Sánchez no puede aceptar votos manchados de sangre

Sánchez no puede aceptar votos manchados de sangre

Bien mirado, la estrategia de Sánchez para ser investido presidente no tiene especial mérito. Como navega a favor de la corriente del voto, sabe que haga lo que haga más pronto o más tarde se mantendrá en el Palacio de la Moncloa. Y así le hemos visto en las últimas semanas; girando sobre sí mismo, encantado de la vida, hablando con todo el mundo en 360 grados a su redonda. A Ciudadanos y Partido Popular les pide la abstención, a Podemos su apoyo sin nada a cambio y a los independentistas les promete el oro y el moro, y luego ya se verá. Si sus interlocutores ceden, bien; y si no; bien también. Durante este diálogo ha reforzado su perfil institucional y todas las encuestas internas de La Moncloa en el caso de repetir elecciones coinciden en que el PSOE lograría en torno a 150 diputados.

Pero hay ciertas líneas rojas que ni con el diseño de la mejor estrategia política conviene cruzar. Pactar con golpistas y con amigos de asesinos es una de ellas. Al PSOE posterior a la Transición siempre le ha caracterizado su sentido institucional, su responsabilidad de Estado. Y este es un capital simbólico y político que siempre le ha acompañado y que, por ejemplo, ha hecho que ni en sus peores momentos electorales haya sido sobrepasado por Podemos, que es justo lo contrario, es decir, un partido antisistema y desestabilizador, por mucho que ahora Iglesias y Monedero hablen con voz meliflua, siguiendo instrucciones de Pablo Gentili, su nuevo asesor estrella.

Ahora Sánchez navega un momento dulce, pero la política es un juego a tiro largo. Tarde o temprano las cañas se tornarán lanzas, y cuando ello suceda, si el PSOE ha pactado con golpistas y filoterroristas, los socialistas han de tener por seguro que no les saldrá gratis.

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