¿Por qué en lugar de matarnos a impuestazos no gastan menos?

Eduardo Inda

Warren Buffett es el quinto terrícola más rico, además del primer accionista de una de las compañías de inversión más importantes del mundo, si no la más importante, Berkshire Hathaway. Este estadounidense de 92 años es el gran gurú del capitalismo mundial: siete de cada diez de sus apuestas bursátiles salen bien, lo cual suele provocar virtuosos efectos dominó porque el mimetismo que ejerce sobre los inversores es descomunal. Para muestra, un botón: metió 32.000 millones en Apple en 2016 y cinco años más tarde esas acciones valían 150.000. Movimiento que efectúa, movimiento que es replicado por millones de pequeños capitalistas en los cinco continentes. Cuando Berkshire apuesta por una empresa, las acciones se disparan exponencialmente, lo mismo que cuando se produce el proceso inverso los socios pueden darse literalmente por jodidos.

Buffett es el antidivo y el antibillonario. Vive en la misma casa de Omaha, la capital oficiosa de esa Nebraska en la que sólo hay vacas y ojivas nucleares, que compró en 1958 y cuyo valor de mercado actual no supera los 900.000 dólares. Una broma teniendo en cuenta que atesora una fortuna de 118.000 millones, que su empresa acumula 902.000 millones en activos, que el capital social está en 463.000 millones y que la facturación fue de 295.000 millones el pasado ejercicio.

Cuando en la infinidad de charlas que da le preguntan cuáles son las claves del éxito de un negocio, suelta sistemáticamente la misma sensata perorata:

—Gastar menos de lo que ingresas. Lo contrario, es decir, endeudarte, acaba mal la mayor parte de las veces—.

Pedro Sánchez, que es doctor en Economía pero tras robar su tesis, no ha debido hacer mucho caso al Oráculo de Omaha porque recogió España con una deuda pública del 98% del PIB, la llevó por encima del 120% y ahora la ha enderezado algo situándola en torno al 115%. España experimenta uno de los mayores desfases entre ingresos y gastos de Occidente: la deuda alemana está en el 68% del PIB, la británica en el 95%, la francesa en el 112%, la de Dinamarca por ejemplo en el 34%, la de Austria en el 82% y la de un socio comunitario similar en población como es Polonia en el 53%. Cierto es que Italia nos gana por goleada con su 150% pero la nación transalpina no es comparable, entre otras razones, porque nos dobla de largo en economía sumergida. Y allí las cuentas públicas tienen más trucos que las españolas y más trampas que una película de chinos. También es verdad que los Estados Unidos se encuentran en el 128% pero, claro, se pueden permitir esos lujos porque son la mayor economía mundial y pueden empeñarse casi hasta el infinito.

Sánchez no ha debido hacer mucho caso a Buffett: España experimenta uno de los mayores desfases entre ingresos y gastos de Occidente

El todavía presidente circula por el camino inverso al recomendado por Buffett, es decir, que vamos hacia el desastre porque continuamos gastando infinitamente más de lo que ingresamos. La madre, el padre o la persona especial de todos los ejemplos es ese Ministerio de Igualdad, o Igual-da que suele decir Ayuso, que está concebido para que se forren el lomo los amiguetes de la liberavioladores Irene Montero. Los 573 millones de nuestros impuestos destinados al departamento de la pareja del delincuente de Pablo Iglesias sirven para que los de la mamandurria hagan estúpidos estudios sobre el machismo en los algoritmos o para certificar qué les gusta más a las mujeres, si la penetración o la masturbación, cuando practican ambos modos de satisfacción sexual.

Otro epítome del derroche sanchista, otro culpable de nuestra impagable deuda pública, es el número de ministerios. Con Mariano Rajoy había 14, ahora 23, conformando el que ya es de largo el Gobierno más elefantiásico de la democracia. Con una particularidad: con Aznar y con González nuestra pella nacional estaba notablemente por debajo del 40% del Producto Interior Bruto, es decir, tres veces menos que en una actualidad en la que parecemos esos países del Cono Sur de América en los 80 que se declararon en suspensión de pagos porque no podían atender las multimillonarias obligaciones que habían contraído.

Otro dato revelador: con los socialistas, ahora no lo sé, el Gobierno andaluz tenía más vehículos que el mismísimo Ejecutivo de los Estados Unidos, sí, el de un tal Biden. Sencillamente de locos. Por no hablar de las 40 embajadas que los golpistas catalanes abrieron en el extranjero o de los 408.000 funcionarios o empleados públicos que Sánchez nos ha colado de matute en menos de un lustro con el perogrullesco objetivo de tener cautivos 408.000 votos. Una auténtica salvajada que eleva a 3.500.000 el número de trabajadores en la Administración. Es decir, que el 18% de la población activa cobra de ese Estado que somos todos los contribuyentes. Esto no hay dios que lo sostenga.

El mejor ejemplo del derroche de este Gobierno es ese Ministerio de Igualdad concebido para que se forren el lomo los amiguetes de Montero

En lugar de ser austero, como dice alguien que sabe de números setecientas mil veces más que él, Warren Buffett, ha emprendido una carrera hacia ninguna parte tirando con la pólvora del rey. El pequeño gran inconveniente es que el dinero hay que devolverlo. Salvo que queramos acabar como la Grecia del Podemos griego, Syriza, que tuvo que bajar las pensiones un 35% para poder satisfacer las deudas que había contraído con media Europa y parte de la otra.

Entre tanto, estos sacacuartos socialcomunistas nos han subido cerca de 60 figuras tributarias, desde el IRPF hasta el Impuesto de Sociedades, pasando por el IVA o las cotizaciones sociales, con los autónomos como principales masacrados. Las últimas son el bolivariano impuesto a los beneficios extraordinarios de bancos y energéticas, el tributazo a los ricos y ahora un incremento exponencial de las cotizaciones sociales que ni Pablo Iglesias hubiera suscrito en su sueño más calenturiento. Todo lo cual convierte a Sánchez en un auténtico terrorista fiscal.

El salvaje engorde de las cotizaciones sociales, teóricamente para pagar las pensiones, representa un disparate nivel dios. Básicamente, porque España era ya tras Francia e Italia el país de la zona euro en el que las empresas abonaban más a la Seguridad Social. Medida que José Luis Escrivá, un tipo de tanto fuste profesional —ha sido alto cargo en el BCE y ocupó la Jefatura del Servicio de Estudios del BBVA— como mal carácter, siempre rechazó. Yo me pregunto si las pensiones no se podrían mantener simple y llanamente reduciendo las mamandurrias, los coches oficiales, el obsceno número de empleados públicos, los Falcons y las dachas presidenciales por poner algunos de los paradigmas más cantosos, pero no por ello falsos, de la cuestión.

Los contribuyentes estamos muy hartos de tener que apoquinar más y más y más para que a Pedro Sánchez le acaben saliendo las cuentas 

Sólo los 408.000 funcionarios y empleados públicos creados por Sánchez suponen para las arcas del Estado un coste anual de 15.000 millones. Justo lo que asegura Moncloa que recaudará con la indecente subida de las cotizaciones sociales para que el sistema de pensiones no haga catacrack. Aunque en honor a la verdad hay que subrayar que los expertos cifran entre 6.000 y 8.000 millones el ingreso extra que se producirá con este nuevo sablazo fiscal.

La insoportable patada en la entrepierna a las empresas vía cotizaciones constituirá, para más inri, una máquina de generar desempleados. Como quiera que tendrán que astillar bastante más a la Seguridad Social, las sociedades grandes, pequeñas y mediopensionistas dispondrán de menos circulante para contratar nuevos trabajadores e incluso para mantener a todos los que están en plantilla. Consecuencia: más paro. Claro que hecha la ley, hecha la trampa: las compañías bajarán el sueldo a los empleados o ejecutivos más caros y les abonarán el diferencial vía esos bonus o dietas del Consejo de Administración que gozan de una tributación dos veces menor.

Todo lo anterior invita a sopesar la posibilidad de modificar la legislación para que los gobernantes que en lugar de gastar menos de lo que ingresan, optan por el modus operandi contrario, se enfrenten a consecuencias penales por su manirrotismo. Los contribuyentes estamos hasta las gónadas de tener que apoquinar más y más y más para que a nuestros presidentes, especialmente los socialistas, les salgan las cuentas. Que se ajusten a lo que tienen como hacemos todo quisqui en nuestra casa. El Estado no es ese hijo tonto que te cuesta un potosí porque no da más de sí. No estaría de más que Sánchez y cía se leyesen La vida, las lecciones y las reglas para el éxito de Warren Buffett o Buffettología, los libros que mejor resumen las fórmulas maestras de un tipo al que le fue bien porque aplicó a su vida profesional la misma austeridad que practicaba en su ámbito privado. Claro que a lo mejor eso es tanto como echar margaritas a los cerdos.

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