Rivera pone derecho el mundo al revés

Rivera pone derecho el mundo al revés

En amplias zonas del País Vasco y de Navarra durante demasiado tiempo se ha vivido el mundo del revés; es decir, ensalzando a asesinos que querían imponer una perversa ideología totalitaria –y a veces ni siquiera eso, sino algo mucho más primitivo: el puro sentimiento de la tribu–, mientras que se despreciaba a las víctimas, a inocentes muertos en defensa de la unidad de España y de la libertad constitucional. Por ello mismo, la visita de Albert Rivera al pueblo de Miraballes, lugar natal del asesino Josu Ternera, trasciende la anécdota del tiempo electoral que vivimos para elevarse al nivel de la categoría.

Ante semejante vulneración de las más elementales normas morales, políticas y del sentido común, es necesario mantenerse firmes y exclamar un democrático ¡Basta ya! Esto precisamente es lo que el líder de Ciudadanos ha realizado en esa villa vasca donde nada menos que reclaman la excarcelación de un asesino de niños, de un miserable que siempre ha matado agazapado o por la espalda. A través de su acción, y a través de su misma palabra, Rivera ha aportado elementos de lucidez y de valentía dentro de un territorio que, hoy en día, en pleno siglo XXI, vive cegado por el fanatismo y encerrado dentro el círculo vicioso de la violencia y el miedo.

Durante demasiado tiempo los demócratas españoles han llevado una existencia acomplejada, negándose a sí mismos la legitimidad para hablar y para actuar de forma vigorosa sobre los espacios simbólicos y físicos que conforman el mapa de nuestra nación. Y así hemos llegado a donde hemos llegado; la reaccionaria ideología del nacionalismo se ha apoderado ya de dos comunidades autónomas –País Vasco y Cataluña– y está dispuesta a emprender el camino de la anexión sobre las comunidades vecinas –Navarra, Comunidad Valenciana e Islas Baleares–. La conducta de Rivera marca la dirección a seguir: plantar cara a los fanáticos con un discurso contundente e impecablemente racional a fuer de constitucional, y de saber hacerlo además en el momento clave; cuando los bilduetarras pretenden invertir todos los órdenes de lo humano para otorgar el papel de víctima a un cruel verdugo, a una alimaña sin escrúpulos. Más acciones de este tipo en momentos y lugares precisos, de gran valor simbólico, y las cosas empezarían a cambiar. Para transformar la realidad, primero hay que cambiar los preceptos de la legitimidad. Bravo por Rivera.

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