PRIMERA LÍNEA

Sa Feixina y van…

Sa Feixina
Sa Feixina y van…

Perdida la batalla judicial, que además dictaminaba su valor patrimonial y artístico, los partidos de izquierdas se niegan a catalogar el monumento de Sa Feixina, situado en el barrio de Santa Catalina de Palma. Curiosamente, son los mismos partidos de izquierdas –exceptuando Unidas Podemos- que ya en el año 2010 acordaron adaptarlo a la Ley de Memoria Histórica, siendo Aina Calvo, alcaldesa de Palma y José Hila –el actual alcalde-, su hombre de confianza. Desde entonces, acercarse al estanque a los pies del monumento permite la lectura en varios idiomas del texto consensuado instando a evitar que en el futuro puedan volver a reproducirse enfrentamientos fratricidas.

Es en sentido estricto un mensaje de concordia. Lo sintomático es que tenía lugar una década antes de la deriva del PSOE hacia la extrema izquierda en común acuerdo, y perfecta sintonía, con los antisistema de Unidas Podemos, protagonizando así el revanchismo que se repite y se repite en Baleares.

Se mire por donde se mire, es una incoherencia que los mismos que dieron el visto bueno a la homologación de Sa Feixina, sean ahora los que acaban negándola al parecer subyugados por la intransigencia de Unidas Podemos y de Més, que si ya eran raritos antes, ahora se superan a sí mismos. De paso, el alcalde socialista José Hila, que aspira a la reelección, una vez más viene a demostrar que es un pusilánime y un auténtico peligro para la ciudad.

Cuando el año 2015 la izquierda volvió a la alcaldía de Palma, ahora sí con los de Unidas Podemos y un Més radicalizado, vuelta la burra al trigo. Esta vez, con la intervención revanchista de Memoria Democrática de Mallorca. Por cierto, Memoria Democrática de parte. ¿Para cuándo las fosas comunes en la isla de Menorca? ¿No eran aquellos represaliados hijos de la tierra?

Es necesario recordar que la iniciativa de 2010 contó con la unanimidad de todos los grupos municipales y, asimismo, cabe suponer que ya se intuía su valor artístico tratándose de una obra de Francesc Roca, considerado uno de los mejores arquitectos mallorquines del siglo XX. ¿Qué había cambiado? Sencillamente, el empecinamiento en querer reescribir la historia faltando a la verdad si fuera preciso. El revanchismo en pleno ataque de histeria.

El crucero Baleares fue hundido la noche del 6 de marzo de 1938 y cuando amanecía los supervivientes intentaron alcanzar los destructores británicos que habían acudido a su rescate, mientras eran ametrallados cobardemente por la aviación republicana indefensos en el mar. La armada británica no se podía permitir repeler el ataque ante el riesgo de desencadenar un conflicto internacional. Así pues, ataque no solamente cobarde, también criminal.

La Asociación de Vecinos de Santa Catalina no puso objeciones al cambio alcanzado por unanimidad en el Ayuntamiento de Palma, gobernado por la izquierda. Lo que sí dijo fue hasta aquí hemos llegado, cuando la izquierda liderada por Unidas Podemos y Més empezaron con la matraca del derribo.

Ahí es cuando se inició el proceso judicial, cuyas sentencias conocemos. El Supremo ha tenido la última palabra. Pero resulta que el Consell Insular de Mallorca, que preside la socialista Catalina Cladera y de quien depende la competencia en Patrimonio, se ha negado a catalogar el monumento. Para la izquierda radicalizada nada ha cambiado, a pesar de haberse desprovisto de cualquier simbología franquista. Si montaron un circo con su cadáver, cómo no van a desalojar unas piedras que Franco vino a inaugurar en 1947.

Ignoran interesadamente que el monumento de Sa Feixina fue posible por suscripción popular motivada por las escenas trágicas vividas en el puerto de Palma con la llegada de los supervivientes. Porque en definitiva se trata únicamente del recuerdo emocionado ante una tragedia que conmocionó a nuestros antepasados. Vale, que lo derriben. ¿Van a devolver con intereses las cantidades aportadas por ciudadanos movidos por la compasión?

Es probable que el Régimen decidiera apropiarse de una iniciativa nacida sencillamente de la voluntad de la gente corriente. Pero una vez despojado de simbología franquista, hoy sólo encarna un mensaje de reconciliación.

La prensa local apesebrada se ha limitado, como mucho, a recoger cómo ha ido el proceso judicial, pero en ningún caso persiguiendo profundizar en los pormenores del asunto. Y ahora, con sentencia firme, tampoco ha buscado respuestas para explicar el porqué de tanto empecinamiento. Estos días, los titulares se han empleado a fondo en vocear la escandalosa iluminación para la exaltación de un monumento fascista. Hasta el propio alcalde Hila ha empleado esta palabra. Parece haberse olvidado de lo que hizo en 2010, votando sí a una homologación que simbolizaba reconciliación.

Una contradicción en definitiva. Un donde dije digo, digo diego porque solo busca esta izquierda la negación sistemática de cualquier posibilidad de diálogo. ¿Esto es lo que de verdad quiere el elector de Baleares?

En aquellos lejanos años transcurridos, nuestros abuelos libraron una cruel disputa entre hermanos que nunca debió suceder. Ahora lo reconocemos, la gente de bien al menos. Nada tiene que ver con el presente reivindicado en manos de una extrema izquierda que solo persigue la revancha.

El monumento de Sa Feixina debe permanecer en pie porque nos recuerda de lo que desgraciadamente un día fuimos capaces. Memoria Democrática de Mallorca, con su empecinamiento, nos advierte de las consecuencias de ir apostando cuatro años más por una extrema izquierda anclada en el odio.

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