Sor Lucía descubre la vileza de Iglesias
A la brava monja dominica Sor Lucía Caram también la conocemos por ser la polémica Lucía dos Santos. Argentina de Tucumán, vive desde 1994 en España y se atreve a afirmar que “el papel de la mujer nunca fue considerado dentro de la iglesia” y que “vivimos en una sociedad machista y patriarcal”. Lucía acierta cuando pelea contra la corrupción mostrándose, como digna religiosa, a favor de los más pobres. Sin embargo, se equivoca al defender a los golpistas presos y la independencia de Cataluña. La “monja indepe” no tendría que perder el tiempo rezando por unos mercaderes. Todo separatista que no se sienta español está en su derecho de exiliarse, pero no debería confundir a una monja inteligente.
Ya rescatada su lucidez, Sor Lucía descubre la vileza de Iglesias y, tras oír el pasado domingo sus declaraciones en la Sexta, carga contra el nuevo rico comunista llamándole:“¡Farsante y traidor del pueblo!”. Hecha una furia asegura que “ningún rico y ningún poderoso está dispuesto a aceptar una decisión que beneficie a los pobres si afecta a su poder o a su riqueza”. Coincido plenamente con la hermana, el del moño samurái, ahora rico y poderoso, está decidido a cargarse la democracia para seguir siéndolo. El sueño del podemita consiste en alcanzar la soberanía ilimitada, la cual le permitiría ser arbitrario, cruel en grado sumo y, desde todos los puntos de vista, diabólico.
“Anda, Pablo Iglesias, ¡no me vengas con milongas! Eres un traidor del pueblo al que dices defender. No te cree nadie, ni siquiera tu socio Sánchez Castejón. Ahora tienes una borrachera de poder”. Y la monja, clamando a los cielos, repite: “¡Eres un farsante, mientes y tienes una borrachera de poder!”. Descomunal cogorza que le llevó a comprar un chalet hortera en Galapagar, que él creía una mansión, pues las ínfulas del morado son mezquinas. Por entonces, la monja reveló que el problema de Iglesias era “la incoherencia y la estafa”, acusándole de hacer algo mucho más indecente, como vender la idea de que Podemos protegía a los necesitados, con la que engañó a los que siempre pierden, enriqueciéndose con el discurso de los pobres.
La pandemia y la nula atención que prestó este vicepresidente inútil durante las dos primeras olas a las residencias de ancianos acabó por sulfurar a Sor Lucía y volvió a retratarle de “mentiroso compulsivo”. La monja es mejor persona de lo que dicen las malas lenguas. Pero ese tipejo que sobrevive inventando desaguisados para desestabilizar al Gobierno y no para de humillar a las instituciones, es mucho más nefasto de lo que puedan imaginar.