Puente y Viondi: machirulos ‘made in Sánchez’

El aire político que ha provocado el sanchismo, con su inmensa chulería sin causa, con sus hechos consumados, con desprecio del adversario y sus cordones sanitarios, empieza a ser irrespirable.
El autor vivió en directo aquellas sesiones parlamentarias del inicio de la Transición que, finalmente, se convirtieron en un «milagro» para la restauración democrática y asombraron al mundo. Ese clima se quiebra, en primer lugar, cuando aparecen en escenas los populismos de extrema izquierda que pretendían emular los golpes de estado leninistas de aquella URSS de 1917. No parecía demasiado preocupante hasta la llegada de Pedro Sánchez que, desde teóricamente un partido socialdemócrata, dio carta de naturaleza a posiciones violentas verbalmente que, finalmente, se sustancian con la utilización de las manos.
Esta semana, tan abigarrada de hechos políticos transcendentes, hemos asistido a dos actos de violencia política extrema, ambos con la seña de identidad propia de un primer ministro (en funciones) al que se le ve muy nervioso y fuera de sus casillas. El primero tuvo lugar en sede parlamentaria; más de ocho millones de españoles pudieron observar cómo la sacrosanta tribuna del Congreso de los Diputados era utilizada por un atrabiliario diputado por Valladolid para zaherir de forma obscena e intolerable al candidato a la Presidencia del Gobierno entre el jolgorio de Sánchez, que jaleaba entusiástico la deposición de su esbirro político.
Óscar Puente es el hombre de los excesos. Un político que no puede vivir sin la gresca y la confrontación extrema. Resulta que habló del yate de Feijóo con el narco Dorado y se olvidó de su subida a otro yate, el de un empresario al que había adjudicado contratos a cuenta del Ayuntamiento de Pucela. También se olvidó de la utilización de un automóvil de alta gama y superlujo que le prestó otro empresario agraciado con sus contratos; sin olvidar sus vacaciones a todo tren en uno de los hoteles más privativos de Marbella. ¡Qué poco se respeta así mismo este inexportable sanchista de pura cepa!
Llegaron, en la tarde del pasado jueves, los manotazos al alcalde Almeida por parte de otro violento, amigo de don Pedro y protegido de éste, un tal Viondi, que ha tenido la mala suerte de tener como jefe de fila a Juan Lobato, un socialista moderado que está sufriendo mucho al ver las derivas de su secretario general.
La restauración de la restauración democrática no verá la luz hasta que el PSOE no mande a paseo a su actual conducator, el mismo que antepone permanentemente el presente y el futuro de él con el interés general.
Así continuamos…