Los privilegios judiciales de Oltra

Los privilegios judiciales de Mónica Oltra
Los privilegios judiciales de Mónica Oltra

Qué tiempos aquellos en los que un buen número de televisiones, radios y periódicos -atados al pesebre socialista- emitían sus informativos en directo desde el Palacio de la Generalitat en Valencia desde donde el presidente autonómico, Francisco Camps, era objeto de una campaña abyecta, miserable e ignominiosa por parte de los órganos de propaganda izquierdista, los partidos de extrema izquierda y de izquierda extrema (con el PSOE incluido), medios de derechas suscritos al discurso progre y el relato teledirigido desde la factoría del juez Garzón y sus compinches.

Qué tiempos pasados donde los escraches eran la práctica diaria de los activistas de la izquierda acompasados por escribas al dictado que iban a degüello y ejercían de correa de transmisión, se apostaban a las puertas de las viviendas de Francisco Camps o de Rita Barberá e incitaban a la movilización, a la manifestación y a la extorsión contra gente que gozaba de una inexistente presunción de inocencia. Ni Camps, ni Barberá, víctimas de toda esta banda de troleadores profesionales, eludieron sus comparecencias públicas, si bien la pregunta más cacareada diariamente era «¿piensa usted dimitir?».

Qué tiempos en los que un juez prevaricador -Baltasar Garzón- sostuvo una imputación contra Camps por el caso de los trajes después de que el sastre José Tomás le hubiera dicho hasta en tres ocasiones que nunca se le había regalado ningún traje al presidente valenciano. Incluso cuando el ex juez más vergonzoso de la historia reciente grabó ilegalmente las conversaciones de los abogados de los acusados de la trama Gürtel ninguno de éstos afirmó saber algo de los trajes a Camps.

El propio Garzón acabó apartando dichas grabaciones porque no le convenía para la historia de su gran mentira que había organizado y siguió llamando a declarar al sastre José Tomás hasta que finalmente cambió de relato para no ser investigado por estafar a su empresa. Cuando se desdijo de lo dicho anteriormente, cualquier sombra de sospecha sobre él se disipó.

Qué tiempos en los que el juez del TSJ de la Comunidad Valenciana José Flors se hizo cargo de la pieza por cuestión de aforamiento y con sólo la declaración del sastre decide imputar a Francisco Camps. Cuatro pantalones, dos trajes, una chaqueta fantasía y un chaleco blanco de los que no había evidencia documental alguna, sólo verbal, fueron la principal prueba para matar políticamente a Francisco Camps.

Qué tiempos aquellos, pretéritos que nada tienen que ver con lo que cualquiera puede observar en la actualidad.

La vicepresidenta del Gobierno valenciano, Mónica Oltra, santo y seña del pancatalanismo cavernario en la Comunidad Valenciana, se pasea ufanamente por las calles de nuestro país, sin cámaras de televisión que la persigan, sin informativos que emitan en directo desde la calle donde trabaja, sin periodistas que le pregunten por su posible dimisión o por si va a pedir alguna vez perdón a Mayte, la menor abusada por su marido, por presuntamente haberle encubierto, por haber ocultado unos abusos, por haber humillado a la menor y por la cadena de infracciones cometidas desde su departamento como varios jueces y tribunales ya han recogido.

Qué gran diferencia entre Camps y Oltra. Con el presidente valenciano sólo hubo la declaración de un juez, Garzón, mientras que con Oltra ha habido una instrucción completa.

Oltra puede entrar y salir de su casa con total tranquilidad porque no hay ningún activista acampado delante de su puerta recordándole también, por ejemplo, los abusos sexuales de los que han sido objeto cientos de menores tutelados por el departamento del que ella es la principal responsable.

El tribunal que decidirá sobre su posible imputación está formado por Pilar de la Oliva, presidenta del TSJ en la Comunidad Valenciana, es íntima de la consejera socialista de Justicia, Gabriela Bravo, también novia de Ximo Puig. Otro de los tres jueces será Vicente Torres, magistrado elegido a propuesta de Mónica Oltra en el Parlamento valenciano y un personaje siniestro por haber promovido en su día una campaña encarnizada contra Rita Barberá que quedó en nada como la gran mayoría de procesos políticos en nuestro país contra dirigentes de la derecha.

El futuro de Oltra está ahora en manos de dos jueces que tienen que ver y mucho con Ximo Puig y Mónica Oltra. Dos jueces de una sala politizada al más puro estilo bolivariano que avergüenza al común de los demócratas y que escandalizaría al propio Montesquieu.

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