Podemita y fabulosa

Podemita y fabulosa

El problema del comunismo (no me canso de repetirlo) es que nadie está a la altura del desapego material y personal que realmente requiere.

¿Recuerdan a Iglesias asegurando que nunca abandonaría su barrio?… Pero qué poética es la hemeroteca… Ojo, que me parece muy bien que se compre chalets de 800 metros o lo que sea con su dinero. No soy comunista.

Hoy han salido esas declaraciones en video de cuando Irene Montero sermoneaba henchida el alma de (tierna) arrogancia juvenil, clamando que, en su partido, todes viajaban en turista…

Pero no he venido aquí a juzgar -juzgar es la peor de las incoherencias- porque entiendo a la ministra perfectamente. Para empezar, el cuerpo y el alma humanos no están preparados para las altas temperaturas madrileñas por lo que el calor somete a nuestro organismo a un estrés que viene a sumarse a los estreses naturales de la vida, que ya arrastrábamos en primavera…

Yo en verano, como ella, procuro ponerme a salvo del verano mismo huyendo al campo o al norte. Y no es que me guste especialmente pasar frío. Verán no huimos del sol, Irene y yo, sino de la fealdad, mucha más de la que nuestras sensibles retinas pueden tolerar. Huimos de la veranidad, del Caribe Mix, de los selfies de piernas y pies, donde los hombres sacan a pasear sus camisetas de algodón, las mujeres visten toda la gama de prendas y accesorios azul turquesa y las más jóvenes no se quitan el minishort.

Compréndanlo y no se molesten… Algunos, tiramos a la provincia y Montero a Nueva York. ¡La huida es la huida!

Por cierto, ¿sabían que el magnate François Pinault, propietario del segundo mayor grupo en el mercado del lujo internacional (Gucci, Boucheron, YSL, Balenciaga, Bottega Venetta, Christies… entre otras marcas) era un campesino paupérrimo que dejó el colegio porque le llamaban paleto sus compañeros? El verdadero lujo solo puede ser ideado por un pobre. Para una persona que ha sufrido necesidades, el lujo es Dios.

A nuestro presidente, por su parte, les gusta compartir las vacaciones con amigos, lo cual está muy bien.  Se sabe que en ocasiones él y si mujer han invitado a varios matrimonios con sus hijos a Doñana, al Palacio de las Marismillas y todo a costa del Estado, aunque el gabinete se niega a informar al Portal de transparencia lo que supone para el Erario. Se sabe que degustan mariscos, comprenderán ustedes, que a todes nos solazan por su sabor, su riqueza en proteínas y su bajo aporte calórico. Y más de 2.000 euros de cada traslado en Falcon, claro.

Yolanda Díaz, ambiciosa aspirante a Presidenta, también tira de Falcon; pero vamos que… Ni “plataforma” ni proyecto transversal… Díaz lo que desearía es ser reina, como Máxima de Holanda, como Matilde de Bélgica, como Charlène y como Doña Letizia y ha empezado por peinarse y ataviarse a tal efecto.

Y no lo digo desde el virtuosismo, esto no es una crítica, sino una observación; el mismo Iglesias, como Díaz, un día miró al poder a los ojos y desconoció todo lo demás, primero su Vallecas, después su Alcampo y, por supuesto, todas las fantasías neuróticas y pueriles y las memeces efusivas por las que un día irrumpiera en la Puerta del Sol.

Ahora le toca el turno a Irene quien, ya casi convertida en la nueva Charlot York, ha renegado de sus flequillos borrokas, de sus botas “pisamierdas” y sus estilismos asamblearios. Ha hecho (a las damas-funcionarias-niñeras-recogepelotas) quemar en una pira sus viejos trapos de quinqui sustituyéndolos por un aire femenino, dulce y mesurado, tan princesa Leonor, tan upper class, tan Moraleja Green… que no sabemos si aplaudir o ir a terapia.

Ahora mismo, Pablo Iglesias estará remojando los piecitos en su pisci pero leyendo a Marx, o mejor, a Séneca. Séneca, escribía maravillosos discursos en la línea del estoicismo, el desapego hacia los bienes materiales, la práctica de la austeridad, etc. Pero luego vivía rodeado de lujo, riquezas, esclavos, en la más exagerada opulencia. Se dice que era glotón y que se hacía traer los mejores vinos de su época. Naturalmente esta asimetría se le criticaba, a lo que él respondía con muchísima elocuencia que una cosa son las ideas y otra muy distinta los hechos. Que él era filósofo y no un santo (Pablo, Irene, Yolanda y Pedro, son políticos, no santos), y que bastante tenía con haber pensado que la austeridad era buena para los demás… Que no le exigiéramos también ponerla en práctica.

En efecto, la sociedad española está abochornada, y mientras medio país se encamina a urgencias en transporte público con el cerebro derretido por el calorón, yo escribo con un jersey bien gordo en la sierra e Irene Montero, acaricia con los dedos índice y anular los asientos de cuero de un trirreactor de la Fuerza Aérea Española, masticando ruidosamente un hielo.

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