¿Por qué compramos tanto en Black Friday?
¿Puede haber algo más placentero que encontrar con descuento, en estos días, ese producto que tanto te gustó, y que esperabas -en el fondo de tu alma- que saliera rebajado en el Black Friday?
Pues los aproximadamente 1.400 millones de euros que se generan en ventas en España, confirman al Black Friday como una de las campañas de venta más exitosas, ya no solamente en las tiendas físicas, sino también en el mundo online, que no para de crecer después del confinamiento.
¿Pero cómo no caer en la tentación si ahora hasta en el chino hay avisos que indican descuentos por el Black Friday? Es tanta la fiebre que tenemos por los descuentos, que todos los negocios se están viendo obligados a hacer promociones, con tal de no quedarse atrás.
Pero ¿es ese constante bombardeo de información, que cada vez comienza más temprano en noviembre, el que termina empujándonos a que compremos cosas que, en muchos casos no necesitamos pero que las adquirimos únicamente porque están en descuento?
Me temo que eso es tan sólo una parte del problema, ya que existen otras muchas razones para que, con cargo de conciencia o sin él, salgamos a gastar de forma desenfrenada. A la hora de comprar, tenemos que saber que nuestro cerebro funciona de manera fraccionada. Si bien hay zonas (como el neocórtex) que se encargan de pensar de forma más inteligente y con algún atisbo de lógica, hay otras, ligadas al sistema límbico, que responden a las emociones.
Para entender esto, veamos un ejemplo con la ropa, que es el producto más vendido durante el Black Friday. Si nos basamos en la lógica, compraremos ropa para momentos que creemos importantes, como una entrevista de trabajo o una celebración. Pero si lo hacemos desde la emoción, compramos para sentirnos más guapos, más jóvenes, más sexys, estar a la moda, etc.
El caso es que, en época de descuentos, tendemos a comprar cosas, no por necesidad, o porque nos hagan falta, si no porque el cerebro también funciona en base a mecanismos de recompensa. Si hay algo que nos gusta mucho y lo conseguimos a buen precio, sentimos una sensación de bienestar y de haber conseguido algo casi increíble: tener un producto a un precio inferior al habitual.
A todo esto debemos sumarle, que cada vez nos vemos más influenciados por las redes sociales, y cuando vemos una foto de alguien usando un vestido y se ve feliz o guapa, o cuando nos encontramos un reel de una persona haciendo unboxing, queremos sentir la misma experiencia.
Lo que nos motiva a realizar esa compra en muchos casos, no es el producto en sí mismo, lo que realmente queremos es igualar lo que sienten los otros, porque pensamos que al hacer lo mismo, ello nos proporcionará felicidad y sentido de pertenencia.
Otra parte de este problema es que vivimos en un mundo cada vez más consumista y por ello, el poder adquisitivo nos da una falsa ilusión de libertad; pensémoslo de la siguiente manera: todos los días, las jerarquías de la sociedad (instituciones públicas y privadas) toman cientos de decisiones completamente arbitrarias sobre nosotros, sin que podamos hacer algo para cambiarlo. No obstante, el acto de comprar es una decisión privada, en la cual yo tengo todo el poder sobre la situación.
Así que si tú creías que comprar era un acto libre y espontáneo, estás muy equivocado. Estamos condicionados por nuestras emociones, por el subcontinente, por nuestro consiente, por el impacto de una publicidad cada vez más agresiva, y por una necesidad de poder y dominio a nivel personal.
Pero recuerda que nuestra cultura judeocristiana nos implantó la culpa, y después de la fiesta viene la resaca…