Santiago, la importancia del Patrón de España

Santiago, la importancia del Patrón de España

Hablar de Santiago Apóstol, Santiago el Mayor o de Zebedeo, a su vez hermano del evangelista San Juan y elegidos por Jesucristo para ser Sus discípulos, probablemente sea de las cosas más importantes de las que hemos de hablar. Participa en hechos tan destacados evangélicos como la presencia de Jesus en el monte de los Olivos y estuvo en Su aparición después de Su Resurrección.

Su llegada para evangelizar Hispania, hoy España y Portugal, la hace según la tradición terminando finalmente en Galicia, en la «finís terrae». Durante su viaje a España se le aparece la Virgen María para animarle en su evangelización de Hispania ante las dificultades. Esta es la primera aparición de la Virgen en la historia viviendo aún la Virgen en Nazaret, siendo una gracia especial de Dios al Apóstol. De aquí surge la devoción a la Virgen del Pilar. Gracias a Ella se inició la evangelización en España y España más tarde la del mundo, y ese pilar en el que quiso la Virgen aparecerse, la base sólida en la que sustentarnos aún en los momentos de máxima dificultad. San Juan Pablo II la proclamó Estrella de la nueva Evangelización y con su amparo poder acometer las máximas dificultades.

A partir del año 813 numerosos cristianos del norte de la península comenzaron a peregrinar y también del resto de Europa . En el  1222 el Papa  Calixto II decide implantar el Año Santo Compostelano. Desde el siglo noveno todos los Reyes reconocen al Apóstol como su Patrón y en el siglo XVII el Papa Urbano VIII declaró a Santiago Patrón de España (compartiéndolo con Santa Teresa desde 1627 ). Desde 1646, con Felipe IV se institucionaliza la ofrenda por parte de los Reyes al Santo, siguiendo lo que hicieron desde el origen todos los Reyes Cristianos.

Santiago es además patrón de la Caballería, y desde la batalla de Clavijo, en el 844 el grito de Santiago y cierra España, al igual que en la batalla trascendental de las Navas de Tolosa, es hasta hoy el grito para llamar a la formación militar a cerrar filas ante el enemigo, y también con ello a la unidad de la Nación. Esta celebración de Santiago donde SM el Rey ha acudido nuevamente para realizar la ofrenda a Santiago, acompañado de SM la Reina, de SAR la Princesa de Asturias y de SAR la Infanta Doña Sofía, ha sido especialmente importante, dadas las actuales circunstancias que atraviesa nuestra patria. Creo ha llegado la hora de proclamar sin ambages lo que significa España como gran nación occidental que es y heredera de un imperio que durante tres siglos dominó el mundo, descubrió un nuevo mundo, circunvaló por primera vez el orbe, proclamó la defensa de los derechos humanos, fue la luminaria del progreso universal en todos los órdenes, y como cuestión trascendental difundió el catolicismo y su evangelio en todos los puntos cardinales de la tierra.

Podríamos extendernos en todo lo que supimos hacer y proclamar, y por ello, aún hoy, significan muchísimo más nuestros hechos históricos y nuestro bagaje espiritual y cultural como influencia objetiva, que por supuesto nuestro actual peso económico, diplomático, militar, o de cualquier otra índole. España ha de creer en primer lugar en sí misma, y estar plenamente orgullosa de lo que es. Jamás una nación renuncia a su historia, a su religión, a su cultura, a su lengua y a sus tradiciones, y todo ello es la mejor base y el mejor bagaje para construir sabiamente el futuro. Otras culturas defienden y anteponen a Confucio, Buda, o a Mahoma y construyen su presente y su futuro sin renuncia alguna, es más, reforzando su valor todos los días.

Como nos recordó San Juan Pablo II, en su recordadísimo viaje a Santiago de Compostela, en 1982. «Europa, vuelve a encontrarte, se tú misma, descubre tus orígenes, aviva tus raíces, revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes … el alma de Europa permanece unida porque, además de su origen común tiene idénticos valores cristianos y humanos, como son los de la dignidad de la persona humana, del profundo sentimiento de Justicia y libertad, de laboriosidad , de espíritu de iniciativa, de amor a la familia, de respeto a la vida, de tolerancia, de cooperación y de paz….»

Toda una lección permanente de quien fue clave para la caída del comunismo, que ahora con nuevos disfraces quiere volver a querer imponer el mal a la sociedad y quiere hacerlo singularmente en España, cuna del cristianismo, para deshacer su ejemplo constante en defensa de la Fe y que ello pueda en cascada contagiar a Hispanoamérica y otras áreas de nuestra influencia. España, es bastión de los avances sociales y culturales más modernos desde hace siglos, de los verdaderos avances y del auténtico progreso de la sociedad en todos los órdenes, pero de un progreso basado en principios y valores sólidos cincelados durante siglos y siglos de historia, referentes en el pasado, referentes hoy, y referentes para un futuro seguro.

Santiago es el Patrón de España y ello debiera ser uno de los momentos más importantes del calendario, y no obviarlo como indeseablemente se ha hecho por el Jefe del Gobierno. No hay palabras. Además, todo lo que representa el Camino de Santiago es vertebrador de nuestra nación pero también de Europa. Sin embargo, es hora de ir diciendo que todo ello, por supuesto, es un hecho cultural de primera magnitud y un hecho que atrae a otras culturas, -muy bien-, de otras latitudes, de hermanamiento y solidaridad. Perfecto. Pero antes de nada y en primerísimo lugar, y a años luz de lo demás, todo lo que representa el Camino peregrino y lo que representa Santiago es la especial circunstancia de la proclamación de la fe católica, creadora de España y creadora de Europa. Tal cual. Es nuestra civilización cristiana, en mayúsculas.

Ha llegado el momento de reivindicar con orgullo nuestra vocación y amor a España y el gran legado que representa, cuya parte inseparable y creadora es nuestra fe cristiana, tanto de quien la ejerce todos los días, como de quienes lo hacen intermitentemente, o de quien lo hace en momentos clave de su vida, o de quien no lo hace, pero lógicamente en ningún momento renuncia a ser heredero de nuestras raíces y civilización cristianas y de todos sus valores. De quienes no reniegan de sus padres y de sus orígenes, en mínimo agradecimiento a una verdad y una realidad incontestables, y a la más sencilla lógica.

Por todo ello, celebrar a Santiago con todo lo que representa, sin disfraces de conveniencia para no hablar directamente del permanente valor de nuestro pasado, presente y futuro cristiano, ha de volver a ser la primera premisa. Una premisa de verdad, máximo respeto y compromiso con lo que somos. Una premisa que es intelectualmente irrenunciable, se practique o no, por coherencia y mínimo conocimiento de los principios necesarios en bien de la sociedad. Que también represente un referente cultural sin igual es muy bueno así mismo, pero ello no lo podríamos deducir nunca, y beneficiarnos de ello menos, sin anteponer lo primero.

Esto es indispensable para no perder el norte y con ello para tener claro lo que es España a la que con todos los medios a su alcance muchos quieren «desacralizar», confundir, y destruir, con inventos manipuladores del materialismo de la nada. España y el resto de Europa son cristianas, y quienes hemos decantado siglos desde nuestros orígenes grecorromanos – la lengua, el derecho, la ciudad, la ciudadanía, la religión y numantinos, la libertad, la dignidad, el honor, el sacrificio-, y hemos creado los derechos humanos y la democracia, siempre vertebrados y conducidos por nuestras raíces y fe cristiana, hemos de dar ejemplo. Es hora de dar un paso adelante y atestiguar «de iure» y de «facto» esta realidad sin caretas ni disfraces. La modernidad y el progreso se basan en la verdad y la verdad es la columna y el basamento más sólida de la libertad.

La libertad es lo más preciado para engrandecer a la persona y Santiago bien ha de ser desde este momento, desde lo que significa al traernos la fe cristiana, el bastión irrenunciable para el profundo fortalecimiento de España, sin miedos ni renuncias.

Lo último en Opinión

Últimas noticias