No se engañen: estas hordas van a seguir

Pablo Iglesias
Pablo Iglesias
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Ya se empiezan a cantar soleares ante la posibilidad de que el matrimonio de conveniencia y conchabeo entre Sánchez y los leninistas se rompa del todo y el Gobierno Frankenstein del que Rubalcaba decía que lo peor es que “son malos de solemnidad”, se vaya al garete: unos al paro y a tomar chiquitos en las casas del pueblo (si es que les fían, que es dudoso) y otros a organizar manifestaciones de airadas milicianas, como la acaecida el martes en Madrid. La derecha que ahora deja en manos de Feijóo el cargo de la oposición, confunde sus deseos con la realidad, y cree que el alboroto y la gresca entre Sánchez y las aún ministras -la desternillante Montero (cada vez que habla resucita a Chiquito de la Calzada) y la hincha Belarra (no cabe en cabeza humana mayor estulticia), apoyadas por el estalinista Garzón y el separatista, o cosa así, Subirats- explotará a corto plazo el Gobierno de coalición. Una vez más, la citada derecha desliza que, con sentarse a la tienda y ver pasar el cadáver del enemigo, los que quedan con vida propia, se van a disolver como un azucarillo.

Esto, en España no pasa nunca en la izquierda; aquí los peritos en matarse son los conservadores, los democristianos y los populistas. A la siniestra, o sea, al PSOE y al exangüe Podemos, les une el hambre y las ganas de poder y comer. Decía Pío Cabanillas Gayas: “Estos, los comunistas, si alguna vez llegan a La Moncloa defenderán la posición como en El Alamo”.

Y era verdad. Tanto como cierto es que Sánchez, el mentiroso procaz y patológico, está acorralado: Veamos: por un lado, están sus coligados, una tribu que le chantajea a diario, por otro Feijóo al que los socialistas ya le han empezado a rebuscar miserias porque le temen como a un nublado, por otro, Europa que, por telefonazo de Borrell, le espetó la pasada semana a su congénere: “Pero, ¿qué es eso de no enviar munición a Ucrania?, eso no lo puede hacer el cuarto país fabricante de armas de Europa”. Además, está el abuelo Biden, que oye hablar de Sánchez y pregunta intencionadamente (publicado en Boston) que “en qué equipo juega ese”. Todos le tienen asfixiado, pero él va a resistir en el machito como si fuera un menestral de Kiev. Por tanto, nada de tontas esperanzas: estas hordas marxistas y socialistas de Largo Caballero, van a continuar, desunidas e insultantes pero acomodadas en la Moncloa, porque fuera de estos sillones Lastra volvería al supermercado y Montero a la guardería.

Claro está que también parte de esta derecha se pregunta entusiasmada: “Pero, ¿cuánto tiempo va a soportar Sánchez a esta jauría?” Estúpida cuestión que guarda sólo una respuesta: hasta que él les “marche” o ellas se le “marchen”. ¿Cuándo sucederá eso? Pues cuando se atisben las nuevas elecciones generales. Sépase que el todavía presidente se ha tomado un respiro tras sus sonoros fracasos en Galicia y Castilla y León, para abrir las urnas generales.

Espera a ver o, mejor dicho, a comprobar, qué le sucede en los venideros comicios de Andalucía. Y eso si en una pirueta golfa como casi todas las suyas no decide robarle espacio y carteles a Moreno Bonilla y llama a rebato electoral al tiempo de las regionales. Por favor: no descarten esa opción.

Podemos ya no existe más que en los exabruptos de guerrillero Iglesias, y no está ni para coger los pasquines y cargarse con viento sucio de La Moncloa, ni para forzar una ruptura total con los que les han hecho ricos y ministros. Su antigua jefa, la modelo Yolanda, visitante habitual de los garitos más importantes de moda-progre, amenaza con su indefinible plataforma. De aquel “Frente Amplio” que dijo tener ya articulado, no existe noticia en parte alguna de España de que le siga una sola anfitriona, como no sean las acuciadas por la Justicia, Colau en Barcelona u Oltra en la Comunidad Valencia.

Pero es que, además, Sánchez no alberga la menor intención de prescindir de esta cuadrilla. Afirma un periodista amigo que conoce muy bien a los fontaneros de la Moncloa y a su propio patrón, que “Sánchez terminaría ya mismo en la calle si manda a la calle a sus socios y allegados”. Esto, a pesar de que su morreo permanente con los leninistas, le está acarreando una impopularidad absoluta tanto en Europa como en Estados Unidos. A este respecto, recojo aquí la opinión de un diplomático gran conocedor de los juicios y entresijos de Washington: “¿Este es -se preguntan- el que tiene ministros comunistas en su Gobierno más cerca de Putin que de nosotros?” Biden con seguridad que dice: “Indio Joe no entender”. A él a Sánchez esto le trae por una higa.

Ande yo caliente, de palacio en palacio, y ríase la gente, es su máxima de permanencia. Si hay que contentar a sus conmilitones con un “No a la  guerra” el martes y rectificar ante la Unión Europea en el Parlamento el miércoles, se hace y a otra cosa mariposa. Leopoldo Calvo (¡lo que tuvo que soportar este hombre con nuestra entrada en la OTAN!) solía denunciar, con gran ironía, que “los socialistas se caracterizan por decir una cosa y la contraria y afirmar que las dos son verdad”.

Nada más cierto. Por eso, amantes de las emociones fuertes y de los pronósticos apresurados en provecho propio: no se engañen: estas hordas van a seguir. El domingo, Felipe González, en una de sus clásicas perífrasis, lanzaba una puya intencionada a Isabel Diaz Ayuso, con este sarcasmo: “No puedo imaginar qué haría Ayuso en un Comité Ejecutivo de la OTAN”. Y ¿qué haría la leninista Díaz defensora toda la vida del sangriento Pacto de Varsovia? Para echarse a temblar. Bien: pues estamos más cerca de lo segundo que de lo primero. Las hordas vocean, pero van a seguir saqueando nuestros impuestos. No se han visto -ni se van a ver- en otra.

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