Ni está ni se le espera

Ni está ni se le espera

Sánchez ha vuelto a hacer de Sánchez: ha desaparecido ante la nueva crisis, esta con nombre femenino, Filomena. Cuando se trata de hacer el bien, el caudillo ni está, ni se le espera.

Mientras las autoridades locales y autonómicas de Madrid ponían en marcha los Comités de Emergencia, el caudillo Sánchez se mantenía a resguardo de la tormenta, como si la cosa no fuera con él ni con su Gobierno.

Ante la inacción del Gobierno de la nación, el único que tiene la capacidad para movilizar los medios que dependen jerárquicamente de ellos, y sufriendo una nevada de dimensiones desconocidas para varias generaciones de españoles, el Ayuntamiento de Madrid y la CAM tuvieron que llamar a los respectivos ministros (Fomento, Interior, Defensa), los titulares de la competencia y responsables de los efectivos materiales y humanos, para solicitar la intervención de la UME, la Unidad del Ejército creada precisamente para actuar ante este tipo de emergencias.

La UME hubo de actuar –tras petición de las autoridades locales y autonómicas- cuando las carreteras y los accesos a la capital ya estaban colapsados porque el Ministerio de Fomento –el titular de las vías y de los medios- ni había dado instrucciones en tiempo y forma para que salieran las máquinas quitanieves ni había advertido a los ciudadanos de la situación de riesgo, conminándolos a no utilizar el vehículo salvo situaciones imprescindibles.

El caudillo Sánchez ha convertido el Gobierno de España en una especie de plataforma digital de esas de pago, esa que anuncia que puedes obtener los productos “bajo demanda”. Que nadie espere del Gobierno una actuación proactiva para prevenir y/o paliar las consecuencias de cualquier tipo de catástrofe. Ni el caudillo ni su Gobierno están para nada que no sea publicidad y propaganda; “yo no he sido”; “no se podía prever”; “no será nada”…, son los latiguillos de la factoría Redondo que lo mismo sirven para la pandemia que para la tormenta Filomena.

Pero este comportamiento tampoco es nuevo en España; quienes tenemos una cierta edad tampoco recordamos al otro caudillo dando malas noticias. Nunca salió en el NODO cuando había un temporal que se cobraba vidas, ni cuando se derrumbaba un puente y provocaba decenas de muertos; ni cuando una sequía -o una riada- arruinaba las cosechas… Este hace lo mismo, sólo que ni siquiera inaugura pantanos. Y que aún no se ha puesto un fajín…

Escucho muchas voces preguntándose para qué sirven las autonomías, muchas voces críticas sobre la dispersión competencial, sobre el despilfarro y la ineficiencia que sufrimos a consecuencia de tener tanto chiringuitos que multiplican por diecisiete cualquier decisión, cualquier estructura administrativa o política. Yo misma sostengo que hay que revisar el modelo de distribución competencial, que hay competencias como Educación, Justicia, Servicios Sociales y Sanidad que deben ser recuperadas por el Estado y ser intransferibles en su definición –para garantizar eficiencia e igualdad y cohesión- aunque su ejercicio corresponda a distintos niveles de la administración. Pero a la vista del comportamiento del Gobierno de Sánchez, de su irresponsabilidad, de su frivolidad, de su inacción… lo que todos debiéramos preguntarnos es para qué les estamos pagando el sueldo a esta cuadrilla que se ha apalancado en las instituciones y no sólo no cumple con su obligación de ir por delante de los acontecimientos –eso es gobernar, para ir por detrás ya está la demoscopia-, sino que en la mayor parte de las ocasiones se dedica a poner trabas e impedir la actuación de otras administraciones.

Nos está saliendo carísimo -ya sé que no sólo en términos económicos, que en términos democráticos es aún peor, pero de eso hablaremos otro día…- tener un Gobierno preocupado únicamente de la propaganda. Nos está saliendo carísimo tener en Moncloa a un tipo que tiene un ego que se lo pisa, que se organiza homenajes como aquel aquelarre de aplausos con los que fue recibido cuando regresó de la cumbre de Bruselas en la que se negociaron los fondos Covid y en la que, además de no aportar nada, estuvo a punto de echarlo todo a perder durante la cena en la que la primera ministra finlandesa, socialista, tuvo que llamarle la atención ante su chulería y su falta de propuestas.

Nos está saliendo carísimo tener en Moncloa a un personaje siniestro, con nula empatía hacia el sufrimiento humano, a un tipo que desprecia a todo español que no puede someter. Un tipo que no ha dicho ni pío cuando la factura de la luz ha subido el 27% en plena ola de frío y que ha callado como un muerto cuando una de sus ministras ha proclamado que no había que alarmarse, que iban a ser “sólo unos euros…”.

Nos está saliendo carísimo tener en Moncloa a un tipo rodeado de fieles ministros que regalan a sus amigos –titulares de empresas sin acreditación para comerciar con ese tipo de productos- contratos millonarios de material sanitario.

Nos está saliendo carísimo no tener un plan nacional de distribución de vacunas. Y en esa materia el coste son vidas humanas.

Cuando escribo este articulo, su eminencia el caudillo Sánchez se ha dejado fotografiar en un vehículo cuatro por cuatro dirigiéndose desde Moncloa hasta Interior para salir en el NODO presidiendo un Comité que debía haber activado y presidido hace al menos dos días. Me pregunto hasta cuándo vamos a aguantar que esta gente imponga su caudillaje a los millones de españoles que no aspiramos a otra cosa que a vivir dignamente y ejercer, sin miedo, nuestros derechos de ciudadanía.

Lo último en Opinión

Últimas noticias