Que Sánchez se ponga una foto de Franco en el móvil
Por un lado, tenemos un procedimiento judicial en el que por primera vez en España la esposa del presidente del Gobierno está siendo investigada por los delitos de tráfico de influencias, corrupción en los negocios, apropiación indebida e intrusismo laboral; de los que podrá ser condenada o no, pero que a raíz de su investigación los españoles estamos conociendo unos comportamientos que, tanto si son finalmente declarados delictivos, como si no, dejan a las claras que Pedro Sánchez ha utilizado su posición para alimentar la acomplejada necesidad de aparentar de su mujer. A eso se le suma otro caso judicial en el que otra juez distinta está investigando al hermano del presidente del Gobierno que, también por primera vez en nuestra historia, está imputado por los delitos de tráfico de influencias, malversación y prevaricación y de lo investigado por la UCO se confirma que también le gusta poco trabajar, menos pagarle a Hacienda, pero mucho figurar.
Por si fuera poco, hay que añadir también que Pedro Sánchez tiene imputado por revelación de secretos al que llama su fiscal general. Un personaje que, estando a la cabeza de todos los fiscales de España, aparentemente intervino de forma partidista en una disputa entre un particular que, estando acosado por la AEAT encargó a su abogado que negociase para tratar de escapar como mejor pudiera; y los intereses personalísimos del presidente del Gobierno del que depende dicho fiscal general.
Y a más a más, tenemos al que fuera durante muchos años mano derecha de Pedro Sánchez tanto en el partido como en el Gobierno, a quien el juez que lo investiga ha solicitado al Congreso un suplicatorio para poderle imputar por su presunta pertenencia a una organización criminal que, aprovechándose del Covid, se forró vendiendo mascarillas defectuosas infladas de precio a las administraciones que controlaban personas muy cercanas al propio Sánchez.
Cuando, de forma descarnada, ponemos juntos todos los casos de corrupción que rodean al entorno más íntimo de Pedro Sánchez y contamos los hechos que ya han sido demostrados por las investigaciones judiciales, con independencia de su calificación delictiva, cuesta creer que ningún partido político pueda seguir manteniendo a un líder que de una forma tan evidente está manchando de corrupción desde al último concejal del pueblo más pequeño hasta al primero de sus ministros. Pero ahí sigue el tío chulo sin que nadie del PSOE se atreva a decirle ni lo más mínimo, poniendo y quitando a sus peones de todas las delegaciones territoriales del partido sin ninguna protesta ni oposición. Porque al que levanta una mano se la corta de inmediato y al día siguiente ya tiene un sustituto de la más absoluta lealtad sanchista. ¿Pero, cuánto va a poder aguantar así?
Es cierto que desde que su antecesor Rodríguez Zapatero, intencionadamente, resucitó el enfrentamiento guerracivilista y blanqueó a los sanguinarios asesinos de ETA, la sociedad española se ha polarizado de una forma que no habíamos conocido en las décadas anteriores y que nos recuerda a lo que pasó en España a principio de los años 30 del siglo pasado. Hay una parte de los votantes extremadamente radicalizados a la extrema izquierda a los que todavía el sanchismo puede apelar porque sabe que están dispuestos a tragar con lo que sea con tal de que no gobierne la derecha. Y que esos votantes ultras sólo dejarán de votar a Sánchez el día que el PSOE, como ha hecho siempre, termine de arruinar la economía. Los demócratas podemos llegar a aceptar que las cosas son así, pero por donde no podemos pasar es porque nos tomen por idiotas.
Dedicar 2025 a conmemorar el 50 aniversario de la muerte de Franco para que no hablemos de todos sus casos de corrupción; querer que el Rey forme parte de esa patochada y pretender que nuestros hijos sean adoctrinados con su odio es algo en lo que no vamos a participar ni vamos a consentir de ninguna de las maneras. Si Pedro Sánchez añora tanto a Franco que se ponga su foto de fondo en el móvil, pero que no nos moleste a los demás con sus idioteces.
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