¡Sánchez, parla la llengua de l’imperi!
Si Pedro Sánchez tuviera la ‘fortuna’ de ser un ciudadano de la ‘Generalitat republicana’ de Pere Aragonès y Oriol Junqueras, siendo un ser que no habla catalán y que no lleva lazo amarillo, recibiría el siguiente trato por parte de sus ‘amigos’ de Esquerra: si trabajara en un comercio de cara al público, o en un bar, y no atendiera en “la llengua de l’imperi” algún patriota ‘estelat’ con su camiseta de “Espanya és una dictadura” le escupiría y pediría al encargado que le despidiera. Además, el patriota denunciará al comercio ante Plataforma per la Llengua (ahora sortean suscripciones a Netflix entre los chivatos) para que radicales separatistas en redes lincharan la reputación del establecimiento.
Si Pedro Sánchez, tras haber sido humillado en su trabajo de cara al público, quisiera dejar el sector privado y ser funcionario de la ‘Generalitat republicana’ se encontraría que sin tener un nivel de catalán acreditado por el Soviet de Pureza Lingüística – no basta con hablarlo y entenderlo – nunca podrá conseguir la plaza. Y lo mismo en casi todas las administraciones, incluyendo las que controlan los socialistas. Si no tienes en tus nalgas el sello de “domina la llengua de l’imperi” puesto por algún comisario lingüístico, el sector público no es para ti por mucho que la Constitución consagre que todos los españoles somos iguales. Para ser funcionarios en Burgos sí que lo somos y todos podemos presentarnos, para serlo en Vic o en Cornellà de Llobregat, no.
Tenemos a Sánchez sin plaza de empleo público y ha sido humillado por atender de cara al público. Como alternativa, pide ayuda económica a la familia y decide montar un negocio de souvenirs en Las Ramblas, para cuando vuelvan los turistas extranjeros. Así se evita el trago de que los activistas de Esquerra por la pureza lingüística le molesten, dado que no van a ir a comprar a su tienda. O eso se cree. Pero a la media hora de inaugurar el local ya tiene una campaña en redes señalando e insultando al comercio por vender figuras de sevillanas con traje de faralaes y de toreros con el capote rojigualda, lo que es una grave provocación en la capital de la Generalitat Republicana.
A la hora y media un inspector lingüístico gubernamental y socio de la ANC le ha multado por tener la rotulación del local en castellano, inglés, francés, alemán, holandés, sueco, polaco, ruso, chino, árabe… pero no en catalán. A las tres horas, alertado por el inspector socio de la ANC, un inspector del Ayuntamiento de Barcelona, militante de los ‘comunes’ y también socio de la ANC, le abre un expediente por tener en el portal tres macetas, lo que atenta contra las ordenanzas municipales. Esa noche, un comando de ARRAN le pinta “feixista fill de puta” en la persiana y se lleva las macetas.
Pero Sánchez no es ciudadano de la ‘Generalitat republicana’ y reside en un paraíso de tolerancia como es Madrid donde nadie le impone en qué lengua ha de hablar, que ideología ha de seguir y puede expresar tranquilamente sus ideas sin temor a que le pinten la fachada de su casa con insultos de todo tipo y sin que los vecinos le retiren el saludo por no tener una estelada en su balcón – cómo pasa en docenas de pueblos de la Cataluña interior-. La gente como Sánchez, los cómplices de los separatistas que viven en Madrid, viven en libertad, y no como centenares de miles de catalanes que viven sojuzgados por un partido totalitario como Esquerra. Nadie presionará a Sánchez moralmente para que vaya a las manifestaciones separatistas, bajo amenaza de perder amigos y la vida social. Nadie le inquirirá sobre si ha donado o no para la caja de resistencia para pagar el chalet de Puigdemont en Waterloo, o si se ha sacado ya el carnet de la ANC o de Òmnium. Sánchez es libre. Los que viven bajo el yugo de sus ‘amigos’ y socios de Esquerra, no lo son.