Pumpido queda en evidencia

Los hechos han desmentido a Conde-Pumpido en apenas 48 horas. Fue durante la entrega del Premio de Honor de las Letras Catalanas el pasado día 2 al traductor Pere Lluís Font.
En un marco tan incomparable como el Palau de la Música. El mismo que desvalijó Fèlix Millet. El premio, a pesar de su pomposo nombre, no lo da una institución sino una entidad privada: Òmnium Cultural.
Es el mismo galardón que nunca otorgaron al escritor Josep Pla (1897-1981). Nunca les pareció suficientemente puro. Seguramente uno de los escritores que más hizo por el catalán durante el siglo XX.
Pero, en efecto, estaba ahí el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, que tuvo que aguantar estoicamente gritos de «independencia». Tampoco era de extrañar. En Navidades, durante el concierto de San Esteban, pasa lo mismo. En los momentos álgidos del procés, la retransmisión en directo por TV3 servía para darse ánimos.
Sin embargo, ahí permanecía. Aguantando el chaparrón en silencio. Josep Rull, que se hallaba al lado, también se apuntó al espectáculo.
A pesar de que, cuando fue elegido, el 10 de junio del año pasado, dijo en su discurso que había que tener una actitud «rotundamente constructiva» y que la cámara debía ser «un instrumento digno» para semejante menester.
Puso la dignidad del cargo a la altura del betún. Un presidente del Parlament lo es de todos los catalanes, no solo de los independentistas. En cambio, se comportó como un adolescente.
Debió recordar cuando, a mediados de los 80, era el secretario general de la JNC, las juventudes de Convergencia. Pero, como decía, han bastado 48 horas para que los hechos lo desmintieran. El lunes se sabía que la ponente del TC avalaba la amnistía en aras de la «convivencia, generosidad y sensibilidad».
Nunca se vio argumento de tipo sentimental para justificar una sentencia.
El miércoles, el presidente del grupo parlamentario de ERC, Josep Maria Jové, ya afirmó en la sesión de control que «la amnistía no normaliza nada porque el conflicto político entre Cataluña y España sigue abierto». Llegó a decir que era una «victoria incontestable». Yo, la verdad, no lo veo. Debió de ser para distraer a los suyos.
Mientras que la de la CUP, Laia Estrada, también insistió en que la ley «no ha servido para resolver nuestro conflicto político, que no ha desaparecido, porque no ha ido ligada al reconocimiento del derecho de autodeterminación».
No obstante, la intervención más destacada fue la del propio Salvador Illa, que manifestó que «es una buena ley». «Creo que ha ayudado a todo el mundo y creo que tendría que ser efectiva y se tendría que haber aplicado», añadió. No en vano depende de los votos de Esquerra.
Nada que ver con lo que decía cuando hace apenas unos años, en tono solemne, declaraba que «ni amnistía, lo repito para que quede claro, ni amnistía ni nada de eso». Me pregunto dónde estarán ahora los mismos que aplaudieron entonces la ocurrencia.
Como la primera vez que lo dijo fue durante un consejo nacional del partido, el máximo órgano entre congresos, en mayo de 2021; me imagino que muchos de ellos habrán llegado a altos cargos o incluso serán diputados.
Lo que han tragado los votantes del PSC es solo equiparable a lo que han tragado los militantes del PSOE con Pedro Sánchez. Illa ha pasado de participar en aquella manifestación a favor de la Constitución del 8 de octubre de 2017 junto a Pepe Borrell, Albert Rivera, Inés Arrimadas, Xavier García Albiol a hacer todo lo posible para contentar a ERC.
Hay una diferencia fundamental, sin embargo, entre ambas fechas: entonces era solo el secretario de organización del PSC. Ahora es presidente de la Generalitat. Necesita sus votos.