¿Por qué no responder al oprobio antifranquista de Sánchez?

Sánchez
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

En una ocasión, periodísticamente histórica, cinco elementos del Diario16 de la mejor época: José Luis Gutiérrez, Guti, ya fallecido, Federico Jiménez Losantos, Carmen Rigalt, Carmen Rico Godoy, también muerta hace años, y este cronista, realizamos una entrevista conjunta al líder, ya muy disminuido, del Partido Comunista de España, Santiago Carrillo. Repasamos toda la historia del franquismo y en un momento Carrillo se puso solemne, aspiró uno de sus largos cigarrillos rubios, y sentenció: «En el franquismo el Partido Socialista estaba sencillamente desaparecido, escondido». Recordaba yo este miércoles esta declaración cuando Sánchez, en su primera pirueta del festival anti-Franco con el que nos va a perseguir durante todo un año, advertía a los concurrentes que «el franquismo puede volver». Literalmente. A continuación, llamé a uno de los firmantes del Manifiesto (al que el cronista se ha adherido) de los más representativos miembros de nuestra sociedad civil, tan desaparecida por ahora, y me retrató de esta guisa el acto sanchista: «Son los últimos componentes de un régimen corrupto que se resiste a desaparecer».

En primera fila del circo, aplaudiendo como un poseso, sentado, el ministro tripartito Bolaños, el que lleva el encargo de su señorito a cuestas. Me cuentan que Bolaños, el tal citado, tiene en mente los principales hitos de esta siniestra serie, adobados por otros, plenos de una tecnología de la que así mismo el PSOE se está apropiando. El último de estos escenarios al parecer debe cumplirse precisamente el día 20 de noviembre de este año, fecha en la que, presuntamente, se murió en una camilla de La Paz el General Franco. Como son tan analfabetos estos feriantes, ignoran que su odiado Caudillo, al que no conocieron, se murió realmente el 19 del mes, horas ante de que se certificara oficialmente su defunción. Pues para el momento culminante de los titiriteros Sánchez y el desgreñado Bolaños, están urdiendo la traca final que consiste exactamente en esto: la desacralización de la Basílica de Cuelgamuros, a la que siempre se ha llamado del Valle de los Caídos.

Vamos a ello. Hace un tiempecito, no mucho desde luego, se personó en la Basílica un sujeto que dijo llevar credenciales como enviado del Gobierno, y que informó que llegaba para estudiar la nueva iluminación de la Iglesia una vez que se haya constituido en recinto civil. Tomó sus notas aquel pollo, experto en calambres como el electricista Cerdán, y antes de macharse, después de haber tomado algunas precisiones y medidas, el hombre, que era bastante bocachancla, se despidió de esta guisa: «Por cierto, les cuento que la bóveda se va a teñir totalmente de blanco». O sea, la Bóveda del Juicio Final del templo. Fuése y no hubo nada.

Pero sí, sí que hay. El episodio -ya lo he escrito- es la culminación del asalto a todos los símbolos que estos iconoclastas leninistas, la reforma que se va a presentar quizá en este pinacle de actos que el dúo mencionado ya tienen urdido. Desde luego que hay que reconocer una primera victoria a los dueños del circo: han conseguido que una buena parte de la derecha se cuestione si es adecuado responder de forma rigurosa a todos los mensajes, las mentiras que Sánchez y sus cuatreros ya han empezado a impartir. Se trata de este gentío siempre a caballo del amedrentamiento o, más castizamente, del «nosotros somos otra cosa». Son una estirpe que se considera intelectualmente irreprochable y que considera que no debe responder a ninguno de los vómitos o agravios que están saliendo ya de la boca de los conjurados extemporáneamente antifranquistas.

Hace años que llevan los melindres postrados ante los continuos embustes que ha venido pariendo la siniestra española. Por ejemplo, se han tragado las sucesivas estimaciones que los historiadores paniaguados del socialismo y comunismo han realizado sobre dos puntos concretos: el número de nacionales muertos en la Guerra Civil o asesinados vilmente por los denominados rojos, y, en segundo lugar, la cantidad de represaliados por Franco después de la contienda. Pues bien sobre el primer punto: las averiguaciones del clérigo barcelonés Ángel Martín Rubio, más puntillosas aún que las que de los hermanos Salas Larrazabal, afirman que este número asciende exactamente a 122.157 personas, algunos, pocos, más que los sumados en el bando republicano. Sobre la represión franquista posterior a la Guerra, propaladores como Santos Juliá, han afirmado como cifra indiscutible esta: 72.883 personas. Pues bien, el monumental libro que ha escrito muy recientemente Miguel Platón, un auténtico entomólogo de la verdad que ha recorrido, expediente a expediente, todos los que se conservan, que son todos, de aquella etapa, revela que los ejecutados fueron, que son muchos, 15.000, muy por debajo de los que, provenientes de la casta de la izquierda, se han querido denunciar hasta la fecha.

Datos como estos son ineludibles en unos momentos en que se va a subvertir la Historia para ser manejada torticeramente por el sanchismo. Curiosamente, desde la «otra parte del muro» (invento de Sánchez), se acumula un gentío que pide morigeración, no respuestas a los embustes y provocaciones de los cuates de La Moncloa. Arguyen que su posición se basa en el intento de no rehacer las heridas del pasado, o sea, que es mejor, más aconsejable, presentar la otra mejilla porque -ya está dicho anteriormente- «nosotros somos otra cosa». Sin embargo, actitudes como éstas favorecen que, por ejemplo, las nuevas generaciones ignoren lo acaecido desde 1931 al levantamiento de Franco en el 36, incluso hayan comprado totalmente los dictados de los voceros de la izquierda. Pero no se trata de ensayar una nueva suerte de la Ley del Talión, sino de contestar sin miramiento alguno, rigurosamente, a todas las bravatas, las hostilidades que ha puesto en marcha Sánchez. Las gentes bondadosas que omiten sus contestaciones, sobre todas las escritas, tienen en definitiva miedo a ser tildadas o de fascistas o de franquistas. ¡Vaya por Dios! ¡Qué horror! ¿Temor a las imprecaciones de estos malvados? ¿Por qué no responder al oprobio antifranquista de Sánchez? Con este cronista que no cuenten para el silencio o el disimulo.

Sánchez manipuló el discurso del Rey en la Pascua

Pd.- El general Dávila Álvarez, ayudante que fue del Rey Juan Carlos y jefe de su Guardia Real, ha denunciado en su muy leído blog que en la Pascua Militar el Rey Felipe VI no quiso leer en su discurso un párrafo que SÍ estaba colgado en la Web de la Casa del Rey. El párrafo decía esto: «En el calendario de 2025 tenemos también muchas fechas señaladas: en primer lugar se cumplen cincuenta años de los hechos que dieron paso al proceso de transformación de nuestras Fuerzas Armadas, ya desde los albores de nuestra democracia; un proceso de transformación que empezó tras el final de la dictadura -una página oscura de nuestra historia común y un tiempo de división, hoy felizmente superado- y tras la llegada al trono de mi Padre, el Rey Don Juan Carlos». (Sic) El Rey se saltó en su discurso este párrafo que después fue sacado de la Web. La denuncia del general Dávila Álvarez tiene una enorme trascendencia.

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