Nosotros no les hemos indultado
Y sigo con el tema del último artículo. Como dije, quienes tendríamos que “indultarles” deberíamos ser los agraviados. Sería lo lógico. Y esos somos la gran mayoría de los españoles, pero muy significativamente los catalanes democráticos. Quienes vivimos incrédulos y atemorizados los acontecimientos del otoño del 2017. Y no será así. No porque no queramos vivir en concordia y buen rollo. Sino porque no nos han pedido perdón y dicen que lo volverán a hacer. Y no hay más que decir. Hay que ser muy retorcido para llamarnos, encima, “vengativos”.
Pero los indultos a los presos del ‘procés’ siguen adelante y por lo visto “rápidos, limitados y reversibles”. Yo tengo un par de chaquetas reversibles. Hasta tengo un bolso. Pero en ninguna temporada que yo recuerde había sido tendencia el indulto reversible. Al parecer se trata de que será anulado si los presos vuelven a violar la ley. ¿Qué parte de “lo volveremos a hacer” no han entendido? ¡Que no se lo quitan de la boca! Es una tomadura de pelo, una burla, un camelo. Lo dijo muy claramente Daniel Gascón en El País. Tan claro que los sanchistas no han podido resistirlo y van pidiendo la cabeza del periodista. Dan casi pena viéndoles mendigar alguna señal, incrédulos ante el hecho de que se les haya tendido la mano y los líderes independentistas estén radicalizando su mensaje pidiendo un nuevo referéndum y que España les pida «perdón».
Hoy mismo, el consejero de Educación, José González Cambray, ha negado que vayan a cumplir la sentencia del TSJC, que el pasado mes de marzo obligó a dos escuelas públicas a ofrecer un 25% de la enseñanza en lengua castellana. Lo ha hecho a instancias de la ahora diputada del PPC, Lorena Roldán. Eso serían “señales”. Lo demás, cuentos chinos. Lo que ofrece el gobierno de la Generalitat a cambio de los indultos es decir que no se arrepienten, que lo volverán a hacer y que ni siquiera quieren cumplir las sentencias pendientes.
Vamos a peor. Y se nota en que no hay cambios. Ni la Generalitat ni TV3 se acordaron del atentado de Vic, por ejemplo. El pasado sábado se cumplieron 30 años del atentado de ETA contra el Cuartel de la Guardia Civil que costó la vida a 10 personas, de las que cinco eran niños. ¿Por qué es cuesta tanto entender que con regalos y privilegios no se amansa la fiera de lo irracional? ¿De verdad a estas alturas no lo ve el presidente?
Yo creo que perfectamente. La cuestión está en sostenerse en este poder con pies de barro que él solito se buscó. Quizá él querría otra cosa. En otra tesitura se hubiera puesto el casco de plumas en la cabeza y hubiera liberado al pobre catalán demócrata del yugo de la tiranía nacionalista. ¿Alguien de verdad piensa que si Sánchez tuviera mayoría absoluta concedería los indultos? Pero los números no le salen. No puede. Y por eso, como igual le da diez que ciento, se abraza a la indignidad.
Leímos en El País que la situación se convertiría en “una catástrofe inmanejable si un salto cualitativo convirtiese las posiciones en favor de la secesión en ampliamente mayoritarias”. No habría de ninguna manera un “salto cualitativo” si la secesión dejara de percibirse como caballo ganador como sucedió en el 2017. Y no dejará de creerse en él mientras el Estado se muestre débil y se les vaya dando privilegios. La historia lo demuestra una y otra vez. Y lo que deteriora realmente a convivencia es que para recomponerla se exonere de su responsabilidad a quienes la hicieron volar por los aires.