La pastueña irritación de los militares

La pastueña irritación de los militares

Uno de los tenientes generales que se ha negado a firmar la “Declaración de los 73” -carta al Rey Felipe VI de denuncia y protesta por las persistentes atrocidades de Sánchez y sus pupilos leninistas- ha sido el general Pedro Pitarch, ya en la reserva, que, sin embargo, ni se tapa la boca (algún disgusto le costó esta afición en su carrera) ni suele enfundar la pluma cuando se trata de clamar contra las demasías, todas antipatrióticas, de este Gobierno que nos maltrata. Hace unos días, sin ir más lejos, Pitarch se puso al ordenador y lanzó este directo al mentón: “Ella (Margarita Robles) se ha colocado en la primera fila del ultraje a Loyola (se refiere naturalmente a su desmantelamiento) y ha desahuciado al Ejército de sus cuarteles”. También ha escrito esto otro: “Su técnica (se refiere siempre a Robles) de caricias y palmaditas es la misma que, desde la Edad de Bronce, se emplea con el caballo para que se deje montar”.  Pitarch, otro teniente general, antiguo ayudante del Rey Juan Carlos, Manuel Bretón,  y un tercero del mismo rango, hoy presidente de la Cáritas castrense, Sánchez Barbudo, no han suscrito el documento acusatorio que, durante muchos días, ha circulado al parecer por variadas guarniciones de España.

La cuestión es si esta Declaración es el embrión de alguna otra más ambiciosa aún y, por tanto, más comprometida y comprometedora, y creará madre en otras promociones de la Academia General Militar. Difícil respuesta para una constatación inicial: por lo que conoce este cronista hay más profesionales de la Milicia en contra de tal iniciativa que a favor de ella. Un promotor de otro blog, extendido y seguido, el general Rafael Dávila Álvarez, jefe que fue de la Legión, tampoco repara en barras al enjuiciar la bochornosa cesión de Sánchez a los independentistas del PNV y a los filoterroristas de Bildu. Ha planteado públicamente esto: “¿Le han preguntado al jefe de los Ejércitos si los cuarteles de Loyola son prescindibles?” No ha querido el general confundir claramente los papeles y por tanto no ha especificado a qué personaje ha dirigido su interrogante. El jefe supremo de los Ejércitos, viene en la Constitución vigente, es el Rey, por debajo el JEMAD y el responsable de Tierra. Tengo que asegurar que, según noticias formales, ninguno de ellos ha sido informado de la decisión de Sánchez, como no fuera a toro pasado. Dávila recuerda así mismo: “El PNV y Bildu han pactado una resolución aprobada en las Juntas Generales que reprueba al Ejército Español y la bandera de España”.

Lo cierto es que los dirigentes máximos, del Rey abajo todos, se han tragado el sapo y, encima, se han dejado engañar con la falaz especie de que Loyola se instalará en otro lugar. ¿A que no? Es mentira porque, sepan esto: el próximo movimiento del Gobierno del Frente Popular será el desmantelamiento del Cuartel de Araca, en Vitoria, donde todavía tres centenas de militares se aburren soporíferamente porque poco tienen que hacer; hasta les han quitado los carros de combate de la instalación. Desde luego, la de Loyola no es simplemente una operación inmobiliaria; es un traspaso, casi al enemigo (o, ¿qué otra cosa es Bildu?) que tampoco resulta sorprendente o, ¿es que nadie quiere recordar que no hace tantos años Sánchez se pronunció a favor de prescindir del Ministerio de Defensa? Pues bien, pieza a pieza, está cumpliendo con su propósito, por eso se entiende muy mal qué pinta en este plan malvado, en este desguace programado, la ministra Margarita Robles que va de “chica buena” en el Gobierno socialcomunista del Frente Popular. Algún militar prestigioso le ha transmitido a este cronista: ”Lo que pasa es que nos odia”. Resulta una imputación exagerada, sin embargo es cierto que ella -por sus hechos le conoceréis- no resguarda, ni protege a los suyos de las tarascadas de sus prebostes, Sánchez e Iglesias, o al revés que tanto efectivamente montan. ¿Tiene ella conciencia de que dirige un departamento que pretenden estos dos eliminar? Porque sí es absolutamente cierto lo que otro militar, de igual grado, expresa sin ambages: “Nos manda a Mali a defender sus fronteras y aquí, en España, no nos dejan defender las nuestras”. Duro alegato.

Escrito todo lo anterior: la “Declaración de los 73” no puede ser interpretada como un aviso a navegantes, sí a la navegación costera que surca las entrañas gaseosas de nuestra nación. No hay información alguna que avale la redacción de otra iniciativa similar. Nadie está invocando, que se sepa, el Artículo 8 de la Constitución que encomienda a los Ejércitos la misión de “defender la integridad de España”. En este ámbito castrense, como en la genérica la revuelta social, Sánchez puede estar tranquilo en la poltrona a la que le ha llevado un país tan estólido, elecciones pasadas, como irreconocible, diciembre de 2020. La irritación patente y soterrada por ahora de nuestra comunidad nacional es trotona  y pastueña. Nada que temer en los cuarteles. No hay aventuras pendientes dieciochescas. Los militares no están en esto. Tejero, Milans y Armada fueron la vacuna, la ‘Moderna’ más eficaz contra el virus de cualquier golpismo. Ahora bien: ¿Se puede, como me indican los interlocutores, seguir considerando a nuestros Ejércitos sólo la fregona de todas nuestras catástrofes? Sánchez respondería sí: “O esto, o nada”.

 

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