Candilazos

El suplicatorio de Iglesias

El suplicatorio de Iglesias
Segundo Sanz

La imputación de Podemos como persona jurídica por un juez de Madrid al ver indicios de malversación y administración desleal ha reabierto el debate sobre cuándo debería dimitir el líder populista y vicepandemias del Gobierno. Fueron raudas las redes sociales en rescatar de la hemeroteca una promesa de Pablenin en un debate electoral de las generales de 2016. «Señor Iglesias, ¿en qué circunstancia usted asumiría responsabilidades políticas por casos de corrupción en su partido?», le preguntó el periodista Vicente Vallés, convertido ahora en pesadilla en prime time de la coalición socialcomunista y su troupe pijoprogre de politólogos e influencers. «Apertura de juicio oral, dimisión. Así de rápido y así de concreto», contestó el todavía vecino de Vallecas antes de hipotecarse con el casoplón y recibir del pueblo el título de Marqués de Galapagar.

Sin embargo, hay otro escenario en el que Iglesias no debería seguir ni un minuto más en el Gobierno: la actuación del juez contra él y la elevación de la investigación al Tribunal Supremo por su condición de aforado. De producirse este hecho, ya sea en el caso Dina-Iglesias de la Audiencia Nacional o en el de la Caja B de Podemos que hay en el Juzgado número 42 de Madrid, el jefe de los imputados Olmo y De Frutos tendría que abandonar el Ejecutivo por la misma higiene democrática que ha predicado desde que dejó de impartir doctrina chavista en Somosaguas.

Porque en la mayor crisis económica desde la Guerra Civil, España no puede permitirse un vicepresidente del Gobierno imputado por corrupción. Sería la puntilla a la desconfianza que ya de por sí este Ejecutivo con costuras de regímenes bolivarianos e integrado por amigos de narcodictaduras genera en los mercados europeos y extracomunitarios. Al abúlico Rajoy le montaron una moción de censura para derrocarlo del Gobierno sin llegar a estar imputado. Y es que en el juicio del caso Gürtel declaró como testigo. Pero si Iglesias termina siendo señalado por un instructor, llegando su caso al Tribunal Supremo, habría cavado su epitafio político. Su salida del Gobierno sería la única forma de defender su presunción de inocencia sin contaminar la acción de un Ejecutivo que habría de estar centrado, poniendo todos los sentidos, en salir de esta ruina pandémica.

Aferrarse al cargo y esperar a que el Supremo pidiese el suplicatorio al Congreso y que la Cámara lo autorizara en una surrealista votación en el Pleno, sería un espectáculo bochornoso para los intereses de España y nuestra imagen en el exterior. El verborreico Podemos que dice estar en contra de los aforamientos quedaría retratado en su falsedad una vez más si Iglesias abrazara este privilegio y se atornillara a la silla de Moncloa. Antes de cualquier suplicatorio, ¡Cierre al salir, señoría! Por la vergüenza que no tiene y sobre todo por la libertad y la ciudadanía de este país.

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