¿Quién y por qué se está blanqueando a Sánchez?

¿Quién y por qué se está blanqueando a Sánchez?

No hay constancia absoluta, pero los síntomas son evidentes. Perpetrado tras el etéreo concepto de “asuntos de Estado”, Casado y su equipo han aflojado muy considerablemente la oposición que estuvieron realizando en la primera parte del verano. Artificialmente, porque hasta la asintonía parece concertada, el PP se ha desmarcado de la posición de su presidente ceutí, Vivas, que, según todas las informaciones, ha pactado con Sánchez una solución “legal” a la crisis de los menores de Ceuta. Pero no hay duda, no hay tal discrepancia entre Vivas y Casado, simplemente se han repartido los papeles coincidiendo en una necesidad: que es urgente que Ceuta se libre de los restos de la invasión marroquí de esta primavera. La  presión popular sobre el Gobierno se ha aplacado porque ¿cómo si no se explica que Marlaska, el ministro del Interior más nefasto que vieron los tiempos, no haya sido requerido para explicarse en el Parlamento? Otros colegas suyos van a ir a deponer al Congreso, Marlaska, no: ¿por qué? El PP indica que su portavoz parlamentaria, Cuca Gamarra, va a incluir la requisitoria en una actuación de los próximos días, pero la tardanza no se explica bien teniendo en cuenta, además, que el ministro ha sido clamorosamente desautorizado por su propio jefe.

En estas circunstancias ha corrido la especie de que, por fin, Sánchez había llamado a Casado para informarle de las crisis pendientes: Afganistán, Ceuta, los incendios que han asolado la provincia de Ávila o la imparable crecida de la luz que ya frisa los 150 euros por kilovatio. Toda una panoplia de problemas que Sánchez está afrontando con una espectacular operación de marketing y propaganda desvergonzada: hoy firmo un autógrafo en la escayola de una pobre chica, mañana me retrato con los refugiados que han aterrizado en Torrejón, al otro día me muestro preocupado, tras un inane  Consejo de Ministros, por el incierto futuro de nuestras pensiones… Y a todo esto, saliditas programadas para que ningún espontáneo amargue al ¡oh, líder! el final de su largo y cálido verano.

Si hubiera sido cierta esa comunicación entre ambos personajes públicos estaría tirado convenir en que han logrado un acuerdo, aunque sea por los  pelos, para no hacerse sangre hasta que llegue septiembre. Sin embargo, fuentes oficiales del PP desmienten con total firmeza que haya habido el  menor contacto reciente entre los dos. Habrá que buscar en otro negociado más recóndito el compromiso de distensión que se está notando. Y es curioso: no sólo este aplacamiento parece incontrovertible por parte del principal partido de la oposición, sino que se aprecia también en algunos medios de comunicación empeñados en estos días en subrayar el protagonismo internacional de Sánchez al que, según se opina, Biden ha convertido en su interlocutor de cabecera. Es sugestivo que estas dos partes, oposición y la prensa no escandalosamente afecta, coincidan en lo que ya se llama “nuevo clima” entre el aún presidente y el líder del Partido Popular. Recuerdo a este respecto una frase emblemática y pilla de aquel inefable ministro de tantas cosas, Pío Cabanillas Gayas. Decía: “Cuando una cosa parece, es que es lo que parece”. ¿Se entiende? Pues eso puede ser lo que está ocurriendo sin que el espectáculo tenga que ser necesariamente televisado.

El deshielo, como escribe un colega de algún confidencial, no es una casualidad. “Nada ocurre por casualidad” tiene recogido en su guasap una muy alta directiva del Partido Popular. Por eso, la pregunta inicial de esta crónica es muy oportuna: ¿Quién blanquea a Sánchez? ¿Por qué se blanquea a Sánchez? Y es que de ese presidente perillán que se ha pasado en La Mareta veinte días tumbado al sol, comiendo y retozando con sus amiguetes de verbena, ya casi no queda ni el recuerdo. Me dice un antiguo diputado del PP que en su momento pudo ser varias veces responsable de la Economía: “Aquí no pasa nada, el país está dormido y el de la Moncloa hace mofas con esta postración”. Ahora, cuando llegue septiembre, que está llegando ya, volverá la burra al trigo, y Sanchez aparecerá en público como si fuera la encarnación española de Anthony Fauci, el asesor antiCovid de Trump, para vanagloriarse ante una España enfadada por que llega de vacaciones, de que su promesa se ha cumplido, que ya el 70% de la población está vacunada. Ya queda poco; los números de hoy mismo denotan que el 75,8% de los españoles están inmunizados con una dosis, un porcentaje que baja sólo un poco para los que ya han sido atendidos con una pauta completa: el 67,3 %. Sánchez lo tiene a huevo.

Por todo esto, me pregunto: ¿hasta cuándo va a durar el denominado “nuevo clima”? Es de esperar que se trate de un episodio provisional y que una vez que media España ya esté sin luz porque no la puede pagar, la  oposición vuelva a su sitio natural y entienda que con asistir impávida al suicidio del personaje más mentiroso de la Historia de España (Fernando VII a su lado era un párvulo) no se ganarán las elecciones. Sánchez no caerá porque el país sea convocado a un plebiscito contra su persona; hace falta un programa alternativo e ilusionante. Nada, desde luego de blanquear a este hispanicida.

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