Sumar (Yolanda) igual a Restar (Podemos)

Sumar Podemos
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Empezaremos por el principio: son lo mismo. Claro que, con la aritmética elemental en la mano, este parangón es naturalmente una aberración, pero en nuestra política doméstica, la de hoy mismo, es una realidad incluso divertida. Son lo mismo, pero una se resta al otro. Es festivo este jaleo porque el sarao a mamporros que estamos siguiendo en las sedes de la ultraizquierda del país desmiente radicalmente el postulado previo que la siniestra universal, con su falaz superioridad moral, viene manteniendo desde los tiempos del querido Lenin, al que un par de ministros del Gobierno presenta ahora como una especie de Mesías de los trabajadores. Ese postulado es éste: las gamberradas endógenas, las confrontaciones internas con navajas albaceteñas en ristre y palos de béisbol, ¡bah!, son cosas de las derechas, sí, de esas que no se le caen de la boca al preboste Sánchez. La izquierda platica como norma el uso persistente de la solidaridad, un término que, para hacerlo incluso más eufónico, los habitantes de estos prados la hablan sílaba a sílaba, con tornillo: so-li-da-ri-dad. Es su vocablo preferido. La izquierda no admite que sus peleas de alcantarilla sean otra cosa que pequeñas diferencias de criterio y así las venden, incluso con éxito, porque en lo que concierne a su agitprop son francamente buenos, casi imbatibles. El meneo en casa propia, los zurriagazos cuerpo a cuerpo los dejan en su su publicidad externa para las citadas derechas, las que –como Pedro Sánchez pregona– son depositarias del más feroz individualismo, del egoísmo que convierte al hombre en un lobo para sus semejantes.

Por eso, esta reyerta a la que estamos asistiendo estos días entre una agitadora vestida y remedada de Chanel, Yolanda Díaz, y las chicas del coro que dirige Pablo Iglesias, Belarra, Irene Montero, Verstrynge (Verstringer, llamaba a su padre Jorge el impío Tierno Galván) es un circo que nos tiene ensimismados, pegados a la Prensa. La gente que aún está en Babia se pregunta: ¿Y por qué se atizan estas chicas si al final piensan lo mismo y están en lo mismo? Pues la respuesta es clara: por el poder y el dinero. El primero hace tiempo que lo detenta (sé perfectamente lo que significa este verbo) la santiaguesa que vino a Madrid vestida de arrabal y que ahora participa en desfiles de modelos propios y ajenos. Yolanda le madrugó la merienda a su mecenas Iglesias, y se quedó con el santo y la limosna del añorado 15-M. Después se llevó a su mansión oficial el bocata de salchichón y arreó un manotazo a las compañeras que vivían con ella en el inicial Podemos, la casa común que, en boca de Iglesias, el conmilitón mediático del troskista Roures, se disponía por las bravas a asaltar los azules cielos de España.

Yoli tenía experiencia en la provocación de varios siniestros, el más sonado el de líder, que se creyó sempiterno, de la izquierda separatista gallega, el profesor barbudo Beiras. A éste le cortejó, se colgó de su brazo y, cuando fue menester, le atizó un par de mamporros que le mandaron al retórico líder de la estrella azul a las tinieblas exteriores. Beiras todavía se está preguntando cómo pudo fiarse de aquella chica con nariz de buitre.

Ahora –digo– lo estamos pasando chupi. Ya constatamos que la angelical solidaridad de la izquierda es una castaña pilonga. Cuando los sujetos que moran en estos zulos se pegan lo hacen a muerte, no como los fingidos duelos de caballeros del XIX. Éste es un gran momento: el quinteto de la bencina, las diputadas y el empequeñecido colega que se han largado al gallinero del Congreso, le han devuelto los meneos a Yolanda y se han ido al Grupo Mixto, con más tiempo –el que van a utilizar en el atril del hemiciclo– y la pasta, porque en el trance se han llevado a la buchaca nada menos que un 43 por ciento más de lo que cobraban por soportar el perfume pastoso –dicen– de Yolanda.

Sólo hay en el caso poder y dinero, nada más, sus posiciones ideológicas son idénticas: un leninismo feroz, atemperado en el caso de Díaz, no vaya a ser que a su jefe ocasional, Pedro Sánchez, al que terminará acuchillando –ya lo verán– se enfade y le retire competencias. Al citado, pese a las declaraciones cínicas de sus allegados –tipo el agreste Pachi López- esta supuesta traición, el transfuguismo del quinteto, le viene de perillas porque se ha quitado de encima unas moscas testiculares que ya le estaban enojando con leyes que, como la del Sí es Sí, se tuvo que tragar para no desautorizar públicamente a unas ministras.

Sánchez sabe que las fugadas no tienen más remedio que votar en el Congreso lo que dicte La Moncloa: no le van a hacer ese favor a las odiadas derechas. Pero de la suma se han marchado a la resta; ya nadie va a sufrir con las mandangas de unidad que han venido pregonando desde que andan por los andurriales de la política española. Además, es posible de que en algún momento y en días rojos de verdad, las chicas le peguen un arreón a Sánchez; por ejemplo, cuando venga una rectificación de la Ley de Vivienda en la que ellas se han empleado a gusto.

Y a todo esto: ¿Cómo le viene al PP la división de los siniestros? Pues francamente bien, porque de este modo podrá replicar a los agentes sanchistas que siempre, y como mayor admonición, han acusado a Feijóo y a sus colaboradores de una confrontación permanente con lo que tienen al lado, es decir, con la derecha más enérgica de Abascal y su Vox callejera. Por lo demás el elector, que siempre castiga los ruidos y las pendencias, será consciente –digo yo– a partir de ahora de dos cosas: de que los líos caseros suceden tanto en su lado como en el otro del muro de Pedrín; y también de que no es aconsejable entregar el voto a los que hacen de los métodos políticos una refriega de verduleras, que es a lo que ahora se asemeja el duelo en la cumbre de Yolanda, enorme pegadora con el quinteto fajador de la bencina. Por todo esto, Sumar es Restar a la política de ultraizquierda de ahora mismo. Son iguales pero se odian. Alabado sea Dios.

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