Un Rey constitucional que está donde tiene que estar

Rey España

En su tradicional discurso navideño, el Rey ha expresado este sábado su preocupación por la crisis institucional que atraviesa España. No hay que ser muy sagaz para concluir que las palabras del monarca, interpretadas en el marco de un mensaje que es supervisado por el Gobierno, representan un toque de atención -muy medido, es cierto- a quienes se han lanzado a una estrategia de demolición institucional pasando por encima de las leyes y el marco constitucional. Don Felipe ha pedido lealtad y respeto al ordenamiento jurídico. Sus palabras, en las actuales circunstancias políticas, tienen una trascendencia vital. Cierto que el Jefe del Estado no señala a nadie de forma explícita, pero cuando habla de la «erosión de las instituciones» y advierte de los riesgos de quebrantar los cimientos de la convivencia democrática está apuntando en la dirección de quienes han emprendido un gravísimo plan de acoso a los órganos constitucionales del Estado.

A nadie se le oculta que el Rey, en su papel de árbitro y moderador, no puede llevar su crítica al extremo de señalar a los culpables de la situación de forma nominal, pero es evidente quiénes son los que en estos días no han dado muestra alguna de respeto y lealtad a la Constitución y la ley. Cuando el Rey insta a defender los valores constitucionales lo hace desde el convencimiento de que hoy España atraviesa una crisis institucional que es consecuencia, precisamente, de la probada deslealtad de quienes están inmersos en un plan de deslegitimación del régimen del 78. A algunos podrá parecerles que el jefe del Estado debió ser más concreto cuando se refirió en su mensaje navideño a la necesidad de reafirmar el consenso constitucional para superar la «erosión de las instituciones», pero en las actuales circunstancias, con la propia institución de la Corona amenazada, es obvio que no se le puede pedir mucho más. Ya saben: aquello de a buen entendedor con pocas palabras basta…

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