Sánchez: «¡Presoak kalera!»

Sánchez: «¡Presoak kalera!»

Presos a la calle. La mosca ya no está detrás de la oreja; está a punto de trepanarnos el tímpano. Sánchez va sometiéndose a todos  los chantajes de sus socios de la censura. Valle de los Caídos y Franco; la fiscal general que investigará la actuación de Policía y Guardia Civil durante la subversión separatista de octubre; el abordaje impúdico de las encuestas del CIS; la bochornosa ocupación política de RTVE; la religión expulsada de los colegios; y ahora los presos a las puertas de casa. Lo previsto. Queda esto, insultante, agresivo, indecente: la salida de los asesinos de ETA. El plan es diabólico: traslado de los presos al País Vasco como providencia inicial e inmediatamente las prisiones a la buchaca del Gobierno de Vitoria.

Urkullu y los suyos, agobiados por la cercanía de los etarras de Bildu, cumplirán con la faena, de forma que las Juntas de clasificación de las cárceles permitirán generosos permisos a los homicidas y a sus cuádrigas de cómplices, a esos sujetos que el PNV denomina “internos sin sangre”. “¡Presoak kalera!”, la exigencia por la que tanto ha matado ETA ya está conseguida. Sin perdón a las víctimas, sin reparación, sin confesión por las miles y miles de fechorías aún incógnitas. Todos a la calle y Sánchez en La Moncloa correteando con su perrita. Encima le dan el trabajo hecho. El PNV ha depositado en el bienhacer del exconcejal de Herri Batasuna, Jonan Fernández, la organización de las excursiones liberadoras.

Los pueblos del Goyerri y hasta los de esa Navarra a punto de ser colonizada por los felones de Uxue Barros y su parentela política, recibirán a los sanguinarios con aurreskus multitudinarios mientras el Gobierno de la nación habla, sin piedad para las víctimas, de una nueva  política porque “hay que tener en cuenta —literal— que ETA ha dejado de matar”. Nadie se engañe: el acercamiento no es más que una etapa intermedia; la salida a mogollón de los pistoleros es la estación término de lo que ya está diseñado. Un día de estos se sabrá que el criminal Santi Potroscojones en euskera— será de los primeros en beneficiarse del miserable  entreguismo de Sánchez y de su ministro Grande-Marlaska, antaño, cuando no estaba seducido por el poder político, un bastión enorme en la lucha contra el terrorismo.

Sí, Potros, Santiago Arróspide Sarasola, el instigador del tremebundo y letal Comando Madrid y el promotor del atentado de Hipercor, ya ha cumplido 70 años y el pobrecito por tanto se merece entrar en ese zurrón de presos “mayores” que el Gobierno de la Nación, contra el parecer de todas las víctimas, se propone redimir. Una “amnistía encubierta” la denomina un antiguo y muy importante jefe de la Seguridad del Estado. Y lo dicho: Sánchez en La Moncloa pagando  cheque a cheque sus chantajes de la censura, disimulando con estupideces como la exhumación de los huesos de Franco, con un improvisado “Welcome Refugees”, y una eutanasia que pone los pelos de punta a los millares de médicos del país, su rendición ante la ultraizquierda soviética y el separatismo dinamitero. “¡Presoak kalera!”.  ¿Quién dijo que ETA había sido derrotada? Un bochorno nacional.

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