Repitiendo la historia sin hacer nada
El siglo pasado se vivió en el mundo un proceso por el que un líder alcanzaba el poder democráticamente, con el apoyo de su pueblo, utilizando el dolor de sus compatriotas y los modelos propagandistas del populismo propio del comunismo que había conseguido la más cruel y siniestra dictadura para, ahora él, llegar al mismo resultado desde el Nacional Socialismo, con una nueva visión de la supremacía de un pueblo sobre los demás. Una visión atractiva, con buena venta, que llega al corazón de la gente y que acaba con la mayor guerra jamás vivida. El producto era: somos el mejor pueblo, los más preparados, los más ricos, con un ADN diferente que nos hace superiores y Europa nos roba, nos utiliza, nos impide desarrollar nuestro modelo democrático, son los “monos” inferiores los que nos dirigen.
Para que esa farsa se sostuviese era preciso el caos, el enardecimiento de los sentimientos y la división, el incumplimiento de la Ley, el ánimo de ruptura, la asunción de los símbolos del partido como equiparables a los de la Nación, ensalzando la cruz gamada por encima de la bandera nacional. El resto de Europa miraba con recelo la situación, pero cobarde, no hizo nada, no actuó, observó pensando “eso le pasa a otros, al resto no nos pasará” y confiando en que la fuerza de los muchos y de la democracia podría con ello y acabaría circunscribiendo la lacra a unos pocos en cada país y en un país en concreto, permitiendo que el resto siguiese viviendo en su bienestar. Hoy, estamos viviendo en nuestro país un proceso similar, en el que unos pocos han conseguido inocular ese virus de España nos roba, los catalanes somos mejores, los catalanes generamos la riqueza que los “andaluces” nos quitan, incluso Torra afirmó que el catalán tiene otro ADN diferente y que quieren llevar a su pueblo a una democracia real… la suya.
El resto de España observa la situación con miedo pero, cobarde, es incapaz de hacer nada. Deja la educación en manos de la calaña, permite el incumplimiento de la ley sin actuar, no defienden los signos, emblemas, banderas e iconos de la democracia. Se acepta, sin pudor, el colocar en igualdad estos con los del “nuevo régimen”. La situación en Cataluña, de la que en su momento los propios catalanes te decían que estaba tranquila y que las disputas eran sólo de los políticos, que incluso en el 1-O te indicaban que era algo de unos pocos, que el común de los ciudadanos sólo quería paz y no quería ese tipo de disputas, ahora, asustados, te dicen que la fractura social, el ambiente de caos, de agresividad, de persecución del no secesionista, de los signos patrios y de lo que no sea independentista, es algo que observan como muy peligroso y preocupante, que se sienten abandonados, que el “ébola independentista” se asemeja demasiado a las fases del fascismo que nos llevaron a la Segunda Guerra Mundial, en la que todos la veían y nadie hacía nada.
Llevamos mucho tiempo sin actuar, se aplicó un artículo 155 sin contenido real, se tiene miedo a actuar y tomar decisiones no necesariamente radicales, pero sí eficaces. Se permite que los delincuentes huyan de España y se “cisquen” en nuestras instituciones y, como ahora se necesita el voto de los fascistas, se mira a otra parte y no se defienden los símbolos, los Jueces, la Ley…. Como en Alemania, ya se ve el resultado.