El populismo parece imponerse a la ortodoxia

El populismo parece imponerse a la ortodoxia
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Tras ver la composición del Gobierno de Pedro Sánchez, enseguida han surgido muchos comentarios que vienen a decir que su equipo económico es ortodoxo, que podemos estar tranquilos, porque la política económica será sensata. Sin embargo, aunque se hayan incorporado algunos perfiles más ortodoxos, la parte más populista del Gobierno, la procedente del comunismo de Podemos, puede ser la que se imponga. Eso parece desprenderse tanto del programa firmado por Sánchez e Iglesias como por las declaraciones de los ministros económicos más extremistas.

Así, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, ha dejado bien claro en su toma de posesión en el ministerio, que tiene como objetivo derogar la reforma laboral. Esta ministra procedente de Podemos tiene una clara ideología comunista y es coherente con lo que la formación de extrema izquierda ha defendido desde que llegó a la escena política. Es más, no sólo es coherente con los postulados de la organización liderada por Iglesias, sino que ese objetivo queda reflejado en el acuerdo de Gobierno firmado entre el PSOE y Podemos.

Esa declaración, realizada después de traspasarle Valerio la cartera, marca claramente que el Gobierno tiene un programa económico, que no es otro que el firmado entre Sánchez e Iglesias, donde los comunistas tuvieron el mayor peso en la orientación plasmada en el documento. Por tanto, por mucho que revistan de un bonito envoltorio económico el Gobierno; por mucho que recuerden la ortodoxia de Calviño y la profesionalidad de Escrivá; por mucho que recurran a todo eso, la realidad es que en estos momentos el único programa firmado recoge un incremento del gasto que no va a poder asumirse dentro del cumplimiento de los objetivos de estabilidad, una subida de impuestos confiscatoria, un intervencionismo creciente en toda la economía y la derogación de la reforma laboral.

Que en la misma mesa se sentasen Calviño y Montero dentro del gobierno anterior, monocolor del PSOE, ya era chocante, pero, ahora, que a esa disfunción se le una la que se dará entre Díaz y Escrivá, hace que el rumbo económico del gobierno, además de no ser positivo según lo firmado, sea incierto en cada momento. No puede argumentar Calviño hace semanas, pensando en los destinatarios de Bruselas, que la reforma laboral no se va a tocar, y Díaz decir que es el primer objetivo de su mandato. No se puede asegurar por escrito que se ligará al IPC la revalorización de las pensiones, y creer que van a dejar a Escrivá proponer una reforma de calado. En todo caso, lo que es más probable es que a Escrivá no le dejen llevar a cabo reforma alguna y que le pidan que calcule qué impuestos hay que subir y cuánto para aplazar el problema y proveer de financiación al sistema de pensiones sin acometer reforma estructural alguna.

Curioso, por cierto, el nombramiento de Escrivá, no ya sólo por el hecho de que lo que ha dicho en la AIReF es incompatible con el programa de Gobierno del Ejecutivo al que se ha incorporado, y porque no deje de resultar poco usual que el jefe de los principales auditores del Gobierno se vaya a él, que también, sino porque al sentarse en el banco azul deja libre su puesto como presidente de la AIReF, que es nombrado por el titular de la cartera de Hacienda. ¿Recaerá ese nombramiento en alguien muy político, al igual que ha sucedido en la Fiscalía General del Estado, al proponer para ese puesto a Dolores Delgado, la ex ministra de Justicia, del ala más radical del Gobierno que acaba de cesar? Tiempo habrá para verlo, pero no sería de extrañar que así sucediese. Todo indica, por tanto, que los extremistas vencerán sobre los ortodoxos y que la política económica que aplicará el Gobierno de coalición con el apoyo externo de los independentistas y del antiguo brazo político de ETA, no será otra que el de la política económica que se traza en el acuerdo firmado por los actuales presidente y vicepresidente segundo del Gobierno, acuerdo netamente radical de izquierdas también en materia económica.

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