Reconocer a un ultraderechista con el Método Sánchez
Este miércoles, Pedro Sánchez se vino arriba. Estaba con un público entregado, como a él le gusta, no la gente normal que le abuchea por la calle y que no le deja lucir su hermoso palmito sin increparlo y echarle en cara su nefasta gestión. Se había reunido con sus auténticos forofos de la UGT, esos a los que este año va a subvencionar con más de 12 millones de euros con cargo a los Presupuestos Generales del Estado para así convertirse en el único presidente del Gobierno al que no han montado ninguna huelga general en plena crisis. Había ido a inaugurar unas jornadas sobre acción sindical y se tenía preparado un monólogo de esos del Club de la Comedia que interpretó, como siempre, gesticulando de manera impostada y poniendo sus caritas de galán trasnochado. Lo tituló Método para reconocer a un ultraderechista y se gustó tanto que inmediatamente lo subió a su cuenta de Twitter.
Básicamente, el método ideado por Sánchez para reconocer ultraderechistas consiste en identificar a todos los que se le oponen, ya que él se ve a sí mismo como la representación ideal del progreso, luego todo lo que se le ponga en contra será, por definición, ultraderecha. Pues vamos a tomarle la palabra y apliquemos su método sin anestesia, aunque duela. Sánchez lleva a esta hora unos 150 violadores a los que ha rebajado sus penas, incluidas unas 20 excarcelaciones de agresores sexuales que ya están felices en la calle. Todos los violadores deben de ser progresistas, como Sánchez. Y ultraderechistas debemos ser todas las personas que exigimos su dimisión junto a la de la ministra Montero, incluidas las asociaciones feministas que no dominan.
Sánchez ha transferido las competencias de prisiones al País Vasco y a continuación ha trasladado allí al 92% de los presos de ETA, faltándole sólo 14 por acercar, lo que ocurrirá en breve. Allí el Gobierno vasco les está aplicando todos los beneficios penitenciarios posibles, incluidos los ilegales, dando terceros grados a etarras que no cumplen ningún requisito. De esta manera progresistas deben ser Txapote, Otegui y los colectivos de presos etarras que han cambiado de logotipo al dar por cumplido su objetivo de acercamiento de presos y pasar a una nueva etapa de reivindicación de su salida de prisión. Y ultraderechistas serán las víctimas de ETA que siguen reclamando memoria, dignidad y justicia.
Sánchez hizo que la Fiscalía, que depende de él y sólo de él, rebajara la petición de pena para los golpistas catalanes de rebelión a sedición, luego los indultó, más tarde despenalizó el delito de sedición por el que habían sido condenados, y finalmente les rebajó las penas por malversación, beneficiando de paso a todos los corruptos del PSOE. Aplicando su método, los golpistas catalanes, todos los independentistas que les apoyan y los corruptos de todos los partidos deben ser los progresistas. Y ultraderechistas debemos ser los que nos oponemos, incluso dentro de su partido, a que nuestra Constitución esté quedando más desprestigiada que un billete de tres euros.
Contra Pedro Sánchez se han manifestado los transportistas, los pescadores, los agricultores, los ganaderos, los cazadores, los criadores, los regantes… Pero claro, ya se sabe que el mundo rural está formado por personas de muy variada clase social, pero con un denominador común, el ultraderechismo. Tanto la prensa libre como los jueces y fiscales independientes que ponen el grito en el cielo cuando ven cómo el poder judicial ha dejado de ser independiente son ultraderecha. Las colas del hambre, los parados y los fijos discontinuos, ultraderecha. Las familias que no son capaces de llegar a fin de mes con lo que les ha subido la hipoteca, el gas, la luz y todos los precios de la cesta de la compra, mientras ven cómo el Gobierno de Pedro Sánchez bate cada año un nuevo de récord de recaudación fiscal, con unos impuestos que nos ahogan a todos… la ultraderecha de toda la vida. Aquí todo es ultraderecha excepto los comunistas, los proetarras, los golpistas y los violadores que, desde que se han hecho socios de Sánchez, han pasado de delincuentes a buenos progresistas.