El socialcomunismo no sabe contar

El socialcomunismo no sabe contar
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Concluye ya la octava semana de encierro que el conjunto de españoles está siguiendo de manera ejemplar, pese a la lógica desesperación e indignación. Los ciudadanos están haciendo todo lo que pueden y está en su mano para evitar que los contagios se disparen, que no es otra cosa que ser disciplinados con estas normas aplicadas. Ahora bien, esta generosidad infinita de los españoles, en la que han accedido a entregar durante unos días sus libertades -no para siempre en un estado de alarma sine die-, pues éstas no es que hayan quedado restringidas -que sería lo verdaderamente propio del estado de alarma- sino que han sido suspendidas -que es lo que el Gobierno está aplicando en un estado de excepción encubierto- se le concedió al Ejecutivo para que pudiese gestionar con eficiencia la crisis sanitaria y su derivada económica, no para que no hiciese nada y se limitase a gobernar con un poder omnímodo, ajeno al control parlamentario hasta que lo llevaron a rastras a él, y con un uso de la excepcionalidad de las medidas para otros fines que nada tienen que ver con la crisis originada por la pandemia.

Sin embargo, esto es lo que ha hecho el Gobierno socialcomunista -cada vez más comunista y nada socialdemócrata, a la vista de las tesis que se imponen en el banco azul-: cruzarse de brazos esperando a que la situación se solucione por sí misma. Nos encierra a todos, en pleno siglo XXI, como única opción, como si estuviésemos en el medievo sin más alternativas, ante su incapacidad manifiesta para proveerse de equipos de protección con los que los sanitarios estuviesen más protegidos y lo más libres de contagio posible, o para comprar test válidos con los que hacerles pruebas a todos los españoles, para trazar cristalinamente el mapa de contagios y poder abrir la economía al grueso de la población. No saben ni diseñar adecuadamente el horario de esparcimiento de los niños. Y qué vamos a decir de la gestión económica diseñada: un caos que sólo nos traerá ruina y miseria.

Y es que la izquierda, especialmente esta deriva socialcomunista del presidente Sánchez, que está a merced de Iglesias porque eso le asegura un tiempo más como presidente, no sabe contar. No sabe hacerlo en ninguna de las acepciones que la Real Academia Española da al término.

No supo contar con las advertencias de la Organización Mundial de la Salud ni de cualquier otro organismo, para tomar medidas preventivas en enero, que podrían haber sido más suaves y efectivas, y habrían impedido cerca de un 60% de los fallecidos producidos por la enfermedad, que es lo más importante, y tampoco habrían tenido que cerrar la actividad productiva como lo han hecho, de manera que el deterioro económico sería menor y, sobre todo, rápidamente pasajero.

No sabe contar correctamente los compatriotas fallecidos por el coronavirus, dando cifras contradictorias, variando el criterio cada dos por tres para modificar el triste recuento de vidas perdidas que ya nunca se podrán recuperar.

No cuenta con los Técnicos Comerciales y Economistas del Estado que trabajan como agregados comerciales de nuestras embajadas, que podrían haber orientado en las compras para que no fuesen engañados en la especie de tómbola donde debieron de comprar parte del material, “unas gangas” en palabras de la ministra de Exteriores.

No cuenta ni con la oposición ni con los gobiernos regionales para elaborar un plan de actuación conjunto con el que superar esta difícil situación de la manera menos negativa posible.

No cuenta con el sector privado -salvo para los deseos comunistas de nacionalizarlo, que no han podido hacer todavía-, desde el que muchas empresas les han ofrecido colaboración para proveerlos de materia sanitario y el Gobierno las ha ignorado.

No cuenta con la agilidad, pues cuando SEAT transformó una línea de producción del León para fabricar respiradores, durante un tiempo no pudieron emplearse porque la Administración exigía certificarlos, cuando estábamos en una situación límite, en el que el tiempo contaba para salvar vidas.

No cuenta ni con empresarios ni con trabajadores a la hora de reactivar la economía y evitar que todo nuestro tejido productivo salte por los aires. Realiza variados planes, con distintas ocurrencias, que coinciden en el daño que hacen a nuestra economía.

No sabe contar la merma de ingresos que están sufriendo tantas empresas en estos meses de cierre, en su afán por seguir recaudando cuando no hay actividad y no aplicar la condonación de impuestos y cotizaciones mientras duren las restricciones.

No sabe contar el quebranto que supondría para el turismo, el comercio, la hostelería y el ocio el no poder abrir hasta diciembre, en un país en el que esas ramas de actividad concentran un tercio de nuestra producción y empleo.

No sabe contar las necesidades de liquidez de las empresas, y en lugar de asegurar liquidez real ilimitada garantizada para ellas, ofrece paquetes muy limitados de avales con un largo procedimiento burocrático, que hace que no lleve tramitado ni el 30% de la movilización que anunció entre la parte pública y la privada.

No sabe contar bien sus propios ingresos y gastos, pues, en un hecho sin precedentes, envía a Bruselas una actualización del programa de estabilidad donde no concreta la estimación de déficit y deuda para 2021.

No sabe contar bien la relación entre recaudación y evolución económica, pues ante su propia estimación de un 9,2% de caída del PIB, considera que la recaudación caerá sólo un 5,3%, con el impuesto con más fuerza recaudatoria -el IRPF- disminuyendo poco más del 2%. La AIReF ha tenido que venir a hacerle esas cuentas y alertar del optimismo gubernamental.

Y no sabe contar, en definitiva, con los españoles y con el hecho incuestionable de que con la pasividad del Gobierno a la hora de hacer test, su lenta apertura de la economía y los límites que impone, que hacen imposible reactivar la hostelería y el turismo, al horror de los estragos causados por el virus se unirán los todavía mayores estragos que causará la ruina económica en la que nos están metiendo.

Al final, todo el desastre se resume en que en el Gobierno no han contado con los más válidos, sino con los más dogmáticos extremistas de izquierda, con los más llenos de rencor y de odio, o con los más moldeables por lucir la cartera ministerial en el caso de que el ministro pueda tener los conocimientos adecuados, para dar un barniz de respetabilidad a un banco azul incompetente.

Los españoles deberíamos no olvidarnos de esto, iniciar la cuenta atrás para librarnos de tal incompetencia y, cuando llegue la hora de votar, hacer que no cuenten con nuestro apoyo.

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