Subir impuestos es el problema, no la solución

Subir impuestos es el problema, no la solución

El Gobierno de la nación pretende subir los impuestos de manera masiva. Después de la “errata” a la que se refirió Calviño para decir que retiraban la eliminación de la tributación conjunta en el IRPF tras el revuelo que se armó en plena campaña de las elecciones a la Comunidad de Madrid, ahora insisten, una vez pasados los comicios, en una subida brutal de los tributos, ni más ni menos que de alrededor de 80.000 millones de euros.

Según el Gobierno, serán las rentas altas en IRPF y las empresas las que sufran ese incremento impositivo que prepara. No se deben subir los impuestos a nadie, pero, además, o no dicen la verdad, o manejan una información errónea, ya que con esas subidas que especifica -rentas altas y empresas- no van a recaudar más, sino menos.

Para empezar, las rentas altas constituyen una parte pequeña de la base recaudatoria, pues el grueso de contribuyentes se encuentra entre 22.000 euros y 55.000 euros, de manera que si quiere incrementar la recaudación subiendo dicho impuesto va a tener que subirlo generalizadamente. No logrará recaudar todo lo que se proponga, pero para que se quede en un tercio -como ya sucedió con la medida adoptada a finales de 2011- tendrá que elevar los impuestos de manera muy agresiva.

Por otra parte, el incrementar ahora los tipos del impuesto de sociedades, cuando las empresas atraviesan por una etapa de caída de ventas, negocio y beneficios no parece que vaya a tener tampoco mucho poder recaudatorio, además del desincentivo que ello generará en todas ellas.

Ya Montero había lanzado una advertencia hace meses: consideraba que hay margen para incrementar la recaudación vía subida de impuestos hasta que España alcance una presión fiscal similar a la de la media de la eurozona, de la que nos separan cerca de siete puntos sobre el PIB. Esos casi siete puntos equivalen a 80.580 millones de euros, teniendo en cuenta una estimación del PIB para 2021 de 1,185 billones de euros.

El Gobierno equivoca dos cosas: la primera es que nuestra presión fiscal puede ser inferior a la de la eurozona, pero no así nuestro esfuerzo fiscal, que es el indicador que mide la presión fiscal en términos de PIB per cápita, con lo que una nueva subida de impuestos sólo conseguirá estrangular más al conjunto de españoles. La segunda es que puede subir los impuestos todo lo que quiera, pero de ahí a que consiga el efecto de recaudación deseado, media un gran trecho. Con una economía en unos niveles muy bajos tras 2020 y el mal inicio de 2021, llevar a cabo una política fiscal contractiva con semejante subida de impuestos lo único que conseguirá es paralizar más la economía, incrementar todavía más el desempleo y aumentar, así, el efecto de los estabilizadores automáticos: más gasto en prestaciones por desempleo, menos recaudación por caída de actividad (y desincentivo a la misma) y, por tanto, más déficit y deuda. Ya la Unión Europea le advirtió de lo irreal de las estimaciones enviadas en la actualización anterior del programa de estabilidad, remitido a finales de abril de 2020, pero el Gobierno, como hemos vuelto a ver ahora, en la reciente actualización y el plan de recuperación, insiste en su empeño.

¿Qué terminará haciendo? Subir todos los impuestos, subírselos a todos e introducir otros nuevos. Su plan es el del fallido proyecto de Presupuestos Generales del Estado de febrero de 2019, consolidado en el aprobado para 2021. De esa manera, impondrá dos nuevos impuestos, que son el impuesto sobre determinados servicios digitales y el impuesto sobre transacciones financieras, además de subir el IRPF y elevar el tipo mínimo efectivo de sociedades al 15% (18% para la banca).

No obstante, no recaudará nada con eso. En ningún caso llegará a un incremento de esos 80.000 millones que plantea, ni aun sumando todos los ejercicios que restan en esta legislatura, pero para poder incrementar algo la recaudación entonces tendrá que elevar el IRPF muchos puntos en todos los tramos y subir el IVA de manera importantísima.

Esta subida de impuestos afectará negativamente a la economía: con el incremento de los tipos del IRPF en varios puntos, desincentivará a los trabajadores, especialmente a la parte de los mismos que más sostiene la recaudación. Con el incremento de Sociedades expulsará a las empresas y levantará una nueva barrera para que vengan otras nuevas. Y con la subida del IVA -que terminará produciéndose- disminuirá el consumo.

Todo esto, unido a la insistencia de la ministra de Trabajo y vicepresidenta del Gobierno sobre la derogación de la reforma laboral, constituye el punto de partida del programa económico del Gobierno, donde la nociva subida de impuestos ya ha comenzado su andadura. Subida de impuestos que, previsiblemente, dañará la economía sin conseguir los objetivos de recaudación que prevé, con lo que también se incrementará, en este caso, el déficit y la deuda. Es el inicio de un camino tortuoso con un horizonte económico nada halagüeño, pues, de llevarse a cabo, retrasará, y mucho, la recuperación. Es el plan de un Gobierno que ya no sabe qué hacer para tratar de sobrevivir en sus puestos.

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