El PP tiene una renovación pendiente
La presunta renovación que pretende realizar el Partido Popular en su próximo congreso extraordinario deviene hoy imposible. Esas grandes supraestructuras en que se han convertido los partidos políticos tradicionales, renegando de sus valores y principios y más cercanos a la mercadotecnia y objetivos de poder que a los anhelos y deseos del individuo hacen imposible la regeneración de los mismos. Se hace necesario iniciar un nuevo ciclo político en el que converjan diversos esfuerzos destinados a recomponer la confianza, los valores y los principios que superen la indiferencia creciente de los españoles. Promover sin complejos una absoluta renovación de la política, afrontando los verdaderos desafíos que reclama la ciudadanía, situación que al faltar en su totalidad, han sido canalizados por las llamadas fuerzas emergentes, que venden un quehacer y modos distintos, cuando en nuestro país son hoy la más rancia y guerracivilista izquierda ortodoxa y el centrismo apolillado resuelto a servir los intereses de las grandes suprainstituciones mientras mantienen un programa plagado de contradicciones y vacuas soflamas.
No. Es imposible la renovación del Partido Popular como imposible es que los partidos tradicionales se renueven. No les interesa. Impulsar la regeneración de la política conlleva replantear su ejercicio en función de principios como la transparencia interna, pero de igual forma la transparencia en la sinceridad de su mensaje. La falta de sinceridad y valentía en los valores y principios, el complejo tradicional de la derecha, haber asumido su inferioridad moral y cultural fruto de la inteligente política propagandística de la izquierda, ha supuesto un desencuentro real entre las bases y el partido. Una vez más, asistimos a una época donde la sociedad política institucionalizada dice tener la legalidad, mientras que la sociedad civil, en este caso las bases del partido, tienen la legitimidad al no renunciar a los valores tradicionales de la derecha.
Y eso es lo importante, la base, representada por todos aquellos que suspiran por volver a tener el partido de antes, aquel con un norte claro, con una militancia voluntariosa y entregada que tienen claro que volver al partido de antes no es tan fácil y hoy, imposible. Si el PP quiere renovarse deberá renovar planteamientos e ideas sobre una base de valores y principios irrenunciables, sobre unos ejes que no acomplejen, con un nítido mensaje que no soslaye la irrenunciable unidad de España, el sagrado derecho a la vida desde la concepción, la defensa permanente del meritoriaje y de la propiedad privada, el esencial papel de la familia como motor de la sociedad. Frente al mercadeo es fundamental la renovación de la conciencia. Y esta supone que es imposible pensar en renovación si sus dirigentes y militantes no se renuevan en sí mismos, si no hay una corriente crítica interna que despierte la conciencia hacia niveles de sincero compromiso político con España.
Sólo con un análisis crítico podrá el Partido Popular recuperar la vocación de mayoría que se ha dejado en el camino. Pero no lo hará porque desde su endogamia, abandonando un ideario claro y reconocible, renuncia a la política de interés nacional en favor de la tecnocracia, pintándose de gris el abanico ideológico que en gran parte representó. La franja de lo gris y del pasillo largo y oscuro, sin darse cuenta de que hay un camino a la derecha. No habrá renovación porque prevalecerá la fútil disputa tradicional por el poder. ¿Y en materia de ideas? Mejor no exponerse, guarecerse y seguir acomplejados. Mejor trasladar las agotadoras “ideas de la nada”. El congreso extraordinario de los populares será lo que ya dijo Jacques B. Bossuet, clérigo católico francés y escritor: “La política es un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir”.
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