Sánchez desarticula a los tontos del haba

Sánchez desarticula a los tontos del haba

Sí, a esos que se han pasado los años predicando la “grosse koalition” en España entre el PSOE y el Partido Popular. Investidos de buena fe y de un caudal patriótico inagotables, han venido culpando por igual a Sánchez y a Casado, de un pecado mortal incluso para el provenir de nuestra Nación: no llegar a un acuerdo para formar un Gobierno “de Estado”, un Ejecutivo de salvación nacional bipartito para impedir la disolución política, social y económica de España. Muchos de estos voceros se han creído -o si no lo han creído, lo han disimulado- las constantes y cínicas referencias del aún presidente a la “unidad”, a “arrimar el hombro” conjuntamente, a sus quejas lastimeras porque sus ofertas nunca encontraban respuesta en la oposición. Es más, cuando tras las ágrafas e insultantes diatribas de la portavoz socialista, Lastra, el PP (y Ciudadanos cuando estaba en la oposición) advertían que con un partido así no se podía  ir ni a recoger una herencia porque se la quedaban por el camino, los medios proclives, algunos antiguos prebostes del PP y los tontos del haba a granel que en este país abundan tanto como las setas en octubre, no se daban por descalificados; seguían en la brecha diciendo cosas tan textuales como ésta: “Hay que hacer un enorme esfuerzo para lograr el entendimiento”. Todo ese grupo de bienpensantes, que celebran su onomástica el 28 de diciembre, día (lo recuerdan) de los Inocentes, enunciaban frases solemnes, revestidas de una enorme solvencia. Y había gentes del país que compraban su mercancía.

Pero, hete aquí que de pronto Sánchez con su natural desahogo, les ha sacado, pienso yo, de la ensoñación. “Yo nunca he querido pactar una coalición con el PP”, ha dicho el todavía presidente, lo cual era visible desde el primer momento de su gobernación. Según opinan los psiquiatras de guardia del cronista, a Sánchez le mueve la revancha y, no se sabe por qué, el odio propio, de manual, de los psicópatas narcisistas. Está en marcha, creo yo, algún trabajo editorial que desvelará que el todavía presidente no es hijo genéricamente de ningún aguerrido luchador contra el franquismo, y que tampoco él fue desde su más tierna infancia, un corajudo guerrero contra el fascismo que ahora denuncia. Es de esperar que ese trabajo corra mejor suerte que el que se publicó hace años y que desvelaba la falsa historia que se había montado Zapatero con su abuelo, agente doble, ejecutado por los nacionales porque fueron los que llegaron primero a aprehenderle.

Esta digresión sirve para acentuar que el signo utraizquierdista de Sánchez es tan reciente como furiosa, engordada además por su repudio al “moderantismo” que su partido ha acreditado desde la Transición hasta la fecha. Alguien que le conocía sobremanera como Pérez Rubalcaba, destacaba en Sánchez dos características: su inconsistencia y su capacidad (sic) para decir una cosa y la contraria y asegurar que las dos son verdad. Pues bien, esa ha sido precisamente su táctica con el PP:  impartir la especie de que estaba dispuesto a consensuar “hasta donde haga falta” una política común con el Partido Popular, mientras, por dentro tranquilizaba a sus huestes, afirmando, con similar énfasis, que nunca, nunca, pactaría nada con el partido de Casado. Es decir, exactamente lo que ahora ha reconocido porque, quizá, le haya interesado en este momento acentuar su filiación ideológica, no vaya a ser que sus socios leninistas le puedan comer la merienda en esa excursión.

Lo importante pues es que Sánchez ha dejado para el tinte sus artificiales declaraciones, y las tontísimas especulaciones de quienes, desde el centro derecha, han venido pregonando un pacto “de Estado” con este individuo. Hace unos días, un dirigente del PP que aún anda sumido en estas estupideces me decía: “Mira, lo que se trata ahora es de intentar un acuerdo para los Presupuestos con la promesa firme por parte de Sánchez de que a continuación va a convocar elecciones”. Excuso decir qué cara se me quedó escuchando tamaña insensatez. No hace falta un renglón para afirmar que, si tal cosa se produjera que, si el PP se aviniera, tras presiones mil, a entregar sus escaños a Sánchez, éste se los quedaría para salvar el trámite enojoso de las Cuentas y se olvidaría, al minuto, de cualquier compromiso como el que algunos diletantes del PP han venido predicando. Pero, ¡hasta dónde puede llegar su estulticia! ¿Es que ni siquiera el reconocimiento de Sánchez de que, ni por un momento, ha pensado en pactar con el PP, se van a convencer estos bienintencionados de que con este hombre no hay nada que hacer? O, mejor dicho: sí hay algo que hacer: tomar todas las previsiones para impedir que, como amenaza, su pésima gestión se prolongue otros tres años más. Sánchez ha desarticulado a los tontos del haba. ¿Para siempre? No lo creo, algunos de ellos, por bondadosos que aparezcan, son unos tontos del haba a tiempo completo. “Full time” que suena tan estupendamente.      

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