Plácido Domingo, venerado en el mundo

Plácido Domingo, venerado en el mundo

El tenor Plácido Domingo, reconocido por su voz en el orbe como lo fue Alfredo Kraus, otro genio español que dominó la técnica del bel canto, ha sido aclamado en su primera aparición en público en el Festival de Salzburgo días después de que la agencia norteamericana Associated Press (AP), publicase, este 13 de agosto, una fake news indecente, según la cual nueve despechadas, ¿o mejor decir beodas?, pues ninguna entre las nueve aportó una sola prueba contra el tenor, al que acusaron de haberlas sometido a acoso sexual en la década de los 80. Así, por las buenas, a cuerpo gentil, careciendo de probanzas y basando todas sus acusaciones en un simple relato.

Para este tipo de desaprensivas, los aragoneses tenemos una copla que las define a las mil maravillas: “Aunque a la gente incomode, Margarita la Cuaranta, no es una puta que canta, es una tiple que jode”. Pues bien, la infamia de ocho mezzosopranos + una danzante, sólo logró que el portentoso tenor fuera borrado del cartel de las dos sociedades líricas más rancias de EEUU, la Ópera de los Ángeles y la Orquesta de Filadelfia, nutridas de melómanos cursis adictos a eso del MeToo. Pero el talento impide que la hipocresía le hunda y, tras haber cosechado un éxito descomunal en Salzburgo, a Plácido ya le esperan en Szeged (Hungría), otro templo sagrado de la ópera. Y así en sucesivo, desde el Palau de les Arts en Valencia, hasta el Teatro Real de Madrid, donde debería cantar el himno del Madrid porque lo canta como dios.

Hay que ser una Margarita la Cuaranta o una Patricia Wulf, es decir, la tiple que jode, para meterse en la cama con el tenor y luego salir diciendo, casi cuatro décadas después, que fuiste forzada a ello pues, “cómo decirle que no a Dios”… Hay que ser una golfa para seguir ensuciando la imagen de Plácido y sacar dólares de un polvo con el repetido e insulso argumento: “cómo decirle que no a Dios”… Todo vale, con tal de enmierdar la vida y limpia trayectoria de un tenor mundialmente famoso. Vamos a ver, Pati Wulf, soprano de mezzo pelaje, que chillas más que cantas, ¿acaso no te diste a conocer en una ópera infantil en Sarasota, donde todos los niños se mearon de miedo por los chillidos que pegabas? ¡Venga ya, loca chillona, deja de encabronar al maestro!

Cristina Seguí, siempre brillante, dijo en su defensa de Plácido: “No por ser mujer, sino porque la imbecilidad no distingue de sexos y, a veces, es implacable aunque le presentes el carnet de feminista. Asociarse al movimiento resulta cómodo, pues les evita tener que someterse a la crudísima e insoslayable verdad de que la vida nos exige talento, y que en la ausencia de él, hay que compensarlo con mucha preparación y una generosa dosis de creatividad para ser mejor que el resto. Y eso a veces es un peso jodido de mantener”.

Seguí acaba diciendo que las nueve lagartas son las que abusan de la elegancia del tenor. Y no le falta razón pues las acosadoras son ellas, las que se han sacado de la manga un delito que han puesto de moda, ya conocido por “chantaje clitoriano”.

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