Sánchez se impugna a sí mismo

Pedro Sánchez

Vota a Sánchez, conocerás mundo, decían. El inquilino de la Moncloa quizá haya decidido castigar a los jóvenes españoles sin pagarles el Interrail este verano por no haberle votado en número suficiente como aspiraba. Desconozco si el ministerio del ramo ha publicado ya la resolución sobre las condiciones para disfrutar de estos descuentos, pero se me plantea la duda de que el pago de este gasto a partir del 23 de julio, fecha después de la cual el Gobierno de Sánchez entra en funciones, pueda considerarse como «despacho ordinario de los asuntos públicos», según establece el artículo 21 de la Ley del Gobierno.

Es claro que estos recientes anuncios electoralistas de Sánchez tuvieron una clara motivación política, como fue la proximidad de las elecciones autonómicas y locales, cuyo desastre para el PSOE y sus socios, a excepción de Bildu, le ha llevado precisamente a adelantar la convocatoria de las generales. Y es esa motivación política la que, según la doctrina del Tribunal Supremo, haría que estos gastos no fueran una acción neutra, ordinaria, de despacho de los asuntos públicos. Pero sabios habrá para dilucidar con mucha más claridad que uno esta cuestión.

Lo mismo ocurre con otros varios anuncios electoralistas del secretario general socialista, que se propuso convertir el Consejo de Ministros en el carromato del vendedor de elixires de su eterna juventud monclovita. Pero el retrato políticamente decrépito que le ha devuelto el reflejo del 28M, a modo de cuadro de Dorian Gray, ha desmentido de un golpe la falsa lozanía injertada por un Tezanos más entregado que nunca a la pompa de su superior y no a la circunstancia de esta pasada cita electoral.

Una cita con las urnas que presagiaba, después de cinco años de deriva sanchista, el definitivo tornaviaje de España, impulsado por Isabel Díaz Ayuso con su victoria del 4 de mayo de 2021. La presidenta madrileña ha demostrado que ella ya está de vuelta cuando todo el mundo va, que actúa cuando el resto hace planes y que avanza cuando los demás se amurallan. La mayoría absoluta conseguida este domingo en la Comunidad de Madrid confirma que así lo han visto también los ciudadanos.

El incendio que, por el contrario, le ha saltado en el barco socialista a Sánchez la noche del pasado domingo es de tal envergadura que ha decidido atajarlo con uno de esos métodos que se anuncian ahora: el de una bola que se tira en medio del fuego, donde explota y ahoga las llamas. El remedio prosigue causando una enorme humareda negra, de tal modo que la apabullante victoria del PP pudiera quedar oculta para la opinión pública pocas horas después de producirse. Si para adelantar unas horas el efecto fumígeno hay que saltarse la Constitución y llamar a los españoles a las urnas sin la previa deliberación del Consejo de Ministros, convocado a posteriori del anuncio, pues también le vale.

Sánchez se equivocó al plantear el 28M como unas generales plebiscitarias en torno a su persona. Salió a por todas, bien pertrechadas las alforjas -no las forjas, ministra portavoz- con el presupuesto público acrecentado vía impuestos por los españoles a causa de la inflación. Aunque para este viaje… Los anuncios electoralistas de Sánchez conllevan un compromiso de más de 10.000 millones de euros, por encima incluso del ajuste fiscal que reclama Bruselas a nuestro país para el año próximo.

Después de que el pasado domingo cayera estrepitosamente derrotado el modelo de gobernabilidad al que se ha agarrado en estos años, entregado a los golpistas catalanes y a los testaferros de ETA, Sánchez se ha dejado la puerta abierta a la refutación de sí mismo, si finalmente es el candidato.

Rotas aparentemente las ligaduras con sus socios con esta llamada a las urnas, tiene un mes y medio para convencernos de su fe de converso, presentándose como el adalid de la impugnación de todo aquello con lo que ha logrado mantenerse en el poder.

Su máxima será tratar de mantener escondido el retrato de un político achicharrado y consumido por sus propios incendios, confiando en repetir todos los pasos que le han traído hasta aquí. Ya lo decía el propio Oscar Wilde: «La única ventaja de jugar con fuego es que aprende uno a quemarse». Así que al loro.

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