No son socios sino cómplices de Sánchez

Sánchez, Pedro Sánchez, PSOE

«He visto un presidente tocado. A una persona tocada. Después de años aquí, me atrevo a pedirle a los diferentes representantes de la izquierda a la izquierda del PSOE que estamos en esto, que aprovechemos el tiempo que nos quede, el tiempo que a esto le quede, pase lo que pase, para avanzar». Es lo que dijo Gabriel Rufián después de salir de la Moncloa y entrevistarse con Pedro Sánchez, dentro de la ronda de contactos que el presidente del Gobierno está teniendo con sus socios, tras el escándalo de corrupción que afecta al PSOE. «Después de años aquí» es una alusión directa a su experiencia por el mucho tiempo que lleva como diputado en el Congreso, 10 años transcurridos después de prometer que «en 18 meses dejaré mi escaño para regresar a la República Catalana». En su larga experiencia, Rufián sabe que todos tienen que aprovechar la debilidad de Sánchez para sacarle lo máximo posible.

El portavoz del Partido Popular, Borja Sémper, perteneciente a ese PP guipuzcoano que ataca a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, por «montar un show» al negarse a escuchar al lehendakari con pinganillo; repite una y otra vez que presentar una moción de censura contra Pedro Sánchez sin tener antes atados los 4 votos que ellos creen que les faltan para sacarla adelante, sería «un balón de oxígeno para el sanchismo». La presidenta de la comunidad de Madrid, Díaz Ayuso, el de la Junta de Castilla y León, Fernández Mañueco, el alcalde de Badalona, García Albiol y todos los barones del PP repiten literalmente la misma idea: que una moción de censura «solo serviría para reforzar a Sánchez». Así, la única solución que los populares le ven a esta situación es que sea el mismo Pedro Sánchez quien se rinda y entregue voluntariamente el poder convocando unas elecciones generales que ellos confían ganar por mayoría absoluta, para no depender de nadie en su Gobierno, igual que decían en 2023.

El único argumento con el que el Partido Popular sostiene esta afirmación de que una moción de censura que no consiguiera salir adelante sería aprovechada por Pedro Sánchez para reforzarse, es que pondría de manifiesto que, pese a todos los casos de corrupción que lo tienen enfangado hasta las cejas, si el presidente del Gobierno consiguiera ganar esta votación, usaría esta victoria para demostrar que sigue teniendo más apoyos que Feijóo. Mientras que si, por el contrario, no se vota la moción de censura, Sánchez seguirá perdiendo todas las votaciones con cualquier iniciativa legislativa que presente, porque los mismos partidos que no permitirían que se ponga fin a la legislatura y se convoquen elecciones, preferirán votar en su contra en todo el resto de cuestiones y así tratar de engañar a sus votantes haciéndoles creer que no son cómplices de toda la corrupción socialista.

Pero en política como en la vida, de lo que se trata es de escoger el bocadillo que tenga más jamón que tocino, sabiendo que no existe uno sin otro. Por un lado sabemos que, como afirma Gabriel Rufián y dicta el sentido común, si no se presenta una moción de censura, todo lo que se prolongue la legislatura será utilizado por la amalgama de minoritarios cómplices de Pedro Sánchez para sacar de él lo máximo que puedan, siempre en perjuicio de España y beneficio de golpistas, proetarras, secesionistas y ultras de extrema izquierda. Por el contrario, si se presenta la moción y se pierde, Sánchez presumirá de ello los meses que le queden en la Moncloa.

Pero hay más circunstancias a tener en cuenta. En primer lugar está la responsabilidad moral de hacer lo correcto, de esforzarse al máximo y poner todo lo que está de tu parte para cumplir con tus obligaciones. Y descartando que Sánchez vaya a renunciar voluntariamente a estar aforado, es obligatorio utilizar el único instrumento legal que existe para forzarlo a marcharse. En segundo lugar tenemos que tener en cuenta lo azaroso que resulta afirmar que se perdería una moción de censura que no se ha presentado. Aunque ahora digan que no, siempre existe la posibilidad de la sorpresa de que, en el último momento, aparezcan esos cuatro votos que ahora se ven imposibles. Y, por último, si es que finalmente se pierde, hay que valorar las consecuencias electorales que eso tendría para todos los cómplices que quedarían retratados por la corrupción sanchista frente a sus electores.

Feijóo presume de haber ganado todas las elecciones a las que se ha presentado, incluidas la generales de julio de 2023. Pero esto no es del todo cierto. El 27 y el 29 de septiembre de 2023 el líder del PP defendió su candidatura a ser investido presidente del Gobierno y perdió las dos votaciones en el Congreso, mientras que el 16 de noviembre Sánchez sacó su investidura adelante gracias a los votos de golpistas y proetarras. También es posible que algunos crean que, de perderse, la moción de censura demostraría que el PP sólo cuenta con el apoyo de Vox y que el resto de partidos minoritarios no están con ellos. Pero es tan evidente que los de Feijóo gobiernan cinco comunidades autónomas y cientos de ayuntamientos sólo gracias a los de Abascal, que intentar negar esta realidad resulta ridículo.

Todo tiene ventajas e inconvenientes y hay que elegir. No hacer nada es tomar la decisión de colaborar para que Sánchez agote la legislatura permitiendo a sus socios terminar de saquear a España y presumiendo encima de no haber quedado retratados como cómplices de la corrupción sanchista.

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