Oda a la odiada Carmena
Ahora Madrid es una hez de parásitos y según éstos, una maravilla. La división de opiniones escolta a Manuela Carmena, alcaldesa de la capital de España. Entre furibundos vituperios y halagos delirantes, planta cara la débil enferma, o dura señora, que hace cuanto le antoja cuando lo estima oportuno. Quien no admire tal práctica, desconoce la liberación que supone haber dejado la judicatura, pues que una juez emérita se transforme sin solución de continuidad en la diosa del oso y el madroño, genera adrenalina a chorros, coloca mogollón y permite a la dama volver completamente majara a la plebe. Y a quien no le agrade ni quiera entenderlo, que le ponga cintas a los caprichos de corte esquizoide que se le suelen ocurrir a nuestra amable, ilógica y pirada alcaldesa.
Las excentricidades de la deidad responden a sus deliquios. Subsiste rodeada de ineptas e inútiles a la procura de salarios que proceden de las arcas municipales. En torno a la naif Carmena se multiplican los parásitos por generación espontánea y, sabiendo que su esplendidez carece de freno, abren unas manos que nunca en la vida han cogido una pala y mendigan la caridad de la diosa. Y Carmena, que es más buena que el pan, exprime los residuos de su imaginación y sube un 13% el tributo de los madrileños en 2017. Ha de recaudar con tal de que sus okupas, tiradas, matones antisistema y demás mal nacidos, puedan seguir chupando del bote a costa de que Madrid siga estando hecha una mierda digna del Guinness.
Pero doña Manuela también aprueba proyectos 100% inteligentes. El hecho de haber dado vía libre a la reforma del Bernabeú (sede del Real Madrid, el mejor equipo de fútbol del s. XX y s. XXI, siendo este deporte el único que abre todas las fronteras del mundo, y el Madrid, el más excelente embajador que haya tenido nuestra nación –lo dice un hijo de diplomático que sabe lo que dice–) demuestra que la controvertida alcaldesa conoce a la perfección, aparte de esos trucos populistas de efectos propagandísticos inmediatos, la política de altas miras. Desde el instante en que dio luz verde a la reforma y don Florentino Pérez respiró a sus anchas, he de reconocer que la chica me ganó para siempre. ¡Olé Carmena!
Entre sus planes futuros figuran dos despropósitos que no me atrevo a etiquetar de geniales. Lo primero que pretende hacer es, ¡qué ya son ganas de que te maldigan y se caguen en tus muertos todos los taxistas!, “peatonalizar” la Gran Vía matritense, de arriba abajo, cosa que suena tan antisocial y complicado como la horrible palabra en sí. Y lo segundo ya lo anunció cuando le dio el parraque: soltar rebaños de ovejas a granel por la Casa de Campo para que hagan de cortacéspedes y se coman la yerba que ha prosperado sin control, igual que la mismísima alcaldesa. Falta saber quién recogerá las toneladas de cagarrutas que dejen tras de sí los rumiantes, que los ovinos son muy suyos, tienen sus manías y, en la misma medida que hacen de jardineros, hacen de vientre.
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