Nuevas estrategias de apareamiento: el discurso anti-hombres progre

Nuevas estrategias de apareamiento: el discurso anti-hombres progre

Que la mitad de la población esté dispuesta a soportar un discurso machacón, insistente, ubicuo, que rebaja y denigra, es algo más allá de la comprensión racional más elemental de una persona.  Que vote a partidos que dedican millonadas a absolutas melonadas de género que les pone en la diana de lo maldito, retorcido y vil tiene que tener por fuerza una motivación profunda, oculta, secreta, pero enraizada en lo más subterráneo del ser humano. Lo más animal, pongamos.

Vale, de acuerdo: cuando una tendencia es mainstream, bendecida por el estamento progre, está generalizada, tiene unos tintes cuasi sagrados y encima seguirla constituye un medio de ganarse la vida de muchas, pero también de muchos no hay que bajar tan abajo. Pero sigan por unos momentos este hilo.

Hace unos días, el Ministerio de Igualdad de Irene Montero difundió uno de esos estudios que no tienen más remedio que publicar para que parezca que trabajan en algo titulado “Noches seguras para todas”. Sin necesidad de remitirse a las pruebas, pues para algo son ellos de izquierdas y por ello tienen la Verdad, aseguraba que las mujeres «viven de manera frecuente la invitación a alcohol y drogas por parte de los hombres con la intención de debilitarlas, vulnerarlas, manipularlas y aprovecharse de ellas». Vamos, exactamente lo que me decían mi madre y mi abuela. Los hombres sólo quieren “eso” y no piensan en nada más. Y las niñas tenéis que protegeros como Caperucita del lobo rijoso.

Es como un viaje en el túnel del tiempo. Reconozco que la llamada “revolución sexual” tenía unos acordes un punto discordantes. Los hombres ni se creían lo que estaba pasando, la suerte que tenían. El sexo era libre y gratuito. No fue una cuestión que nos planteáramos en aquellos tiempos de revolución en costumbres hasta entonces bastante modosas (más de boquilla que otra cosa, eso también), pero luego llegaron la antropología y la psicología evolutiva para confirmar que esa sensación de escepticismo ante la nueva mujer desenfrenada podía tener fundamento.

Pero ya tenemos aquí el backlash, ese boomerang que nos da en la cabeza, esa vuelta inconfesada a la protección de los intereses sexuales que tan astutamente habían sabido resguardar, con toda clase de discursos y artimañas, “las mujeres”. ¿Estamos ante una venganza de la naturaleza? ¿Ha sido una reconquista de la abuela 50 años después? Pues habría que dedicarle más tiempo y más lecturas, pero es un tema apasionante. En una época cualquier tío era bueno. Ahora cualquier tío es malo.

Y lo que sucede es que los hombres y las mujeres (sigue habiendo mayoritariamente dos sexos y en esto las feministas radicales y los diversos ministerios de Igualdad y sus documentos son muy claros) continúan teniendo intereses distintos, contrapuestos. Y (voy a hacer un poco de caricatura) lo que desea un hombre es f***ar. Siempre. ¿Cambian los tiempos? ¿Ya no sirven las películas del “destape? Evidentemente no. Pero, ¿qué son los años de “revolución sexual” frente a los 150.000 del homo sapiens sobre la Tierra? Anda que no se ha cambiado veces de registro. Lo único que tiene que hacer un varón de hoy es lo que ha hecho desde que el mundo es mundo: decir “sí, señora” y seguir el rollo para acabar en el mismo sitio donde se ha acabado siempre: en la cama. Los hombres que aceptan este clima de señalamiento y humillación, a menos que lo requieran sus condiciones laborales (y lo requieren casi todas, cierto), lo hacen porque se adaptan. Elemental. Es una estrategia de apareamiento como tantas. Más chunga, menos happy flowers, con un punto masoca, pero es la que se impone ahora. No es tan difícil de entender.

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