Quien a corrupción mata a corrupción muere
Pedro Sánchez llegó al Gobierno con la promesa de dignificar la vida política y combatir la corrupción, pero con independencia de que muchas de sus decisiones -indultos, amnistía, rebaja a los presos etarras- sean una forma de corrupción moral lo cierto es que, con el Código Penal en la mano, los casos que de manera más o menos directa afectan al presidente del Gobierno componen toda una baraja de delitos.
En el denominado caso Koldo/PSOE hay implicados a los que se les imputan delitos de organización criminal, cohecho, tráfico de influencias, malversación de fondos públicos, contra la Hacienda Pública y blanqueo de capitales. Ahí es nada. En el caso Begoña Gómez, la mujer del presidente está imputada por los delitos de corrupción en los negocios y tráfico de influencias, si bien su horizonte penal podría complicarse si el juez Peinado le imputa también el delito de apropiación indebida por el asunto del software.
A su vez, el caso del hermano de Sánchez se sustancia, por el momento, con la imputación de David Sánchez y otros cargos de la Diputación de Badajoz por los delitos de tráfico de influencias, prevaricación, malversación de fondos, contra la Hacienda Pública y contra la Administración Pública. Y por si fuera poco, en el caso hidrocarburos por el que el empresario Víctor de Aldama, cabecilla de la trama Koldo, ha dado con sus huesos en prisión se investigan los delitos organización criminal, blanqueo de capitales y contra la Hacienda Pública.
Es decir, que todas las formas delictivas de la corrupción, algunas de ellas varias veces repetidas, amenazan al presidente del Gobierno. En total, 16 delitos en cuatro casos que podrían sumar penas de hasta 66 años de cárcel, un récord difícil de superar. La sombra de la corrupción que acecha al jefe del Ejecutivo es cada vez más alargada. En lo estrictamente familiar y en lo político, Pedro Sánchez está rodeado. Y eso que esto no ha hecho más que empezar.