acuerdo que el ministro de Asuntos Exteriores del Régimen, Gregorio López Bravo, luego desaparecido en un accidente aéreo, firmó con la llamada Comunidad Económica Europea. Aquel fue un buen pacto, embrión de nuestra entrada posterior en la Unión, que Ramón Tamames, catedrático ya de Estructura Económica, entonces tildó de inconveniente para nuestro país porque «damos más de lo que recibimos».

Y ya en los primeros tiempos de la democracia sobrevivió con gran éxito a los Pactos de la Moncloa convocados por su amigo, luego, Adolfo Suárez. En realidad tuvo en ellos gran protagonismo porque, de inicio, redactó con el ministro de Economía, Jose Luis Leal, antiguo miembro de una organización subversiva de apodo ‘El Felipe’, el documento inicial de aquellos acuerdos que, en opinión posterior del propio escribiente, Ramón Tamames, sirvieron para dos cosas: para evitar el colapso total de nuestras cuentas públicas, y más políticamente como un ensayo general con todo (partidos y sindicatos unidos) para la Constitución de 1978.

Y ya crudamente en política sobrevivió a aquella presentación, tan criticada y mal acogida en nuestro país, de los principales nombres del Partido Comunista de España en el Teatro Belli Arti de Roma. De aquel acto luego realizó Tamames algún comentario más que sarcástico, por ejemplo llegó a decir que el «único comunista que lo era de verdad allí era Marcelino Camacho». Una exageración intencionada desde luego porque desdeñó los nombres que no le apetecían, sin ir más lejos los de ‘Pasionaria’, Dolores Ibarruri, y el mismísimo Santiago Carrillo.

Sobrevivió Tamames a su propia obra clásica: Estructura Económica de España, un libro aparecido en 1962 del que ya se han realizado nada menos que veintiséis ediciones. Fue este manual la falsilla sobre la que en buena parte se construyó nuestro porvenir, tenía escasa implicación ideológica y sí mucho trasfondo técnico. Tamames, que no era precisamente un favorito del Régimen, fue tolerado por éste, la censura no pudo encontrar en las páginas de aquel libro ningún elemento subversivo notable porque, como bien dijo Pío Cabanillas Gayas: «Es difícil retratar la inflación con la hoz y el martillo».

Sobrevivió, incluso es de creer que no con mucho gusto, al veto que le puso directamente Franco para ocupar un alto puesto en la gobernación del Régimen. «¿Qué hubiera pasado -le preguntaron años más tarde- si le hubieran ofrecido un ministerio?», pues Tamames, más sardónicamente que nunca, contestó: «No me ponga usted en un aprieto, nunca se dio el caso». Es muy difícil realmente que el ocupante de El Pardo le hubiera elegido entonces como colaborador tan inmediato, el denominado ‘búnker’, los franquistas más conspicuos, no se lo hubieran permitido, se hubieran levantado en armas sin exageración de ningún tipo.

Sobrevivió por lo demás a todas las purgas sucesivas en el Partido Comunista, ordenadas primero por Carrillo, que luego fue liquidado en una de ellas, y después por el minero ‘Gerardín’ Iglesias, asturiano de pocas luces que, según se decía, oteaba enemigos (no estaba mal informado) por doquier y que no admitía a su alrededor demasiados ‘cerebros de huevo’ al estilo claro está, de Tamames. Tamames no resistió mucho tiempo al centralismo soviético que todavía reinaba en el PCE, así que levantó el teléfono, llamó a Suárez, con el que se hablaba semanalmente, y le dijo: «Adolfo, yo en el CDS (Centro Democrático y Social) me encontraría muy a gusto». De entonces data una entrevista que este cronista realizó al profesor en su despacho del elitista Paseo de la Castellana de Madrid, en la que Tamames anticipó: «El menor día me haces otra cuando me pase definitivamente a la derecha». Lo dijo naturalmente entre contenidas risotadas.

Sobrevivió a las extravagancias políticas y culturales del alcalde Tierno Galván en el Ayuntamiento de Madrid, gobernado a partir de 1979 por la coyunda social-comunista. Tamames se constituyó en teniente de alcalde y tiñó de verde su actuación administrativa, cosa nada extraña porque por entonces el profesor era un ansioso ecologista, es decir, de los que saben de verdad en qué consiste este movimiento ideológico. Pero no aguantaba mucho a Tierno del que, según convenía con otros interlocutores, «no dice la verdad ni cuando afirma que nació en Soria». La realidad es que el libro de César Alonso de los Ríos, también comunista entonces, descubrió que toda la vida del viejo profesor era una auténtica farsa.

Sobrevivió a todos los años del ‘felipato’ del que fue enormemente crítico, tanto que, en consonancia con su personalidad siempre pelín provocativa, no se privó de emitir sobre González y su PSOE juicios tan demoledores como este: «Entre Franco y Felipe no sé con quién me quedo». Así que Tamames sobrevivió a los catorce años del socialismo con una frase para el recuerdo histórico: «PSOE, cuarenta años de honradez y ni un minuto más». Ya con el aznarismo en el poder tomó posiciones empresariales y profesionales de primera índole y suscribió sustanciosos contratos de colaboración con las regiones populares, recuérdese por ejemplo su apoyo al Plan Hidrológico Nacional que parió el ministro de Medio Ambiente, Jaime Matas. Los murcianos aún le están agradeciendo su apoyo a Tamames.

Y así de seguido hasta llegar a este punto en los penaltis de su vida política en el que ha sido exhibido por las extravagancias de Santiago Abascal y Vox como ariete de una moción de censura contra Sánchez. Sobrevivirá, si no al tiempo. Me quedo, pues, con una frase del mismo Tamames que cuando fue interpelado en una tertulia electoral de las que realizaba ABC en 1979, sobre cuál era realmente el sesgo de su voto, respondió entre sonrisas indisimuladas: «Era de noche y, sin embargo, llovía», frase de la que muchos se apropian sin pagar derechos de autor a su auténtico progenitor, el escritor gallego Antonio Neira de Mosquera.

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