Orgulloso de ser un ‘ñordo’ y un ‘facha’
Buena parte de los secesionistas catalanes están enfermos de supremacismo. No todos, porque en todos los colectivos hay honrosas excepciones, pero centenares de miles de independentistas catalanes se creen superiores y están encantados de haberse conocido. Están convencidos de que el hecho de ser nacionalistas y catalanes les otorga un ‘plus’ sobre este planeta, y que son más listos, más trabajadores, más honrados, más productivos, más creativos y más demócratas que los habitantes de lo que consideran ‘país vecino’, España.
Para ellos, ser de Vic y llevar estelada te sitúa en un plano más elevado de la evolución humana frente a una persona nacida en Sevilla. No importa que el ‘indepe’ sea un gañán que se sacó la ESO con dificultades y el andaluz un ingeniero nuclear. Es lo que tiene ser separatista, que te da un subidón de moral ya que cualquiera puede sentirse superior por el mero hecho de gritar “libertad presos políticos” y llevar una chapa con el ‘Free Junqueras’ en la barretina (amarilla, por supuesto).
De hecho, estos secesionistas supremacistas, que son muchos y que han llenado de pancartas propagandísticas y banderas ‘esteladas’ buena parte del espacio público en Cataluña, consideran que los catalanes que no piensan como ellos no son ‘catalanes’. Como mucho, y tienen un buen día, se limitan a llamarte, de forma despectiva, “español”. Pero si esa jornada han tenido demasiada exposición a TV3 o vienen de una reunión para confeccionar lazos amarillos con sus amigos del CDR local, dirán que eres un “facha”, un “quintacolumnista”, un “colono” o un “ñordo”.
Este último término, “ñordo”, es el trending topic entre los ‘influencers’ del secesionismo más tronado, el que se infla a chupitos de ratafía para luego participar en un desfile nocturno de antorchas al estilo de la Europa de entreguerras. Al principio se utilizaba para definir a los ‘españolistas ultraderechistas’, pero como en Cataluña todo aquel que no lleve bordado el lazo amarillo en sus bragas o en sus boxers es un ‘fascista’, se ha generalizado. Actualmente, los millones de catalanes que no somos secesionistas somos unos “ñordos”.
¿Recuerdan aquellos militares soviéticos que llevaban en el uniforme tantas medallas que parecían que se iban a caer de espaldas debido al peso del metal? En el caso de los catalanes libres de nacionalismo cada “ñordo”, “facha” o “colono” es una condecoración más. Y se han de llevar con orgullo, porque cada insulto de los intolerantes es un síntoma de que vas por el buen camino. Si Toni Soler, Pilar Rahola o Carles Puigdemont te ríen las gracias y piensan que eres un buen tipo, malo. Mejor que sus secuaces te llamen “quintacolumnista”. Eso indica que haces lo correcto y que estás defendiendo la democracia frente al totalitarismo que el secesionismo gubernamental practica.
Me siento orgulloso de ser un “ñordo”. Me encanta no ir a un concierto navideño con el ánimo de fastidiar a los asistentes con gritos de “libertad presos políticos” y de sacar esteladas hasta con los pies para convertir un acto cultural en un aquelarre propagandístico. Estoy orgulloso de no dedicarme a cortar las calles, con la complicidad de los Mossos d’Esquadra y las autoridades municipales, para amargar la vida a mis vecinos mientras paseo un palio con una foto gigantesca de Oriol Junqueras o Jordi Turull. Disfruto pensando que no voy a llenar las calles de mi barrio de propaganda excluyente para ocupar el espacio público y amargar la vida a los que no piensan como yo.
Y, sobre todo, estoy orgulloso de ser español, de sentirme español, y de no utilizar mi condición nacional para sentirme superior a nadie. Para mí un separatista no es un “lazi”, es un español equivocado al que tengo que intentar convencer de que España es un proyecto que merece la pena. Y en el caso que no tenga ganas de ser convencido, recordarle que en un sistema democrático hay que respetar la voluntad de la mayoría que representa la soberanía nacional.
En un país tan genuinamente democrático como España, que forma parte del club de democracias más importante del mundo, la Unión Europea, la soberanía nacional reside en todos los españoles. No solo en los españoles que viven en las cuatro provincias catalanas. Si los secesionistas respetan las reglas del juego, son bien libres de pensar como quieran. Incluso de llamarme “ñordo” el día que tengan sobredosis de TV3, ya les he dicho que para mí es un orgullo. Y si no las respetan, siempre nos quedará el Estado de derecho.
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