Pablo Iglesias llega tarde al diálogo
Pablo Iglesias visitaba hace unos días en Lledoners, en la prisión, a Oriol Junqueras, representante de ERC y uno de los presos políticos a causa del procés soberanista catalán. Igualmente, después de esta visita, mantenía una conversación telefónica con el president Carles Puigdemont, que actualmente se encuentra en el exilio en Bruselas, concretamente en Waterloo.
Bien, las reacciones han sido de todo tipo. Por un lado, en esta sociedad en la que se futboliza todo, están los detractores de Pablo, que consideran que los independentistas y soberanistas catalanes no merecen ni siquiera el diálogo. No merecen ni siquiera una visita, ni siquiera una llamada, ni la más mínima conversación.
Por otro lado, están los que aplauden este gesto como, por fin, un detalle que abre una nueva vía para establecer conversaciones desde Madrid con Cataluña y así poder encontrar soluciones a este conflicto político que, por desgracia para todos, ha pasado a estar en manos de una justicia cada vez más evidente.
Bien, creo que es muy positivo que desde Madrid se establezcan puentes de diálogo con los que se encargan de representar a una ciudadanía catalana que les ha exigido que pongan en marcha un proceso soberanista y que se planteen una alternativa republicana. Pablo Iglesias ha llegado para promover un diálogo necesario. No obstante, un diálogo al que llega tarde.