No es un partido, es una secta
La expulsión de Nicolás Redondo Terreros, socialista de probada honestidad y principios, retrata con toda crudeza el grado de degradación moral del PSOE de Pedro Sánchez, una formación que hace tiempo ya que abdicó de sus señas de identidad para convertirse en una secta abducida por su líder. Este PSOE es la quintaesencia del relativismo político: un partido hecho (mejor sería decir deshecho) a imagen y semejanza de su secretario general, un personaje cuyo sentido del Estado orbita alrededor de su ombligo y ha pervertido de forma miserable los valores que formaban parte del ideario socialista. Que Nicolás Redondo Terreros haya sido expulsado de este PSOE es la prueba del nueve del viraje de una formación que ha traicionado sus valores de manera ignominiosa y vendido su alma a los enemigos de España por la mera ocupación del poder. De gran vertebrador de España ha pasado a convertirse en el gran triturador de España, de la mano de un Pedro Sánchez que es el vivo retrato de la obscenidad política.
A Nicolás Redondo Terreros le han purgado porque su honestidad intelectual y rectitud moral le han llevado a hacer lo que pocos se atreven en la secta: a decir lo que piensa, un pecado mortal para un partido que presenta síntomas alarmantes de estar reñido con la libertad y que muestra una preocupante deriva hacia el totalitarismo. Fulminan a socialistas como Nicolás Redondo o Joaquín Leguina y otros como José Luis Corcuera se dan de baja, mientras Felipe González, Alfonso Guerra, Juan Carlos Rodríguez Ibarra o Francisco Vázquez cuestionan la degradación moral del sanchismo y su pérfida alianza con el separatismo y los proetarras. Lo triste es que en el PSOE ya sólo dicen la verdad quienes tienen autoridad y autonomía moral. Los demás, salvo contadas excepciones, sólo balan. El rebaño asiente y consiente, no vaya a ser que el pastor saque el cayado.