El proteccionismo empobrece

El proteccionismo empobrece

La semana pasada, el presidente Trump anunció la implantación de barreras arancelarias a la importación del aluminio y el acero, en un giro importante hacia la intensificación del proteccionismo en la economía estadounidense. Es cierto que la política proteccionista fue uno de los pilares de su campaña electoral y de su lema Make America Great Again, pero no deja de ser un error económico mayúsculo. No es, precisamente, el camino adecuado para devolver a Estados Unidos su importancia y relevancia —que tampoco es que la hubiese perdido, pese a la mejorable administración Obama—, sino que es la forma más rápida de empobrecer a su economía.

El proteccionismo ha sido siempre fruto de nacionalismos y germen de irracionalidad económica, se aplicase donde se aplicase. Es curioso cómo Estados Unidos no parece acordarse de sus quejas en el pasado contra el proteccionismo japonés, por poner un ejemplo. Del mismo modo, podemos recordar el gran quebranto que supuso para otras economías el establecer el proteccionismo, como fue el caso de España, con sus barreras a la importación de carbón, que encarecía el consumo del mismo a industrias y hogares por obligar, con dicho obstáculo, a que se consumiese carbón nacional en lugar de poder importar el inglés, que era mejor y más barato, o con el famoso «arancel Cambó», que se implantó para proteger a la industria de la región catalana.

Ahora, Trump levanta de nuevo barreras proteccionistas y la Unión Europea le responde en el mismo sentido, al tiempo que se produce la salida paulatina de Inglaterra de la UE, con las posibles consecuencias comerciales que puede tener, si no llegan a un acuerdo, al perder la unión aduanera con el resto de los miembros de la Unión Europea. El mundo parece querer encerrarse, una vez más, en sí mismo y los países no parecen comprender que son el librecambio y el comercio internacional los que más prosperidad han generado y los que han permitido un gran crecimiento de la economía internacional en las últimas décadas.

David Ricardo lo expuso muy bien en su teoría del comercio internacional y la ventaja comparativa al explicar que la especialización productiva de los países y el libre comercio internacional generaban ganancias tanto a nivel internacional como a nivel nacional. Es cierto que unos países podían ganar más que otros, pero todos mejoraban y en conjunto la economía intensificaba, con ello, su crecimiento. De hecho, el verdadero éxito de la UE —en sus orígenes, CEE— fue conseguir acabar con los aranceles dentro de la comunidad económica. Ahora, con dichos movimientos proteccionistas a nivel internacional, el mundo camina en sentido contrario y los agentes económicos se alarman como muestra la reacción de las bolsas a dicho movimiento. Deberían rectificar todos, porque el proteccionismo no es la solución, sino el problema, y empobrece a toda la sociedad.

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