Sánchez pretende un matrimonio mixto con Vox

Sánchez pretende un matrimonio mixto con Vox
Dávila frase
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Ésta es la impresión gráfica, y a lo mejor exagerada, que está haciendo gracia en la dirección del Partido Popular y que irrita sobremanera en Vox. Con alguna razón desde luego. Ninguna denominación de las sabidas hasta ahora responde como ésta -afirman taxativamente en Génova- a una doble realidad: la de la redicha coyunda mixta y la de la constancia demoscópica que se tiene en la sede popular, de que por encima del 10 por ciento de votos, siempre van a tener que echar mano del partido de Abascal para alcanzar la cota de los 150 escaños, un dintel que muy difícilmente puede superar en solitario.

En unos días en que el PSOE, su Gobierno y básicamente Sánchez, están mostrando su absoluta inutilidad en cuestiones tan fundamentales de una sociedad civilizada como el apagón eléctrico o la hecatombe de los trenes, los ejecutivos del PP no creen que estos sucesos, que en otro país hubieran tumbado al Gobierno más estable, puedan tener como resultado en nuestro país la caída de Pedro Sánchez.

¿Por qué? Fácil, porque opinan que el citado es un desaprensivo diabólico que no se mueve ni por los resortes, ni por los principios del resto del Universo. «Como no tiene límites -dice un alto cargo del PP- los límites de los demás le traen directamente al fresco».

Aun así, los discípulos/as de Feijóo suelen señalar que «estamos en tiempo de descuento», lo que viene a significar que «esto» (literal) ya ha terminado incluso con la cuenta atrás. Penaltis. No se atreve el PP, y hace bien, en cuantificar esta prórroga porque depende de la sola voluntad del presidente aún en funciones, inconstitucionales, pero funciones al fin.

Lo mismo le da a este sujeto por levantarse una mañana en los jardines de la que cree su residencia sempiterna, llama al BOE y disuelve las Cortes, que le continúa haciendo un permanente corte de mangas no ya al gran partido de la oposición, sino al país en general, y sigue empotrado en su sillín porque, como todos los psicópatas, ha llegado a creer que la banqueta es solo suya.

Para esta realidad se dice estar preparado el PP. Maneja todos los elementos, los controla más bien que mal, pero hay uno que se le ha escapado: la propia subsistencia política de Vox, partido al que, por utilizar un argot catalán, “ya le va bien” que todo siga en el actual esta de cosas. El PP ya ha renunciado a destruir a Vox, ¿Vox ha renunciado a sustituir al PP? Hace unos meses, una persona familiarmente vinculada a los estrados de gestión de Vox, le dijo al cronista sin edulcorar un ápice la trascendencia del aserto: “A quien más le molesta esta situación es al PP que se está eternizando en la oposición, nosotros ya sabemos que vamos a ser oposición por los siglos de los siglos”.
Sin embargo, existe una pregunta ineludible: por qué Vox es el único partido de los suyos en Europa que no ha llegado al poder.

El último ejemplo es el acaecido este fin de semana en Rumanía donde el socio de Abascal, el ultraderechista Simion, se ha encaramado, en primera vuelta, al primer puesto de las preferencias electorales de sus compatriotas. Vox no está en esa expectativa, como tampoco está -y en eso le apoya su razón política- servir más de muleta del Partido Popular.

Por eso los habitantes de la calle Bambú, decidieron, y acertaron, según piensan, ¡fíjense!, en el mismo PP, en romper la coalición en las regiones y municipios. Entonces, uno de sus militantes distinguidos, no precisamente afecto a los dirigentes que gobiernan la organización, se expresó de este modo ante el cronista: «Si hubiéramos seguido asfixiados por el PP hubiéramos terminado en la irrelevancia como ya le sucedió a Ciudadanos». No estaba mal tirado el dardo.

El PP debe asumir que muchos de los votantes de Vox guardan el mismo rechazo a Sánchez que al PP. Los simpatizantes no son conscientes de que los asesores de Sánchez pregonan que su aliado preferente es Vox. Con esa desvergüenza lo proclaman. A Sánchez le importa una higa que Vox pueda significar exactamente lo mismo que sus homónimos europeos, esos que en su mayoría ya están en el poder. No existe la menor posibilidad, repetimos, ninguna, que, de aquí a las próximas elecciones -si es que al final se celebran que con este individuo nada se puede dar por asegurado- el centroderecha español, liberal y conservador, pueda suscribir pacto de interés alguno con el proyecto de Abascal.

Puede parecer bien o mal, pero esto es así. Abascal no quiere ser suplente de Feijóo ni tampoco el gregrario que le lleve a la meta. De ninguna forma. A nadie se le puede engañar a este respecto. En la casa fundadora de Ferraz tienen a Vox como el enemigo a palos que les sirve para sus menesteres. Para el bien superior, que no es otro que expulsar cuanto antes del poder al desaprensivo Sánchez, sería estupendo que la oposición al psicópata revisara su estrategia a estos efectos. El tiempo de descuento en el que vive la política de este país ya imagina que Sánchez pueda perpetrar su última sorpresa, por esto todo el mundo debe permanecer en primer tiempo de saludo aguardando su próxima trapacería El tipo no para.

Este es un diagnóstico irrebatible, como lo es que el PP y Vox gozan de una enorme una oportunidad para terminar con este psicópata que está emplazando groseramente a los segundos para que se avengan al matrimonio. Mixto, execrable, pero es es el ardid, la martingala de Sánchez. Por tanto, todo lo demás que no sea la repulsa es un regalo a este ventajista, el peor malhechor de la política española desde los tiempos lejanos de Fernando VII.

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